Los invisibles · Antonio Manuel Bernalte Calle

"No utilizo el los/las, hay machismo, pero no es por culpa de la gramática"

  • Enseñó Latín en la Sierra Sur, traduce a autores de la Roma poco conocida, canta música de capilla y escribió un libro sobre la mejor Maria Callas.

ES experto en Maria Callas y en El Saucejo. También en Draconcio y en Estacio, pero ésas son debilidades de Antonio M. Bernalte (Arroyomolinos de Montánchez, Cáceres, 1962), profesor de Latín en Sevilla Este.

-¿Flauta travesera o piano?

-Siempre había querido tener un piano en casa. He sido muy novelero. Estudié flauta travesera en el Conservatorio, pero lo dejé. Mi cuñada, Ana Soler, me inmortalizó en un cuadro. Lo que yo soy es cantor de capilla, música sacra y litúrgica con el maestro tenor Joaquín Ruiz.

-¿Dónde aprobó las oposiciones?

-En la mili. En el Soria 9. Había estudiado Filología Clásica y después de unas prácticas en Las Cabezas de San Juan y un año en el Luca de Tena, estuve 19 años de profesor de Latín en un instituto de El Saucejo.

-¿Latín en la Sierra Sur?

-El latín no sólo sirve para saber latín. Un profesor mío decía que servía para tener la cabeza redonda en lugar de cuadrada. Yo daba clases en el instituto Flavio Irnitano, que debe su nombre a doce tablas de bronce, la Lex Flavia Irnitana, que con la firma de Domiciano aparecieron en un asentamiento tardorromano. El alcalde quiso cambiarle el nombre al instituto por Las Cruces.

-¿Cómo es la filología serrana?

-Entre El Saucejo y Los Corrales está el límite del ceceo y el seseo. Las clases eran un gallinero.

-¿Se convirtió en fuerza viva?

-He conocido varios curas y alcaldes. En Los Corrales, donde estaba el cura Diamantino, decían de los de El Saucejo que eran muy beatos.

-¿Aplicó su afición a la música?

-Con los que tenían inquietudes, cada 28-F, además de los himnos de Andalucía y de España, tocábamos Paquito el Chocolatero, Estrella Sublime, Campanilleros. Los lunes y miércoles me quedaba allí y les daba clases de canto. También tuve un grupo de teatro muy bueno. Hicimos una versión de Medea de la que voy a publicar un estudio. Sainetes de los Quintero. Recuerdo el año que la clase coincidía con el reparto exacto de La venganza de don Mendo o el fracaso de Eloísa está debajo de un almendro. El teatro lo dejé cuando nació mi hijo mayor.

-¿Despertó vocaciones?

-Parece que las Letras son más cosa de niñas. Yo no utilizo el lenguaje correcto del los/las. Me parece absurdo. El machismo existe, pero no es por culpa de la gramática. Ahora se impone lo neutro: el profesorado, el alumnado, la ciudadanía. Los eufemismos han existido siempre.

-¿Por qué Maria Callas?

-Ya en el instituto, a mis amigos y a mí lo que nos gustaba era la ópera. Primero, por la televisión y los discos, porque no había lugar para ir a verla, salvo la Carmen de Pedro Lavirgen que vi en la plaza de toros. Escuchábamos La Flauta Mágica, aunque más que mozartiano soy belliniano, verdiano, donizettiano, rossiniano, pucciniano. Me impresionó una Norma en televisión desde el Teatro Real con Montserrat Caballé y Fiorenza Cosotto que me atrapó. Y por Norma precisamente llegué a Maria Callas.

-¿Se abonó al Maestranza?

-Desde el primer día. He visto todas las óperas menos el día que me puse malo enmedio de Las bodas de Figaro. Al principio, compraba los libretos y las partituras. En casa somos muy coleccionistas. Espero de mayor no caer en el síndrome de Diógenes.

-¿Qué lleva a un profesor (de El Saucejo) a escribir un libro sobre Maria Callas?

-Que todo lo que había en español sobre ella eran libros de cotilleo. La amante de Onassis, la diva caprichosa, la que le había pegado una patada en la espinilla a aquel tenor. Tengo en casa libros sobre la Callas en italiano, en francés, en inglés. Debería tenerlos en alemán, pero es una asignatura pendiente, como la flauta travesera cuando la dejé.

-¿Por qué elige cuatro años de la vida de la cantante?

-Entre 1949 y 1953 está en el punto idóneo y óptimo de su vida y de su carrera. Un año después empieza a adelgazar en exceso. Siguió cantando hasta 1964, incluso en 1965 cantó una Tosca en el Covent Garden en la que estuvo la reina de Inglaterra.

-¿Qué hay más allá del cotilleo?

-Que nació en Nueva York, donde vuelve en 1947. Que tuvo en Atenas una profesora española, Elvira de Hidalgo, una aragonesa a la que le cogió allí la Segunda Guerra Mundial. Que lo pasó muy mal después de esa guerra, sus cañones de Navarone, porque por ser cantante de ópera trabajó mucho para italianos y alemanes. Una artista cosmopolita: griega en Atenas, americana cuando estuvo con Onassis, muy francesa en París, italiana cuando se casa con un veronés.

-¿Qué dejó en El Saucejo?

-Buenos amigos. Y kilómetros para dar la vuelta al mundo. La carretera antigua tenía 101 curvas. Un día las conté. El pueblo no se veía porque estaba metido en un hoyo.

-¿Su próximo libro?

-Un volumen de motetes, Christus Factus y Stabat Mater de mi maestro, Ignacio Caballero, que murió en enero y me legó el archivo de su familia.

-También es traductor...

-Hago mis pinitos. Traduje el rapto de Elena, de Blossio Emilio Draconcio, un poeta romano que vivió en Cartago en la época de los vándalos. Y la Aquileida, libro inacabado de Estacio, el gran rival de Marcial por ganarse el reconocimiento de la buena sociedad romana.

-¿Es filólogo cuando lee?

-Te sirve para que no te la den con queso, saber que no hay novedades. Decía Borges que los libros hablan de otros libros. Aprecio lo formal y elaborado. Muchas novelas de consumo tienen páginas que han salido al azar. Están muy bien. Se leen muy bien. Es lectura de sombrilla. Puedes estar pendiente de la niña en la playa y no perder el hilo.

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