Sevilla FC - Granada CF | La crónica

El Sevilla es de Champions pero quiere más

  • El admirable equipo de Lopetegui enlaza su quinta victoria seguida y se clasifica otra vez para el mejor torneo europeo con ¡cinco jornadas de antelación!

  • Los sevillistas, legitimados a soñar con la Liga

Lucas Ocampos remata ante Foulquier para hacer el segundo gol del Sevilla.

Lucas Ocampos remata ante Foulquier para hacer el segundo gol del Sevilla. / Antonio Pizarro

Reconocimiento, admiración, incluso pleitesía al Sevilla de Julen Lopetegui, una máquina de ganar que se acaba de clasificar para la Liga de Campeones con ¡cinco jornadas de antelación! después de haber disputado ya 64 partidos oficiales en una temporada que encaró tras unas cortísimas vacaciones de apenas dos semanas y, ojo, disputando también el mejor torneo continental, una exigencia que pocos equipos españoles que no sean Madrid, Barça y Atlético saben compaginar.

Arrebatadora la trayectoria que describe este pujante equipo al que sólo le falta una cosa que no es menor: la simbiosis con su gente en la mayúscula fiesta, que el sevillismo le agradezca desde la grada la cascada de alegrías que le está regalando las dos últimas temporadas, que son las que lleva Lopetegui en el puente de mando. Disfrutar de la hoguera de Nervión encendida, atronando cánticos. Eso merece este grupo de héroes que está haciendo historia más solo que la una, sin un gramo de aliento.

Ante el Granada, el Sevilla volvió a dar una lección de manejo, cuajo, seriedad, sapiencia. Y sólo se alteró e inquietó cuatro minutos. O más bien, tres más uno. Porque el árbitro De Burgos Bengoetxea dio los tres pitidos finales pasado el tercer minuto de tiempo añadido cuando el cartel había mostrado un cuatro, los del Granada se fueron para él como una manada de lobos y, tras un momento de confusión, con los sevillistas ya camino de la caseta, el colegiado ordenó que había que jugarse 60 segundos más.

Hasta Acuña se tuvo que enfundar las medias en la banda otra vez. Pero el manejo del Sevilla en el encuentro fue el que tuvo en ese minuto de propina que dio una leve esperanza a los hinchas del Atlético, el Barça y el Madrid. Los de los equipos que luchan en el mismo estrato que este Sevilla.

La pelota ni se acercó al área de Bono, el partido acabó y los sevillistas computan ya 70 puntos, 70 puntazos, con 15 aún por litigar. Los mismos con los que acabó cuarto el pasado curso y empatado a puntos con el tercero, el Atlético. Y con veinte puntos de ventaja sobre el quinto en espera de que hoy juegue la Real Sociedad. Veinte puntos. Impactante.

Cinco victorias seguidas enlazan ya los blancos en la Liga. Y si en la cuarta de esta serie decidieron los dos fichajes invernales de la pasada temporada, Suso y En-Nesyri, esta vez tuvo un papel clave el refuerzo de la pasada navidad, el Papu Gómez. El argentino fue la pieza que desmontó el férreo mecano que ha levantado Diego Martínez en Granada. Se coló entre líneas, se desmarcó con astucia al espacio, sobre todo a la esquina izquierda del ataque sevillista, y por ahí lo encarriló todo. Provocó un penalti que transformó Rakitic al cuarto de hora y en el arranque de la segunda, se coló en un saque de banda y asistió a Lucas Ocampos.

A partir de ahí, un control que sólo se resintió en los últimos minutos, cuando ni Jordán, ni Óliver ni Gudelj se hicieron con la pelota para desahogar y llegó ese penalti moderno por el cabezazo que Soldado estrelló en el codo de Acuña y transformó el veteranísimo y canchero delantero.

Diego Martínez, como ya hizo la temporada pasada en el Ramón Sánchez-Pizjuán, ordenó a su coriáceo equipo a presionar sin remilgos desde el primer minuto. Dispuesto bajo un sistema 1-3-4-3, con tres centrales, los carrileros Foulquier y Carlos Nevas solieron maniobrar a la altura de Gonalons y Yangel Herrera en la zona ancha, y el trío Kenedy-Luis García-Antonio Puertas pisaron terreno muy adelantado para forzar errores en la ya conocida salida en corto de Bono y los defensas sevillistas.

Y los primeros minutos volvieron a mostrar a un Sevilla incómodo, con constantes pérdidas en la gestación de las jugadas. No duró mucho esa fase de indecisión. En cuanto el Papu Gómez se desenganchó para aprovechar el espacio entre los centrales y los medios granadinistas y Acuña sacó ese tiralíneas que posee en su pierna izquierda, el Sevilla le bajó los humos al competente y admirable Granada.

Como ocurrió en el Sevilla-Granada de la pasada Liga, era cuestión de que los anfitriones salvaran esa línea de presión y la sensación de peligro brotaba para el portero portugués Rui Silva. Así, Acuña sirvió un pase interior al Papu, en la primera de sus irrupciones en el borde del área, y el argentino soltó un zurdazo seco, potente y muy malintencionado que se marchó cerca de la escuadra derecha de Rui Silva (10’).

Cinco minutos después, una fantástica parábola de Acuña desde muy atrás invitó a Lucas Ocampos a hacer lo que más le gusta, galopar sin riendas. El central diestro Nehuén acudió al cruce, llegó tarde y el camino le quedó expedito al sevillista para pisar el área desde el extremo siniestro. Vio la incorporación, otra más, del Papu, que recibió en ventaja el cuero. Pero Gonalons se le echó encima. Penalti clarísimo que transformó Rakitic.

El Granada jamás perdió la fe. Diego Martínez cambió en el descanso a Nehuén y Kenedy por Quini (retrasó a Foulquier) y Darwin. Luego, entraron Soldado, Molina. Pero el Sevilla sólo dudó muy al final. Cuando ya no había tiempo para más. O más bien, para sólo un minuto más. Qué equipazo de Champions.

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