Sevilla-Qarabag

En la época de Frozen, un Sevilla de hielo (2-0)

Bryan celebra el gol al Qarabag entre Fondo y Gol Sur.

Bryan celebra el gol al Qarabag entre Fondo y Gol Sur. / Antonio Pizarro

Cinco triunfos de cinco posibles, los 15 puntos que se han puesto en juego hasta el momento, todos los euros que ofrece la UEFA en esta Liga Europa por triunfo, lo que equivale en la bolsa a dos millones ochocientos cincuenta mil si se tiene en cuenta que la victoria se paga a 570.000... En noches así es mucho mejor quedarse con los datos objetivos, sobre todo si éstos figuran en el haber y no en el debe, porque el nivel ofrecido por el Sevilla esta vez nada tuvo que ver con el mostrado en las cuatro citas anteriores. El conjunto de Julen Lopetegui, al contrario que otras veces, parece que se contagió de la película Frozen, tan en boga en estas fechas, y todos sus integrantes se congelaron de una forma incomprensible.

Porque la imagen también cuenta, y mucho, en un fútbol que vive tanto de las cámaras y algunos futbolistas de este Sevilla, hombres que, como en el caso de Rony Lopes, le han supuesto a la entidad un desembolso de 23 millones de euros, por mucho que fueran para que Ben Yedder entrara en los balances anuales con un precio de 40, no se dignaron siquiera a pelear por ganarse una camiseta de titular en el futuro. Ésa fue la gran diferencia respecto a los anteriores compromisos europeos disputados hasta ahora por la segunda unidad, que en los exámenes previos los postulantes sí se habían hecho acreedores a ser tenidos más en cuenta por Lopetegui a la hora de confeccionar las alineaciones.

Lopetegui volvió a mover el árbol con 11 futbolistas nuevos con respecto al equipo titular en Valladolid

Contra el Qarabag no fue así, en absoluto, y sobre todo en el primer periodo la imagen de los sevillistas fue paupérrima. El rival tampoco invitaba a tomárselo muy en serio, pero los casi 20.000 espectadores que desafiaron a la invitación de sentarse junto a una estufa, merecían un mayor respeto por parte de quienes fueron los elegidos por Lopetegui para defender la camiseta sevillista. Pero no, casi ninguno de los titulares llegaron al nivel mínimamente exigible y el resultado global era imposible de defender en cualquier análisis.

Rony Lopes tal vez sea el mejor ejemplo de la indiferencia con la que se tomaron algunos el juego, pero no fue el único, ni muchísimo menos. Tampoco Chicharito, por citar a otro, se empeñó en tener mayor protagonismo en el futuro. Y si estos dos tenían más que ver con la actitud, en otros casos, como Dabbur, era más por la aptitud, pues el israelí no pudo estar más desafortunado cuando se movió por la izquierda en ese dibujo ideado por su entrenador en el que el Gudelj era el ancla en el centro del campo para diseñar un dibujo parecido a un 1-4-1-4-1. Y lo mismo se podría decir de un Munir tan pinturero en sus detalles como miedoso de sufrir un empellón por parte de los rivales que lo pudiera dejar un tiempo fuera de los terrenos de juego por lesión.

Aunque es cierto que en unos casos fue más que en otros, así se podría ir haciendo un análisis negativo por parte de los once profesionales que arrancaron el litigio con el escudo del Sevilla en el pecho. Porque el global de todo fue un equipo que monopolizaba el balón, con un 68 por ciento de la posesión hasta el intermedio, pero que era incapaz de romper líneas jamás. Eran toques, tratar de buscar a un compañero algo más adelantado, pero sin velocidad, sin intensidad. Ni siquiera Óliver Torres ni Gudelj, tal vez los que menos desentonaban con el balón, eran capaces de alterar el helado discurrir de los acontecimientos en ninguna acción.

Con la salida del apático Rony Lopes, el Sevilla mejoró algo y se puso por delante con el gol de Bryan Gil

Lopetegui no podía estar contento con lo que estaba viendo, era imposible que mostrara algo de satisfacción con el espectáculo que ofrecían los suyos cuando al descanso se arriba con un cero a cero entre miradas de incredulidad por parte de todos los sevillistas allí presentes. Es cierto que no había casi nada en juego, que el primer puesto del grupo ya estaba asegurado, pero...

La reacción del vasco fue señalar por la vía de urgencia a un Rony Lopes extremadamente apático e indolente con todo. Bryan Gil fue el primer recurso del banquillo para que el joven canterano destilara algo de amor propio. Y por esa vía llegaría el primer tanto, cuando un disparo desde la frontal del barbateño tocó entre Dabbur y Mammadov y se convirtió en el uno a cero. Sólo siete minutos en el campo y el zurdo de la cantera ya había hecho muchísimo más que Rony.

Tampoco es que el juego mejorara en exceso desde entonces, pero el Sevilla, al menos, sí pareció ir entrando en calor con la participación del Mudo Vázquez y de Mena. Hasta que Dabbur firmó el segundo en la prolongación y dejó a los aficionados con un sabor de boca algo mejor. Mejor quedarse con los datos, por supuesto, porque sobre el césped la sensación de frialdad superó al hielo que invade en Frozen.  

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