El derbi sevillano | Presentación

Mendilibar versus Pellegrini, duelo de venerables estrategas

Mendilibar y Pellegrini se saludan antes de un Málaga-Osasuna de 2011.

Mendilibar y Pellegrini se saludan antes de un Málaga-Osasuna de 2011. / Loreno Carnero

Y de repente, mañana, derbi. Y no un derbi cualquiera, de esos que pone en liza sólo la rivalidad local y la posterior guasa por todos los rincones de la ciudad. El Betis aún aspira a dar caza a la Real Sociedad (7 puntos de desventaja) y al Villarreal (sólo dos) para acabar cuarto, lo que alegraría mucho a Haro y Catalán antes de sentarse a hacer cuentas. Sus dos victorias, fundamentales, ante Athletic y Rayo han relanzado a los verdiblancos, que por algo han morado toda la temporada en la zona noble. Y ganar en Nervión, de las cosas más placenteras para un bético, puede alentar el sueño de Champions: la Real visita hoy al ya campeón Barcelona. Ojo.

Vasos comunicantes

Pero lo que le confiere la sintomatología extrañísima a este duelo del fútbol sevillano, se encuentra en el vestuario donde se viste y desviste el cuadro local. Desde que cruzó la puerta José Luis Mendilibar, el Sevilla experimenta una transformación nunca antes vista por estos pagos, que de momento lo ha llevado a la final de la Europa League, su Europa League, tras tumbar con fútbol, también con casta y coraje, pero sobre todo con fútbol, a Manchester United y Juventus. A los clubes más poderosos de Inglaterra e Italia, ahí es nada.

En las charlas anónimas entre béticos y sevillistas previas a la vuelta de este jueves ante la Vecchia Signora, no pocos seguidores verdiblancos estaban dispuestos a pagar con una derrota en el derbi que sus vecinos hincaran las rodillas ante los italianos. Por mucha sequía que padezcamos, la ley de los vasos comunicantes es implacable y fluye en un sentido otro según los acontecimientos.

Hasta la llegada de Mendilibar, esos vasos comunicantes metían una presión casi insoportable en las mentes sevillistas. El temor a un descenso no era infundado, se había recrudecido en aquel espantoso partido del Sevilla en Getafe, que dio con Jorge Sampaoli y su retorcido verbo en la calle. El Sábado de Pasión, 1 de abril, Mendilibar debutaba en Cádiz. Y su llegada ha tenido un efecto similar al de Simeone en aquel lánguido Atlético de Gregorio Manzano.

Y si los aficionados béticos se relamían, no hace ni dos meses, con la posibilidad nada descabellada de gritar “¡A Segunda!” en el Ramón Sánchez-Pizjuán (en sentido contrario también sucedió y hubiera sucedido), el escenario ha dado un giro tan radical, que el sevillista acudirá a la grada sin el enorme peso que ha cargado durante los primeros siete meses de campaña y con la euforia aún latente por lo del pasado jueves.

Ese tsunami moral del sevillismo es el mismo que nutrirá las mentes de los once jugadores que elija Mendilibar. Saldrán liberados. Y con la misma sugestión que aquel ciclista derrengado que, subiendo un puerto, avista a lo lejos al que persigue y de repente se levanta del sillín. Cuestión de cabeza.

Será toda una prueba de firmeza para el Betis el subidón sevillista. Y los béticos, de la mano de Manuel Pellegrini, han demostrado con creces su personalidad en situaciones muy hostiles y adversas, ante equipos hiperexcitados y estadios hirviendo: en Anoeta en la Copa del año pasado, por ejemplo, o en San Mamés en su última salida liguera, para qué ir más lejos.

El propósito bético está claro: que Guido Rodríguez, Canales, Carvalho o Rodri se hagan con la pelota y que, de repente, las sobreestimuladas cabezas sevillistas reparen en que es muchísimo el plomo acumulado en las piernas. Correr tras el balón agota de por sí. Y más a un equipo que tres días antes ha jugado más de 120 minutos de extrema tensión. Ahí estará el quid del partido para el Betis, que es experto en templar calderas con su gran concepto colectivo de este hermoso deporte.

Pulso entre patriarcas

El Betis va a querer apropiarse de la pelota desde el primer minuto, pues sabe que su centro de gravedad radica en posiciones adelantadas, es un equipo parido para atacar y no para guarecerse y morder. Pero Mendilibar sabe que ha resucitado a un muerto por el espíritu audaz de su manual: apretar arriba, dinamizar el juego, simplificar los ataques. Será apasionante ver quién se sale con la suya y somete al otro.

Pellegrini es un seguro en salidas ante equipos de un potencial similar al bético, como es el caso: esta temporada ganó en San Sebastián y Bilbao, y en Villarreal arrancó un empate que bien pudo ser otra victoria. Siempre con personalidad y carácter.

El chileno es hombre flemático en sus maneras, pero a veces en sus comentarios tras los partidos, trasluce también esa mala uva que tan bien suele sentar para los propios intereses del grupo que maneja. Y ahí, querrá sacarse la espina de no haber derrotado aún al Sevilla en derbis ligueros. Le ganó el mejor de todos, la eliminatoria a partido único que luego acabó en gloria pura en La Cartuja, pero en Liga, dos derrotas en Nervión (1-0 y 2-1) y una derrota y dos empates en Heliópolis (0-2 la pasada Liga, 1-1 hace dos años y hace unos meses).

Pellegrini lleva dirigidos 442 partidos en Primera, son demasiadas las batallas para dejarse llevar por sus ansias de ajustar cuentas y perder el control. Su fiabilidad es admirable: sus equipos (Villarreal, Málaga, Real Madrid, Betis) jamás bajaron de la séptima plaza final en la Liga y de nuevo va a suceder este año. El estratega que tendrá enfrente también tiene mucha, mucha mili: 456 encuentros suma Mendilibar, que va a tratar de aprovechar todo ese enorme caudal de energía positiva que fluye desde que llegó.

El Sevilla cree a pies juntillas en lo que propone el vasco sobre la hierba. Es un equipo en el sentido más noble de la palabra. Quién lo diría cuando Acuña rompió el folio sobre la hierba aquella dislocada noche ante Osasuna. Lleva 6 victorias, un empate y una sola derrota en la Liga. Dos victorias y dos empates en Europa. En casa, aquel empate a dos ante el Celta con un jugador menos desde el minuto 20, y la justa derrota ante el Girona (0-2) han sido los tropiezos del Sevilla de Mendilibar, cuya respuesta en partidos de un voltaje aún más alto que el de este derbi (United, Juventus) ha sido óptima.

En los 14 enfrentamientos entre equipos dirigidos por ambos entrenadores a lo largo de la Liga, el balance es de 4 victorias para Mendilibar, 5 para Pellegrini y otros tantos empates.

Los verdaderos actores

Al final, aunque el envoltorio influye y no poco, esto va de veintidós deportistas de alto nivel alrededor de una pelota. En el Sevilla, más que jugadores, que faltarán (Marcao, Joan Jordán), se echará de menos que las reservas energéticas sean más generosas. Los anfitriones han jugado cuatro partidos más que los visitantes desde que el Manchester United ganó en el Benito Villamarín. Y los cuatro encuentros, de máxima exigencia.

Volverá Pape Gueye al equipo inicial del Sevilla, Tecatito al banquillo (ambos no están inscritos en la Europa League) y el técnico tendrá que evaluar el desgaste de unos y otros tras la durísima batalla ante la Juventus: Fernando, Rakitic, Jesús Navas, Ocampos…

En el Betis, la baja de Fekir (la otra, mucho menos trascedente, es la de Víctor Ruiz), por dilatada ya en el tiempo, no deja de ser traumática. De muchísimo peso. Por lo que genera el galo, y por lo que libera a sus compañeros al atraer rivales con sus conducciones, regates y asociaciones en corto. Luiz Henrique no termina de agarrar la camiseta de titular y Rodri, tras sus buenos minutos con el Rayo, se postula para esa línea de tres que completarán Canales y Ayoze.

Dos derbis verdiblancos

El árbitro pretende salir de puntillas de todo derbi. Es lo que tratará de hacer el extremeño Gil Manzano, el árbitro español de más calado internacional hoy (acaba de pitar uno de los derbis milaneses en Champions). Está en un buen momento de forma y ya sabe lo que es pitar un derbi sevillano. Lo hizo en dos ocasiones y los béticos guardan un inmejorable recuerdo de ambos: el 3-5 con Setién el 6 de enero de 2018 y el 1-0 de septiembre de ese mismo año, en el arranque de la Liga siguiente, la primera de VAR y que estuvo marcado por la expulsión de Roque Mesa en su acción con el portero Pau López.

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