Sevilla FC

La plasmación de lo inevitable

  • Con la primera derrota, ante el Real Madrid, aparecen de nuevo las dudas sobre Lopetegui y las críticas a sus decisiones.

  • El modelo ya evidenciaba falta de fluidez pese a las victorias.

Julen Lopetegui hace una indicación durante el partido ante el Madrid, con Bale a su lado.

Julen Lopetegui hace una indicación durante el partido ante el Madrid, con Bale a su lado. / Julio Muñoz / EFE

Desde luego a Monchi no le ha pillado por sorpresa. Acostumbrado el de San Fernando a una ciudad en la que en lo futbolístico se se deja llevar por la euforia con tanta facilidad como por el catastrofismo, las primeras dudas sobre Julen Lopetegui no han tardado en aparecer tras la primera derrota de un Sevilla que dos horas antes levantaba ilusiones con la ostentación del liderato.

El sevillismo cuestiona ya las decisiones del entrenador guipuzcoano, que antes de cosechar el primer palo tangible con la visita del Real Madrid ya había levantado cierta polémica por no contar con el israelí Munas Dabbur. No deja todo de ser una anécdota, pues no es la primera vez que esto ocurre con entrenadores que después han llegado a tocar plata, no una sino varias veces, pero al menos sí resulta curioso y también retrotrae al sevillismo a meses atrás cuando Monchi anunciaba en una reunión del consejo que su apuesta para liderar el primer proyecto de su regreso al club de sus amores era el ex seleccionador nacional y también ex entrenador del Real Madrid.

Lopetegui tiene aún el crédito a su favor tras un gran arranque liguero que, además, sirvió para entrar en la historia con un nuevo récord, con tres victorias consecutivas a domicilio ante Espanyol, Granada y Alavés. Pero se ha cuestionado sobre todo su perseverancia en apostar por Luuk de Jong como referente de ataque, lo que no se tradujo en ocasiones claras de gol ante el Real Madrid, frente a las opciones que Monchi puso a su disposición en la plantilla, el mencionado Dabbur y el mexicano Chicharito.

Entrar en debates sobre gustos sobre unos futbolistas u otros no debe alterar el normal desarrollo del proceso de construcción del modelo por parte del entrenador, pero sí ha sido evidente y –y ahí es donde pierde valor el criterio del aficionado– que mientras el Sevilla ha estado ganando también ha habido cosas que el propio entrenador ha advertido que había que “mejorar”.

El Sevilla, tanto en la segunda parte ante el Celta en el Sánchez-Pizjuán, fase que dio lugar al empate de Denis Suárez (1-1), como en el tramo final ante el Alavés en Mendizorroza e incluso durante muchos minutos –hasta el gol de Chicharito– ante el Qarabag al no saber salir del atasco, mostró ciertas carencias que no habían llamado tanto la atención como cuando las ha puesto al desnudo un buen Real Madrid al que le bastó jugar con intensidad y utilizar una de sus armas, la presión adelantada.

Este Sevilla, con todo lo invertido, ha evidenciado que le falta fluidez a partir de la zona de tres cuartos, donde el esquema de interiores y extremos por dentro genera mucha posesión pero poca capacidad de sorpresa.

Además, atrás, si bien es cierto que había mostrado mucha solidez casi minimizando hasta el extremo la capacidad de los rivales para crearle ocasiones de gol, ha habido partidos en los que el rival ha sabido originarle una superioridad numérica peligrosa en la zona cercana a los centrales.

Cerco a la presión arriba y a los laterales

El Real Madrid supo contrarrestar las dos principales armas del Sevilla de Lopetegui, con las que había logrado sorprender fundamentalmente en sus salidas. La presión coordinada en zonas adelantadas y la importancia del robo tras pérdida eran fuentes de ocasiones para un Sevilla en el que los laterales, con los pasillos que le proporcionaban los interiores y las basculaciones de los extremos, son señas de identidad claras en el inicio del curso. El Madrid le jugó con su misma medicina: puso intensidad y presionó arriba, además de fijar a Jesús Navas y a Reguilón con extremos de calidad como Bale y Hazard.

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