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Los últimos globos al aire

  • Una veintena de personas despiden al bebé fallecido tras sufrir malos tratos

  • Los amigos y vecinos llevaron globos, juguetes y peluches

Foto: José Ángel García

Foto: José Ángel García

Mediodía. Cementerio de San Fernando. El termómetro roza los 35 grados. Al sol la sensación térmica es mayor. Apenas corre el aire en la puerta principal del camposanto. De la sala de espera salen varias personas cargadas con botellas de agua. Llega un coche fúnebre con un pequeño féretro de color blanco. Dentro van los restos mortales de Ian, el bebé de seis meses fallecido el pasado sábado en el Hospital Virgen Macarena, seis días después de que ingresara con signos de haber sufrido malos tratos, con una fractura en el cráneo y el síndrome del niño sacudido.

El vehículo se detiene junto a la puerta de las oficinas del cementerio. Junto al ataúd, en la parte trasera del coche, hay globos de color celeste. Llevan lemas serigrafiados. "Es un niño", rezan unas letras blancas. Son globos fabricados para anunciar un nacimiento, para que todos sepan cuál es el sexo del bebé que viene en camino. Ahora son utilizados para un entierro. Sobre la leyenda que viene dibujada en el globo, alguien ha escrito una frase con rotulador indeleble de color negro: "Nunca te olvidaremos". Junto a los globos, en el suelo del coche, se acumulan flores blancas. Son claveles como los de la única corona que decora el vehículo, en la puerta trasera del mismo, que lleva una cinta con la misma oración: "Tus familiares nunca te olvidaremos".

Hay veinte minutos de trámites. Los operarios sacan el féretro y lo llevan a las oficinas. Vuelven con él al rato. Una veintena de personas esperan sentadas en los bancos junto a la entrada del camposanto. Entre ellas está la madre del bebé, de 18 años, que fue detenida el martes de la semana pasada y puesta en libertad con cargos el jueves. El padre permanece en prisión. Han venido sus familiares. El resto son otros parientes y amigos y vecinos del Cerezo, donde residía la pareja. Una de las que está es una joven que asistió al niño en un primer momento y le practicó una maniobra de reanimación, para luego instar al padre a que lo llevara corriendo al hospital. La madre no se encontraba en la casa en el momento de los hechos. Estaba con la hermana, que también se encuentra presente, muy afectada.

Mientras esperan llega un entierro multitudinario, en el que el ataúd es transportado en un coche de caballos. Sale el féretro del bebé y arranca la comitiva en dirección al nicho por la calle principal del cementerio. Aprieta el calor. La vecina que reanimó al bebé arropa a la madre, que no consigue llorar. Detrás, unas amigas portan unas bolsas. Llevan globos, peluches y juguetes del bebé. En el vehículo viaja su tío político, la persona que más ha luchado para que el niño tuviera un entierro digno y no fuera depositado en una fosa común. Sufre una enfermedad y tiene que caminar con muletas. La comitiva llega al nicho. Las amigas reparten los globos. "Láncenlos hacia arriba, por favor".

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