Desde mi córner
  • Eliminar al equipo que destronó al eterno es acicate para maquillar un curso tan mediocre

Pamplona en enero y llega el Sevilla

SERÁ a las lóbregas diez de la noche en el enero pamplonica cuando el Sevilla inicie la escalada a unas semifinales coperas que maquillarían una campaña tan rara como la que está padeciendo. Que el premio sea una semifinal del segundo campeonato doméstico es motivo más que suficiente como para que la tropa de Sampaoli deje aparcadas sus dudas ligueras. Y todo cuando sólo haya ruido en El Sadar de una Pamplona en hibernación.

Una barbaridad la hora en que han puesto el Osasuna-Sevilla, algo similar a cuando se programan partidos a las seis de la tarde en el verano hispalense. Es como si a la crueldad del calendario se le añadiese un plus de peligrosidad física por parte de los que todo lo ven desde la confortable barrera de la sala de estar. En fin que las cosas son así porque así lo ordena el dinero de las televisiones, que no dan puntada sin hilo y que a futbolistas y espectadores les vayan dando.

Pero dejemos de machacar en frío y vayamos a lo que se anuncia en la rápida grama de El Sadar. Osasuna le lleva diez puntos al Sevilla, pero eso no quiere decir absolutamente nada. Aquí todo es un volver a empezar y del pasado sólo existe que los navarros llegan de destronar al campeón y eso imprime carácter. Claro que también el Sevilla ha ido superando escalones y con el mérito de no haber comparecido ante su clientela ni se sabe desde cuándo la última vez.

El partido presenta esa dificultad de jugar con la grada soplando en plena proa sevillista. Y El Sadar aprieta de lo lindo en los momentos clave, pero bien que demostró el Sevilla el pasado sábado que vive y hasta colea con denuedo. Es una oportunidad manifiesta de darle una capa de maquillaje a la temporada. Eliminar a Osasuna, el equipo que destronó al eterno, es un acicate, un paso importante para coger impulso y arreglar de una vez un curso tan a contraestilo.

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