Un tributo al santo de la plaza y del barrio
calle rioja
Al Sol le llaman Lorenzo y a la Luna Catalina. Uno es el astro-rey y al otro se acercaron en 1969 tres astronautas. Los dos salen en una bellísima canción de Lole y Manuel, luna de Triana y sol de Algeciras en la fusión de los ochenta. El jueves fue la festividad de san Lorenzo y como cada 10 de agosto, Ramón López de Tejada, pregonero del caracol y último mohicano de las tradiciones de la ciudad, convocó a su tropa de cabales, que llegaban al lugar convenido, la Bodega de San Lorenzo, unos por Cardenal Spínola, el cura de san Fernando que fundó El Correo de Andalucía y fue párroco de san Lorenzo; otros por Martínez Montañés, aunque éstos sean dominios de su discípulo Juan de Mesa; y alguno, como Paco Errazquin, sacristán de la parroquia, atravesando la plaza desierta, sin más presencia humana que la estatua del imaginero, amén de las mesas de lo que fue el bar El Sardinero.
Todo evoca a Cantabria en esta plaza: el nombre de la calle en zigzag que en ella desemboca; el nombre del bar referido, que conserva la franquicia; el bar San Lorenzo, ubicado en el establecimiento que abrió un montañés, el padre de Fidel y Servando. Y la Bodega de San Lorenzo, local que se abre en 1864, cuatro años antes de la Revolución Gloriosa que le costó el trono a Isabel II. Puso la primera pica un tabernero procedente de San Vicente de la Barquera. Un siglo antes del gol de Marcelino a la Unión Soviética. Diego Carrasco, uno de los convocados, comisario de exposiciones, autor de una novela sensacional, El tesoro japonés, recita de memoria las alineaciones de las dos selecciones. La española tiene un pase (sólo sobreviven Iríbar y Marcelino, autor del gol decisivo a la Araña Negra), pero lo del combinado soviético es para nota. Y no se deja a ningún ruso en el camino.
Antes de la pandemia, Ramón organizaba este tributo al santo de la parrilla en la Abacería de san Lorenzo. El primer 10 de agosto después del estado de alarma ya se hizo al aire libre y se mantuvo esta tradición para hacer más verosímil el rigor de la canícula. Son tiempos de cambios en esta plaza y sus aledaños. Cerró la Abacería de Ramón, que por san Lorenzo siempre cerraba por vacaciones; el 21 de septiembre dará su primera misa como párroco de san Andrés y san Martín Francisco de los Reyes, que durante un cuarto de siglo ha sido párroco de san Lorenzo. Ahora sustituye a su amigo Pedro Juan Álvarez Barrera en agosto en Ómnium Sanctórum. Paco Reyes cambiará la Bofetá por la Lanzada (y santa Marta, en esa sucursal de Betania que es la iglesia de la plaza Fernando de Herrera).
Dicen que el 15 de septiembre dirá su última misa en san Lorenzo, en la iglesia de la que fue párroco el cardenal Spínola. Y el mismo día que se presenta como nuevo párroco de san Andrés, el barrio de san Lorenzo rendirá homenaje a otra institución, Sixto, el dueño del Eslava, que también optó por cortarse la coleta después de una exitosa trayectoria en el sector de la restauración. Tres personajes que aparecen en las historias que Ramón Cañizares, ingeniero de profesión e historiador de su barrio de vocación, ha contado en sus libros y contará en su próxima entrega. Dice que lo más importante de un libro es su título y ya lo tiene: Cartografía Laurentina. Recuerda la emoción con la que Juan Carrero le contó que diez de las palabras de su diccionario cofrade habían sido aceptadas por el de la Real Academia Española de la Lengua.
El tiempo que el cronista vivió en la calle Cantabria, nieto de montañesa (mi abuela Fronilda, pasiega como los de la Flor de Toranzo), en la Bodega de san Lorenzo despachaban Marcelina y su hijo Aniceto. Fue el primer abrevadero y contenedor cultural de los Cuadernos de Roldán, que recorrerían diversos puntos de Sevilla al tiempo que le daban la vuelta a España con sus dibujos, poemas, reflexiones y apuntes de enología.
Es la plaza en la que dice Iñaki Gabilondo que deberían buscarlo si algún día se pierde. A dos pasos, en la calle Martínez Montañés, muy cerca de Baños, tuvo su despacho de Radio 16, una maravillosa locura radiofónica de Juan Tomás de Salas que convirtió san Lorenzo en un hervidero informativo en aquel 82 de elecciones, más elecciones, un Mundial de Fútbol y una visita del papa Juan Pablo II cuando el cardenal era Bueno Monreal.
Se van incorporando nuevos apoyos a la convocatoria de Ramón y aprieta el calor. Sólo aparecen por Juan Rabadán camiones y furgonetas de Hielo, el oro de este tiempo de deshielo on the rock. Diego evoca el gol de Marcelino donde Marcelina servía un aliño cuyos condimentos eran un secreto bien guardado. La clientela era cofrade (en la plaza hay tres hermandades: Bofetá, Gran Poder, La Soledad de San Lorenzo) y también de los inquilinos de la sede del Partido Comunista en la calle Teodosio.
Sol de justicia en san Lorenzo. Calores que contrastan con el fresquito que los Ramones (Cañizares y López de Tejada) se encontraron en el camino de Santiago que hicieron en julio. Por la zona de Muros y Noia, con una misa en Fermoselle (Zamora) por el eterno descanso del amigo cofrade Manolo Rodríguez, soleano a carta cabal. Ramón el de la Abacería prepara otro viaje, éste con Diego Carrasco, para asistir en Ronda en los primeros días de septiembre a la Goyesca en la plaza donde gobiernan los Ordóñez. De Santiago a Ronda, de Cunqueiro a Rilke. A los dominios de un rondeño que otros años ha acudido a este tributo por san Lorenzo, Carlos Telmo, muñidor de amores, cátedro de los protocolos, que encontró en Sevilla la media geográfica de sus escaramuzas profesionales en Montreal y en Shanghái.
San Lorenzo da nombre al equipo de fútbol del papa Francisco, San Lorenzo de Almagro, a un pueblo manchego, San Lorenzo de Calatrava, a la metrópolis del señor del Mundo, como llamó Hugh Thomas a Felipe II, San Lorenzo del Escorial. Sevilla acogió a un Lorenzo de película, Lawrence de Arabia, Peter O’Toole, rodando en la Plaza de España, la Cinecittá sevillana. El reloj de la torre de san Lorenzo daba las horas con parsimonia, como si las prestara. En la plaza donde hubo una peña bética san Lorenzo Serra Ferrer, que sonaba a beatificación del entrenador mallorquín del Betis, equipo que tuvo su domicilio social en la calle conde de Barajas. También hay una placa dedicada a Paco Palacios El Pali. A mitad de camino entre la puerta de Correos y las Lumbreras.
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