Lopetegui: entre la rabia competitiva y la base científica

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La arriesgada apuesta de Monchi para su proyecto en el Sevilla es un técnico moderno con más brillo en su horizonte que a su espalda

Las ganas de hacer ruido en el fútbol tras dos situaciones complicadas (su salida de la selección y el fracaso en el Real Madrid) son el mayor aval para el de San Fernando

Lopetegui: entre la rabia competitiva y la base científica
Lopetegui: entre la rabia competitiva y la base científica / Javier Etxezarreta / Efe

A Monchi le atrae el coraje, la rabia que debe esconder dentro. El de San Fernando además no es nuevo en apuestas de este tipo. En su exitosa carrera como gestor siempre ha asumido correr esos riesgos, apostar a caballo ganador justo cuando acaba de terminar una carrera el último. ¿O no fue igual con Luis Fabiano, con Nasri incluso...? Esa rabia interior hace que las ganas por hacer ruido en el fútbol se multipliquen por diez en un escenaro además atractivo como el que ofrece un club como el Sevilla.

Eso por un lado. Por otro, Monchi, que sabe hacer perfectamente paréntesis en las carreras de los profesionales que elige y arrastrar los bloques de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, sabe a la perfección todo lo que Lopetegui esconde y ha expuesto en el plano táctico, que al fin y al cabo es lo que importa junto con sus artes en la dirección de equipos.

En este sentido, el corte que hay que mandar fuera del documento final y que será el que presentaría en el consejo es el de sus meses en el Real Madrid. Quitando eso, el valor conceptual del trabajo que puede ofrecer Lopetegui es el que se podía atisbar antes del Mundial, justo antes de su abrupta salida cuando pretendía incorporarse al club del Santiago Bernabéu pasado la cita de Rusia 2018. No lo dejaron. Eso hay que aclararlo, no dejó tirada a la selección: lo sacaron.

Punto de retorno: sustituto de Del Bosque

Riqueza táctica y sentido común podían señalarse como los dos pilares sobre los que se sustentaba entonces la elección de Lopetegui como sustituto del hombre que mayor gloria le ha dado al fútbol español, Vicente del Bosque.

Cuando la sapiencia y la eficaz gestión del grupo que llevaron al salmantino a lo máximo tomaron la decisión de dar el paso atrás, surgía en la España futbolística la gran incógnita. ¿Qué virtudes debía tener quien tomara el testigo? ¿A qué perfil debía ceñirse quien se pusiera al frente de un equipo de leyenda y abordara el espinoso e inevitable asunto de una necesaria regeneración sin que afectara a la armonía del grupo y que elevara al mismo tiempo el nivel competitivo?

Ni como jugador ni como entrenador el brillo más allá de lo justo ha acompañado a Julen Lopetegui Argote (Asteasu, 28-8-66) a lo largo de su carrera. Unos pocos partidos computados en el Real Madrid y en el Barcelona; un único entorchado internacional (derrota por 0-2 ante Croacia en un amistoso en 1994); una testimonial presencia mundialista en EEUU 94 como tercer portero y unos más que discretos resultados como entrenador de clubes al frente de Rayo Vallecano, Castilla y, por último, en el Oporto, de donde salió muy tocado por la críticas...

Julen Lopetegui
Julen Lopetegui / Rosell

Célebre por una inoportuna lipotimia en directo como analista de televisión para La Sexta durante el Mundial de Alemania 2006, la edificación del perfil de Lopetegui parte de una humildad heredada de sus orígenes, de su ilusión como portero de la Real Sociedad y de su llegada con perfil bajo al fútbol de los grandes y hasta, de puntillas, al de la selección.

Perdió claramente en el Barça la batalla con Carles Busquets como heredero de Zubizarreta y de aquello le quedó, aparte de muchas horas de banquillo, poder dirigir a su hijo Sergio, probablemente el mejor conductor y a la vez hombre equilibrio al nivel mundial.

El aval de una generación de oro

¿Pero cuáles han sido los méritos entonces de Lopetegui? ¿De dónde proceden sus conocimientos? ¿Hacia dónde se dirigen sus aportaciones? Tras un amago de giro conceptual extraño hacia Joaquín Caparrós, la Federación quiso apostar por una línea continuista quizá sabiendo el difícil toro que había que lidiar en una selección en la que algunas leyendas sobrepasaban peligrosamente ya la treintena. Iker Casillas, Xavi Hernández, Fernando Torres... El proceso requería tacto y, al mismo tiempo, mano firme, pero también, y más que nada, un profundo conocimiento de lo que venía por detrás.

De esta forma, su trabajo en los escalafones inferiores de la selección se convirtió en el mejor aval de Lopetegui. Dos títulos de campeón en los Europeos sub 19 y sub 21 y una generación de talentos amamantados en sus pechos con los mimbres necesarios para la renovación: Thiago, Isco, Carvajal, De Gea... Todos con un ADN único y privilegiado, el que se gesta en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas.

Pero en el haber de Lopetegui está fundamentalmente que ha dado a la selección española mucha más riqueza táctica que sus antecesores, Luis Aragones y Vicente del Bosque, quienes han sido más que otra cosa buenos gestores de grupo, quizá motivadores a gran escala, pero a la antigua usanza.

El fútbol actual requiere, aparte de esas virtudes –y mucho más al más alto nivel imaginable como puede ser un Mundial–, otros aspectos en los que quizá el entonces seleccionador podía ser el hombre idóneo. Y lo fue.

Varios registros tácticos, un uso adecuado de las nuevas tecnologías y sus herramientas de análisis y bases de datos tanto para el conocimiento del rival como del rendimiento propio... hacen de Lopetegui un seleccionador actual muy alejado de las figuras de sus antecesores en la selección, el entrenador que hoy triunfa en el fútbol, con un equipo de colaboradores en el que el flujo de trabajo se retroalimenta para el conocimiento y la mejora día a día.

Habrá quien defienda que eso, tratándose de los mejores futbolistas de España, no es necesario, pero entonces no será un análisis completo. Si el talento futbolístico va acompañado de la mejor base científica, el resultado será mucho más apreciable de cara al exterior. Y se trata de competir con las mejores selecciones.

Lopetegui consiguió dotar a la selección de una serie de herramientas tácticas que pueden convertirse en un multiusos al que recurrir en según qué circunstancias. Bajo la base del 4-3-3 heredado de Del Bosque, el entrenador guipuzcoano ha consolidado una estructura que puede ser tan férrea como versátil y en la que la clave puede estar en los dos falsos extremos, que acaban siendo mediapuntas capaces de bascular de banda a banda y de ayudar a crear superioridades junto al delantero, al lateral de cada ala, el interior y el medio centro.

Juego desde atrás

Con un trabajo concienzudo de salida del balón en el que David de Gea ha sido la piedra angular, se puede decir que España es una selección más completa incluso que la que ganó el Mundial de Sudáfrica. El pase de 70 metros del meta del Manchester United a Iago Aspas en el 6-1 a Argentina puede ser una muestra de ello, pero para entenderlo bien hay que mirar qué es lo que pasa en los segundos previos a ese pase, cómo se generan los espacios, cuáles son los movimientos, las pausas y la toma de decisiones en el tiempo exacto –ni una décima antes ni una décima después– de lo que pide el desarrollo del juego.

Quizá en esa jugada pueda entenderse con más nitidez la amplitud táctica de una selección que tiene diferentes registros y que cuenta con un puñado de futbolistas que, juntos, pueden hacer maravillas de la asociación y del juego combinativo.

Otra cosa es la finalización. La escasez de delanteros es el gran caballo de batalla durante años en España y Lopetegui fundamentalmente ha tratado de generar un entramado de llegadas desde la segunda y hasta la tercera línea para paliar este déficit que aún hay que ver si finalmente Diego Costa o Iago Aspas no son capaces de solapar.

Una defensa de tres para acorralar a rivales encerrados rodeándolos desde unos laterales largos, situaciones asimétricas para explotar profundamente y con espacios un carril mientras genera superiorad numérica en el contrario, saber atraer al enemigo tocando atrás para desnudarlo a las espalda de la defensa, tener paciencia para tocar en tres cuartos y hacer aparecer al hombre libre que ataque al intervalo... nunca se sabe cómo te podía ganar España, pero te ganaba.

Lo de Lopetegui, tras una fase de clasificación casi impoluta, puede resumirse en una sentencia muy taurina y cada vez más en uso para vaticinar el final de un entrenador: puerta grande o enfermería.

Es otro concepto a lo anterior, de lo conocido, de esa función que apenas se limitaba a motivar, a alinear y a evitar que surgiesen fuegos internos. Lopetegui tiene una dirección, un plan, una base científica, un proyecto de fútbol... Lo único queda es resetearlo todo. Y que funcione.

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