Los acontecimientos se suceden en cascada en este Sevilla de la hora. Hace una semana, el ánimo lucía a media asta por el duro sorteo de los cuartos de la Copa del Rey. El gran jerarca de la cosa, y encima con la vuelta en su lujoso y blindado castillo. Hoy, todo es bien distinto. Y han pasado sólo siete días. El aluvión de sensaciones es tal que el lamentable papel que volvieron a recitar los sevillistas en el Santiago Bernabéu una temporada más se ha visto solapado, felizmente para los protagonistas, por esa ida copera del pasado miércoles.

Ese merecido y meritorio 2-0 al Barcelona ha rearmado moralmente a la tropa de Pablo Machín. Oportunísimo ese baño de autoestima cara a lo que tiene por delante, que aún no se fue enero y ya acumulan el equivalente a una Liga los sevillistas en sus piernas desde que empezaron a competir hace seis meses en esas sórdidas previas de la Liga Europa. El estímulo mental les va a venir de perlas, porque la cabeza, en el deporte profesional, tiene mucho que ver para contrarrestar el ácido láctico.

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Ese preciado botín que alimenta las esperanzas sevillistas de repetir en unas semifinales coperas es oportunísimo, saludable, pero encierra también una peligrosísima trampa: la distracción. El personal está ansioso por que llegue esa vuelta, con Messi o sin Messi enfrente. Cuenta los días y las horas para ese hermosísimo reto de tumbar a un equipo invencible en los cuatro años pasados que se disputó el torneo nacional más antiguo del fútbol español.

Y resulta que antes de los azulgrana de la Ciudad Condal, los sevillistas harían muy bien en centrar todas sus fuerzas, las que hoy tengan, en derrotar a los azulgranas que moran en Orriols, Valencia. Un Levante que es puro pedernal a las órdenes de Paco López y que, precisamente por no denunciar la alineación indebida de Chumi, se plantará en Nervión tras toda la semana preparando el pulso, con las piernas más frescas que los anfitriones.

Los cantos de sirena del Camp Nou, el plomo en las piernas... Las circunstancias igualan un partido que, ya de por sí, se presentaba más igualado de lo que muchos pueden percibir: el Levante es décimo en la tabla con 26 puntazos, una situación de notable confort para ellos aunque la extrema igualdad de este campeonato aconseje huir de la mínima relajación.

Cuando el equipo granota ha hollado con urgencias el Ramón Sánchez-Pizjuán ha solido plantar batalla. Empató la temporada pasada (0-0) y en este estadio sólo ha mordido el polvo en una de sus últimas seis visitas.

Los 7 puntos logrados de los últimos 21 por los que ha litigado han relegado al Sevilla del liderato a la cuarta plaza, en cualquier caso un tesoro y el realmente asequible a sus posibilidades. Por eso, lo de hoy a la una de la tarde es importantísimo. El Alavés acecha a un punto, el Getafe a dos. El Betis ya está a cuatro y el Valencia, a siete, se quiere enganchar. Otra muestra de debilidad más puede sacar a los blancos de su plaza de privilegio y las dudas se multiplicarían. De ahí la necesidad de derrotar como sea a los levantinistas.

Machín enfatizará su discurso alentador en el vestuario, pero cuando mire la lista de disponibles, se va a mesar la barba. En tiempos de carrusel, el abanico de las rotaciones se le ha acortado por esa inmisericorde plaga de lesiones.

El técnico soriano también tiene que valorar la recuperación de Roque Mesa, con molestias musculares tras el partido copero en Bilbao, y del carrilero Aleix Vidal, quien fue baja ante el Barça por gripe.

Tienen lesiones de larga duración Navas, Munir, Gnagnon, Gonalons y Nolito, con lo que Machín no tiene mucho más para formar la convocatoria. En ésta ya entró para el partido de Copa el última fichaje, el defensa austríaco Wöber; o el mediapunta canterano Bryan Gil, con el que Machín cuenta ya desde hace algunas semanas. Ellos deben entrar de verdad en la rueda. No cabe otra. Ganar al Levante es perentorio para el Sevilla, así que ojo con las miradas dispersas por lo del próximo miércoles.