Calle Rioja

Con vino de misa Cardenal de Cózar

  • Recuerdo. Los vecinos de Bormujos llenaron la parroquia de la Encarnación en el funeral por Rafael de Cózar, de quien el párroco destacó las virtudes de su humanidad y sencillez.

QUIZÁS sea la segunda aportación de los ateos de Bormujos a la teología. La primera fue Juan Diego, comunista nacido en este pueblo del Aljarafe, encarnando en el cine a San Juan de la Cruz. Ayer, Mario Jesús Moreno, párroco de Nuestra Señora de la Encarnación, ofició el funeral por el eterno descanso, dos palabras que le quedan como a un santo dos pistolas, de Rafael de Cózar, con vino Cardenal de Cózar de la bodega del escritor.

Humanidad y sencillez. El cura definió en esas dos palabras el legado del catedrático muerto en el incendio de su casa el viernes 12. Lo echará de menos en el despacho parroquial, donde le dejó cuatro libros, en La Atarazana, el bar de la esquina, y el Peneque. "A mí me encanta la cerveza y a él el whisky", decía el cura. "Nunca sabías cuándo te hablaba de la realidad y cuándo era ficción". "Ni tú ni nadie", le diría al final de la misa Conchi, la hermana mayor de Cózar, al párroco.

Fueron los demás hermanos del escritor: Ramón, náutico, padre del joven periodista Álvaro de Cózar, avezado en conflictos bélicos, Isabel y Cecilia. Y la familia de su mujer, Natalia. Álvaro, su hermano mayor, conoció a su futuro cuñado "una noche sevillana en la Alcaicería". Acudió la madre política, que suena peor que descanso eterno. Maruja García, suegra de Cózar, sevillana que veraneaba en Cádiz, donde conoció a un montañés exportador de pescado.

La iglesia, para los que fueron de la capital, es una Encarnación sin setas. Un edificio reformado tras las secuelas del terremoto de 1755 en Lisboa, con su historia escrita en cristiano y en inglés. The Lady of la Encarnación, un guiño al alumnado extranjero de su particular tesis de Nancy.

A la plaza de la Iglesia se llega por la calle Vicente Aleixandre. Al funeral fue otro grande de las letras del Aljarafe, Aquilino Duque. A Ana, la hija de Cózar, 20 años, la acompañaron muchos amigos. El funeral se inserta en la apretada agenda de un párroco en Adviento: el sábado 20, concierto de Navidad y zambombá.

"El que no ama permanece en la muerte". Cózar amó tanto la vida que llegó a la inmortalidad de la cita evangélica por un silogismo. Alguien recordó los mandamientos de Cózar: "La primera obligación del ser humano es ser feliz; la segunda, hacer felices a los demás". Que se lo pregunten a sus diez sobrinos. A sus sobrinos-nietos. Diego, siete años, nieto de Conchi, al conocer que ya no lo visitará el tío Rafael, le dijo a su abuela: "¿Y quién me va a decir ahora: ven pacá, cucaracha?".

Más risas que llantos en la puerta de la iglesia. En la misma plaza donde se casó por lo civil con Natalia Turrión haciendo su entrada en una moto Suzuki con ese aire de Bukovski Quiñonero desenfadado al pie de la letra. Estaba terminando una novela coral y según Natalia parte de sus escritos pueden recuperarse.

Salía la gente de misa y llenando los huecos de la memoria, título de un poemario de Cózar que publicó En Huida, cuyo editor, Martín Lucía, fue al funeral.

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