calle rioja

Un viaje de Carolina del Sur hasta Macarena del Norte

  • Primicia. Las puertas de Ómnium Sanctórum se abrieron para la Cena en el Domingo de Ramos de 1927 y para una pareja de novios el Domingo de Resurrección de 2021

Iglesia de Omnium Sanctórum.

Iglesia de Omnium Sanctórum. / antonio Pizarro

La parroquia de Ómnium Sanctórum ha vivido esta Semana Santa tan atípica dos hechos verdaderamente extraordinarios. La ciudad buscó fórmulas para mitigar la ausencia de las cofradías en la calle, el parón de las estaciones de penitencia. El lunes desmontaban la exposición de figuras secundarias, tan relevantes, en el Casino de la Exposición. Las tres últimas en salir fueron el Carmen Doloroso, Los Panaderos y Jesús Despojado. En Álvarez Quintero esquina con Entrecárceles, justo encima de la antigua librería Antonio Machado, descolgaban un gigantesco paño de la Esperanza de Triana, a dos pasos de la impresionante muestra In Nomine Dei.

Es cine puro. Sin intermediarios. De ojos foráneos y asombrados. Un equipo de documentalistas norteamericanos pasó por Sevilla entre 1927 y 1930 y tomaron unas imágenes de la Semana Santa que recientemente fueron rescatadas de unos fondos de la Universidad de Carolina del Sur. Ha sido una visión extraordinaria. En las primeras imágenes aparece la fachada de Ómnium Sanctórum abriendo sus puertas para que salga la Cena, hermandad que se funda en esta iglesia en 1580 y con diferentes vaivenes permanece allí hasta que un retén de desalmados le prendió fuego al templo y las imágenes el 18 de julio de 1936. En la esquina de Peris Mencheta aparece gente en un balcón sobre un cartel de la tienda Pescaderías Sevillanas.

"El sevillano ve al Resucitado en Santa Marina y por la tarde se va a los toros"

El segundo momento de gloria de esta parroquia se vivió el Domingo de Resurrección. En los 36 años que lleva de sacerdote su párroco, Pedro Juan Álvarez Barreda, repartidos entre Casariche, Aznalcázar y esta iglesia de la calle Feria, reconoció que era la primera vez que celebraba una boda en Domingo de Resurrección. "Porque este día", contó a los invitados, "los sevillanos lo que hacemos es por la mañana ver entrar al Resucitado en Santa Marina y por la tarde nos vamos a los toros".

Este domingo no hubo ni Resucitado en la calle ni toros en la Maestranza. El único atisbo de paraíso ferial estaba en la calle del infierno. La boda de Juan y Lorena no era una boda cualquiera. Ninguna lo es, sin duda. Los novios se conocieron en Madrid: Lorena, sevillana de los callejones de la Macarena; Juan, de Santander. Las patrias chicas, tan grandes, de Daoiz y Velarde, a los que el destino también unió en Madrid en un episodio que pintó Goya y narró Galdós. La diáspora de montañeses hacia el sur, esos cántabros que buscando las Américas hacían escala en Jandalucía (de ahí los jándalos del poema de Gerardo Diego), habrá dado lugar a muchos cruces sentimentales como el de Juan y Lorena. El hermano mayor de la Macarena, José Antonio Fernández Cabrero, sin ir más lejos, es un marino santanderino que llegó a Sevilla por el amor de una mujer de Cantillana.

El párroco les contó a los invitados llegados de Cantabria (con las pertinentes autorizaciones) que estaban en la primera iglesia fundada por Fernando III después de su entrada en Sevilla en 1248, un templo declarado patrimonio histórico-artístico en un decreto de la II República del mismo año 1931 de su proclamación. La novia lucía un hermosísimo traje blanco, hermoso contraste con el color que domina la portada del libro escrito por su padre, Y la Macarena se vistió de luto, obra del periodista Guillermo Sánchez, un macareno del Tardón, contrapunto de Juan Belmonte, trianero de la calle Feria. El complemento perfecto de ese duelo de centauros del desierto, albero de Sevilla, que formó con Joselito, que ya no pudo hacer el paseíllo el Domingo de Resurrección de 1921.

Los novios eligieron una lectura del Eclesiastés y la carta de San Pablo a los Corintios de ese amor que perdona y espera sin límites. Juan y Lorena salían ya casados, entre una lluvia de pétalos, por la misma puerta por la que se asomaba el impresionante paso de la Cena en las imágenes de abril de 1927 encontradas en unos archivos de Carolina del Sur. Juan y Lorena, Sevilla y la Montaña. Esa línea que recorrieron taberneros y comerciantes, la Montaña de la que llegó el doctor Bedoya, el ginecólogo padre simbólico y científico de tantos niños sevillanos; la patria de Javier López, cántabro de Laredo, el autor de los dos goles a Iríbar en la final del 77 que le dio al Betis la primera Copa del Rey, la que levantó su capitán Juan Manuel Cobo, nacido en Cabezón de la Sal.

Ómnium Sanctórum abrió sus puertas para Carolina del Sur y para Lorena del Norte, la macarena que encontró la Montaña en Madrid. Guillermo, el hermano de la novia, llegó de Salzburgo, patria de Mozart, donde juega al baloncesto.

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