Una unidad que parte de cero
La Udyco está renovada casi por completo un año después del escándalo
La desaparición de 154 kilos de heroína y cocaína de la Jefatura Superior de Policía dejó herida de muerte a la unidad antidroga de este cuerpo, la Udyco. Con sus jefes imputados por una presunta omisión del deber de perseguir delitos, un policía de la escala básica encarcelado por la presunta autoría de los robos de droga y un centenar de agentes agotados después de ser investigados durante más de un año, la unidad pasó en poco tiempo de ser una de las más eficaces de toda España a apenas practicar detenciones.
Los policías de esta unidad tuvieron que ser sometidos a pruebas de ADN y todavía muchos se niegan a hablar por teléfono móvil ante la sospecha de que sus aparatos están pinchados por la unidad de Asuntos Internos. La tensión acumulada durante un año alcanzó su punto máximo cuando falleció de un infarto uno de los jefes de grupo de la unidad. La detención de Lars Sepúlveda, el policía al que se acusa de robar la droga de los calabozos, vino seguida de la imputación del jefe de la Udyco, a quien ahora la Fiscalía pide la inhabilitación por dos años pese a que incluso el jefe superior de entonces, Enrique Álvarez Riestra, intercedió por él en los juzgados.
La Jefatura decidió renovar por completo la Udyco tras la detención de Lars Sepúlveda. Cambió de destino al jefe de la unidad, que pasó varios meses suspendido de empleo y sueldo, y a los jefes de grupo y puso al frente de la misma a un inspector jefe que destacó durante años en el Grupo de Atracos y que acababa de llegar a Homicidios. Hacía falta también renovar a la escala básica y empezaron a llegar agentes muy jóvenes, algunos casi recién terminada su etapa de prácticas. Muchos de los que estaban en ella desde hacía años pidieron su cambio de destino ante la desmotivación que reinaba en el grupo y la tensión acumulada. Por ello, se fue conformando una unidad distinta casi por completo a la que existía antes de que se detectara la sustracción de la droga.
La intención era la de romper bruscamente con el pasado, pero durante meses su efecto no fue tan positivo. De buenas a primeras se habían acabado los confidentes y había que empezar el trabajo de cero. Si antes había jefes que llevaban veinte años en la lucha contra el narcotráfico y tenían un amplio conocimiento del mundo del tráfico de drogas en Sevilla, ahora ese bagaje no existía. Esto se notó en las estadísticas. La unidad que había hecho las mayores aprehensiones de droga de los últimos años ahora sólo lograba desmantelar algún punto de venta de manera ocasional.
Con el tiempo, el trabajo comenzó a dar sus frutos y la Udyco ha vuelto a protagonizar algunas operaciones exitosas. La última fue la desarticulación de una banda dedicada al tráfico de anabolizantes que distribuía la mercancía entre los gimnasios y las discotecas, que se saldó con seis personas detenidas. La Jefatura confía en que las investigaciones sigan adelante y se pueda alcanzar en los próximos años el nivel de arrestos que había antes del escándalo. Sólo hace falta tiempo. Mientras tanto, el inspector jefe al que ofrecieron dirigir una comisaría tras 19 años luchando contra el narcotráfico trata hoy de demostrar su inocencia. Y el jefe superior que lo defendió y que era máximo responsable de la Jefatura cuando estalló el asunto trabaja hoy en la Embajada de España en Rabat.
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