¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Repeticiones y repetidores
Desde hace ocho años lleva cogiendo polvo en dependencias municipales un proyecto técnico para trasladar el humilladero de San Onofre, sin que, hasta la fecha, nadie haya tomado una decisión sobre esta pequeña joya del patrimonio mudéjar sevillano, en peligro de ruina según reconoció la misma Gerencia de Urbanismo en 2004.
Pese a que este monumento del siglo XV, ubicado en la frontera norte de San Jerónimo, es uno de los dos únicos humilladeros que aún perviven en la ciudad (el otro es el de la Cruz del Campo), ni la Delegación de Cultura de la Junta ni el Ayuntamiento de Sevilla se deciden a tomar cartas en el asunto. Desde hace tiempo, tanto la Administración como los vecinos están de acuerdo en que la salvación de este coqueto templete pasa por el traslado a un nuevo lugar, ya que en su actual ubicación está encajonado por la vía del tren, la ronda Súper Norte, el cauce del Tamarguillo y la antigua carretera a Cazalla, lo que supone una continua agresión al maltrecho edificio tanto por la contaminación como por las vibraciones. Además, el acceso es cada vez más peligroso, sobre todo para los ancianos que suelen acudir para rezar y depositar flores ante el Sagrado Corazón que cobija el templete, una pieza de serie sin ningún valor patrimonial, pero sí religiosa y emocional para muchas personas del barrio de San Jerónimo. Debido al color con el que está pintado el Sagrado Corazón, muchas gentes conocen a este humilladero como el Santo Negro.
Si el traslado aún no se ha realizado no es por falta de ideas. En 2002, el hoy arquitecto técnico Francisco Miguel Castro realizó un minucioso proyecto de fin de carrera, que mereció una matrícula de honor, para el traslado y restauración del templete. Entregó el documento en el distrito Macarena (del que entonces dependía San Jerónimo) y, aunque en principio recibió elogios y buenas palabras, pronto llegaron las evasivas, las pegas y, finalmente, el olvido, que ya dura ocho años.
El proyecto de 300 páginas y 35 planos contenía un amplio estudio patológico, sillar por sillar, del templete y concluía que si no se procede a su traslado o restauración el derrumbe del mismo es sólo cuestión de tiempo. "Hay que tener en cuenta que las dovelas están ya movidas y que una vez que esto sucede sólo se pueden montar otra vez para asegurar su continuidad. Si no se hace, se derrumbarán", afirmó a este periódico Castro.
Castro apuesta por el traslado como un mal menor. "Lo ideal es que permanezca en su lugar de origen, algo que obliga la Ley de Patrimonio. Sin embargo, esto es imposible hoy en día por las infraestructuras que lo acosan. Si, dentro de 40 años, el crecimiento de la ciudad obligase a trasladar estas infraestructuras, entonces se podría volver a colocar en su lugar de origen". Esto es importante, porque la ubicación del humilladero de San Onofre no es un capricho. Según algunos estudiosos marcaba el lugar donde estaba el puesto más avanzado del campamento de Fernando III durante la conquista de la ciudad, en el Cerro Macareno. Otros dicen que también servía como hito para advertir a los leprosos de San Lázaro de la línea que no bebían de traspasar.
Castro cree que el traslado debe ser al lugar más cercano posible, a la Plaza del Aroiris, como se pensó en un principio, y no al monasterio de San Jerónimo, donde quedaría completamente descontextualizado.
El coste que calculó Castro del proyecto en 2002 era de 120.000 euros. "Hoy costaría, al menos, unos 200.000 euros".
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