calle rioja

El viaje equinoccial de dos 'hijos' de Silvio

  • Ida y vuelta. Gervasio Iglesias, productor de cine, ha presentado la novela 'Enteógeno 2312' y Julio Muñoz Gijón, el Rancio Sevillano, estrenó en cine su documental 'Madrilucía'

Si Sevilla fuera dual, respondiendo a ese discurso monótono de la dualidad, que es como una coartada para el enfrentamiento, aunque sea civilizado, no tendría nada de original. Todo es dual: la noche y el día, la luna y el sol, la tumbona y la mesa camilla. Sevilla es en todo caso una ciudad múltiple, un poliedro con piernas, las de sus hijos naturales, adoptivos, bastardos o mediopensionistas.

Hay dos personas que han hecho un recorrido a la inversa. Dos triunfadores que nunca se han dormido en los laureles del triunfo. Cuentan que un mando de la Policía Local arengó a su unidad en una visita de la alcaldesa Soledad Becerril y en un exceso de finura atropellada terminó su intervención con un "a trabajar y ya sabéis, a no dormirse en los burdeles".

Los dos tienen en común el devocionario de Silvio Fernández Melgarejo. Gervasio Muñoz Gijón le dedicó su Goya como productor de La Isla Mínima a Silvio y a Camarón; y Julio Muñoz Gijón le puso Silvio a su hijo. Gervasio apadrina el nuevo proyecto de Gonzalo García Pelayo, el Érase una vez Sevilla de este Sergio Leone underground. Y ha saltado del cine a la literatura con su primera novela, Enteógeno 2312, que presentó en el Palacio de los Marqueses de La Algaba en un diálogo con el actor Antonio Dechent. Los enteógenos son sustancias psicoactivas naturales.

Enteógeno 2312 lo ha editado la serie Gong, que también lanza en la colección de Nueva Picaresca el libro De puro milagro, de Harry, una historia en la que aparecen las fotografías de Alberto García Alix y Ceesepe, la música de Burning o las películas de Fernando Colomo.

Julio Muñoz Gijón se dio a conocer con una trilogía, como la de El Señor de los Anillos: El asesino de la regañá, El crimen del palodú y El prisionero de Sevilla Este. Con una pareja de investigadores generación Ave y Pabellón de la Navegación. La primera fue llevada al teatro. En el camino publicó un par de novelas, tiene un programa de radio en la Cadena Sery pronunció el segundo pregón heterodoxo de la Semana Santa de Sevilla. La semana pasada presentó en Nervión Plaza su primera película documental, Madrilucía.

Gervasio Iglesias sería el socio ideal para llevar al cine las aventuras de Jiménez y Villanueva, esa vía de sabuesos Madrid-Sevilla que suena a trayecto del AVE y a partido de fútbol que se jugó ayer en el Bernabéu.

El salto sin red de Iglesias y de Muñoz Gijón, el Rancio para sus miles de seguidores, es la punta del iceberg de una ciudad que vive anclada en el neobarroco a golpe de renacentistas. La aventura de probar, de no conformarse, qué hortera suena lo de salirse de la zona de confort. Se podría escribir una novela entera a base de frases hechas y latiguillos de políticos y tertulianos, pero me estoy pasando siete pueblos.

El Rancio y Gervasio no son los únicos que viajan de la palabra a la imagen y viceversa. García Pelayo sería en ese terreno el patriarca y gurú de los inconformistas. Pero hay más. El jueves pasado me di una vuelta por el Jueves y la Alameda. En el mercadillo me crucé con Víctor J. Vázquez, profesor de Derecho, siempre con un libro bajo el brazo, articulista de este periódico y protagonista de una de las películas de Gonzalo García Pelayo.

Paco Gallardo se había vuelto a meter en las páginas de su Cuaderno de San Lorenzo, a dos calles de su Rock de la calle Feria. Compraba el pan en la esquina de Jesús del Gran Poder con Conde de Barajas, la calle natal de Gustavo Adolfo Bécquer. Venía de ponerse la tercera dosis de la vacuna en el Hospital Militar Vigil de Quiñones. Médico y novelista, junto a la bolsa del pan llevaba un libro, un manual de escritura de Kurt Vonnegut, del que acaba de cumplirse el centenario de su nacimiento. El escritor norteamericano cumplía años el mismo día que Dostoievski y Caballero Bonald.

Por la Alameda, en su bicicleta, pasaba José Luis Rodríguez del Corral. Fue librero de La Roldana, ganó el último premio de La Sonrisa Vertical, que le entregó en persona Luis García Berlanga, y es autor de novelas estupendas como Blues de Trafalgar o Sólo amanece si estás despierto, donde hace universal el hermético espacio de una azotea de barrio. Hay que ir sorteando obstáculos, porque ya empiezan a llegar las atracciones navideñas a la Alameda. El espacio multiusos donde estuvieron las meninas de Manolo Valdés o caminaban, añorantes de la arena del desierto y sus oasis, los camellos que daban vueltas y vueltas con infantes en su grupa antes de volver a sus dunas de Matalascañas.

Sevilla no es dual, es en todo caso tridual, dada a los triduos y demás celebraciones. La calle es el mejor auditorio para pulsar esta modernidad nada impostada. Un grupo de turistas extranjeros, con sus maletas aparcadas, cual cetmes en las paradas militares, aguardaban a entrar en unos apartamentos turísticos. En la placa de la casa de la calle Castellar se lee que allí nació José María Izquierdo. Otro pionero contra la dualidad. Uno y muchos. El creador de la Cabalgata de Reyes Magos del Ateneo. El único nombre propio de Ocnos de Cernuda.

El frío de Sevilla es frío de humedad, de castillos sin Castilla y leones en el Alcázar. La ciudad fernandina o alfonsina, el padre y el hijo, la madre de tantos, madrastra también, esposa y amante, virgen y concubina, de interior y navegable. No son dualidades, sino cualidades de una ciudad que se escapa como el mercurio de los planos de los turistas y de los ripios de los poetastros.

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