El Sevilla, de pronto, se ha convertido en un avispero de imprevisibles consecuencias. El equipo se juega su continuidad europea en un ambiente de máxima tensión tras lo vivido en la Junta de Accionistas. Muchos sevillistas de base están indignados con los indicios de venta por parte de los accionistas mayoritarios a capital extraño, si no extranjero. El ingreso en el consejo de administración de la sociedad Sevillistas Unidos 2020 S.L. fue la gota que colmó el vaso.

Se rebosó completamente con el voto contrario por los mayoritarios a las reformas de los artículos 7º, 8º y 18º de los Estatutos Sociales, encaminadas a rechazar la especulación con la sociedad: el blindaje del estadio, la transmisión de acciones a abonados sevillistas y limitar el voto de cualquier accionista a un 30%. Y José Castro vivió su peor día como presidente del Sevilla.

En este contexto, lo que suceda este jueves en el Ramón Sánchez-Pizjuán, la respuesta de una afición indignada por lo que medio destapó Carolina Alés con su franca y legítima –la coletilla del dinero sobró– pero inoportuna intervención es impredecible. El sevillismo no suele andarse con medias tintas cuando le tocan sus adentros, aunque también deberían saber muchos aficionados indignados que muchos de esos sevillistas, incluso alguno que se rasga ahora las vestiduras, fueron los primeros en vender.

Según ha podido constatar este diario por distintas fuentes, han sido más de 2.000 los accionistas que han caído en la tentación de la infladísima compraventa. Más de 11.000 acciones han sido pasto de estas transacciones en los últimos meses. Es un número elevadísimo, pues los 6.208.020 euros que forman el capital social del Sevilla están repartidos en unas 8.000 personas, y muchos de los títulos están extraviados (entre 6.500 y 7.000 títulos), por distintas circunstancias como el desuso de sus derechos o el fallecimiento de su titular original sin que se haya regulado la titularidad por los herederos.

Es decir, un elevado porcentaje de accionistas, algo difícil de cuantificar por el extravío de títulos, ha vendido sus acciones en un frenesí sin antecedentes en la historia del club, y puede que de los clubes de España. No todos son Alejandro Cadenas, el propietario de 300 títulos que encendió la Junta con su emotivo discurso. Ni Juan Luis Villanueva, que sale del consejo porque no le gusta cómo se ha encauzado todo.

Todo es producto de la carrera de la compra de acciones que parece que inició José María del Nido, por necesidad o por lo que fuera, y que siguieron, en principio para evitar un vuelco en el reparto del poder, José Castro, Rafael Carrión, Francisco Guijarro y Roberto Alés, inducidos todos por las distintas ofertas de compra que empezaron a llegar a un club que en los últimos seis años ha tenido unos ingresos de 902,6 millones de euros y que presenta 100,6 millones de euros de fondos propios.

El Sevilla de los seis títulos europeos y tres nacionales del siglo XXI, el Sevilla del crecimiento sostenido pese a los durísimos avatares que ha sufrido, es una perita en dulce para los inversores extranjeros. Y sus accionistas mayoritarios, divididos por una guerra que nadie supo frenar, no han podido resistirse a la realidad de un fútbol imbuido de tiburones financieros. Pero nadie ha sabido encauzarlo o comunicarlo y la llegada de Sevillistas Unidos 2020, auspiciada desde la misma cúpula del club, lo ha precipitado todo. La respuesta del sevillismo mañana es una incógnita. Pero la ruptura está ahí.