Los sumideros de Sevilla
La tromba de agua que el viernes inundó parte de la capital se convierte en desagüe de críticas ciudadanas -con más o menos fundamento- al alcalde de una ciudad que va acumulando atascos
TREINTA litros de agua en 30 minutos. ¿Eso es mucha o poca lluvia para convertir en una piscina media ciudad? Sevilla amaneció el pasado viernes sumida en un caos. Un desconcierto inevitable, según Juan Ignacio Zoido, que lamentó en público los problemas causados a los sevillanos en un día lectivo y en hora punta. Y claro, por mucho que haya quien piense que hasta las fuerzas de la naturaleza se alían contra el alcalde, basta con ver las imágenes -verídicas- de vecinos de Sevilla Este moviéndose en canoa para entender que algo debe haber fallado. O que no siempre se actúa con la previsión que pregona Zoido.
Antes de la tormenta, mientras el alcalde anunciaba que iba a cerrar los parques por seguridad, ya hubo quien le advirtió que la medida sonaba a broma cuando, sin más remedio, lo que se cortaría al tráfico serían algunas calles por no haber limpiado a tiempo el alcantarillado. Y así pasó. ¿Fue por el deficiente mantenimiento de las cloacas o por la necesidad de replantear el sistema de sumideros en algunos puntos de la ciudad? A ver si ahora la culpa va a ser, si no del hombre del tiempo, de los anteriores gobiernos, que no se preocuparon del alcantarillado...
El ingenio sevillano sale a flote rápido. Sólo eso explica los chistes malos de quienes aseguraron en las redes sociales, cuando aún llovía a cántaros, haber visto tiburones escapados del acuario en charcos de Nervión o quienes tranquilizaron al equipo de gobierno garantizando que las rayas de la zona azul no se habían borrado. Pero un poco de seriedad. Las inundaciones de esta semana se han convertido en un oportuno desagüe de críticas, con más o menos fundamento, al alcalde de la ciudad. Y Zoido, lejos de su intención, cargó las pistolas a los afectados cuando empezó a justificar la situación aportando datos y datos. El viernes se montó un operativo de 509 personas entre bomberos, policías, técnicos de Emasesa para arreglar el desaguisado. Y eso que el año pasado los operarios municipales limpiaron 57.900 imbornales y 8.614 pozos. Menos mal. Pero treinta litros no pueden cerrar el Metro y paralizar a Sevilla.
Cuando llegó la calma, el alcalde ya dijo que confía en que esa situación no vuelva a repetirse y que trabajará para ello. Pero, claro, hoy cualquier promesa suena a eso, a promesa, en una ciudad donde un atasco de tráfico o del alcantarillado no son los únicos colapsos. Como dice el trabalenguas: Sevilla está atascada, ¿quién la desatascará?...
A falta de otras obras, buenos son unos contenedores soterrados
Que la campaña electoral se acerca es algo evidente. Y a falta de grandes proyectos y cintas por cortar, el alcalde de Sevilla parece dispuesto a inaugurar y a visitar todo aquello que se haga en la ciudad en los próximos meses. Aunque se trate del soterramiento de un contenedor de basura. ¿Que no? Pues ahí estuvo el jueves Zoido dando vueltas por el casco histórico para supervisar las obras para ocultar 68 cubos de basura. Puede parecer anecdótico, pero, ojo, el proyecto cuesta casi un millón y medio de euros.
La movida y la ordenanza para multar por orinar en la calle
Los vecinos ya han dicho basta. Los primeros han sido los de la Alfalfa, a los que se suman ahora los de la Alameda. Y es más que probable que no sean los últimos. La movida es un problema crónico que castiga a los sevillanos y no sólo en el centro histórico. Es una especie de círculo vicioso: la gente es incívica, ni los clientes ni los bares respetan las leyes y, además, no hay policías suficientes para hacer cumplir la ley. ¿Qué ley? La que prohíbe beber en la calle. Desde 2008 hay una ordenanza que sanciona a quienes orinan o defecan en la calle. ¿Y cuántas multas se ponen por estas conductas?
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