Atlético de Madrid - Sevilla | La crónica

Este Sevilla es un muy mal equipo, pero también recibe golpes por todos lados (1-0)

  • Los sevillistas mostraron una imagen muy defensiva y acabaron cayendo por un gol de Memphis en el minuto 79

  • Las decisiones arbitrales influyeron mucho, con un penalti dudoso a favor del Atlético y dos posibles a los visitantes, incluido uno que fue anulado por el VAR en la prolongación

  • Así le hemos contado el Atlético de Madrid-Sevilla

Los jugadores del Sevilla protestan a Gil Manzano en una acción del partido.

Los jugadores del Sevilla protestan a Gil Manzano en una acción del partido. / Juanjo Martín | Efe

Nueva decepción para el Sevilla, aunque ya no quepa ni siquiera denominarlo de esa manera. Se trata de algo cotidiano, de algo a lo que este Sevilla, lamentablemente, ha acostumbrado a los suyos en los dos últimos cursos con la venturosa excepción de la última primavera en la Liga Europa. Esta vez ya no le queda nada a los blancos, que también son más sacudidos que un saco de boxeo. Primero, un penalti en contra y luego el miedo de Gil Manzano y Hernández Hernández a una prórroga. Ninguna opción para tratar de invertir la trayectoria y ahora la cuestión es evitar la tragedia del descenso a Segunda División. Es el único objetivo, que no es poco, que le resta a un pésimo equipo de fútbol.

Porque este Sevilla de Mendilibar, Diego Alonso y Quique Flores, pero, sobre todo, de José María del Nido Carrasco, José Castro y Víctor Orta, es un equipo capaz de avergonzar una y otra vez a quienes más lo quieren, a esos seguidores que son capaces de poner en riesgo sus vidas por animarlo a más de 500 kilómetros de distancia y en pleno invierno. Los nervionenses tienen un catálogo amplio de maneras de perder. Lo hacen con contumacia.

Esta vez tocó la vía de tratar de aguantar hasta el final e incluso de poder jugar una prórroga de no haberse arrugado los jueces para desdecirse de un penalti que merecía tanto castigo como el que pitó a favor del Atlético. Pero ni siquiera esa opción le quedó a los blancos y nadie sabía por qué. La cuestión es que todo estaba planteado para que el Sevilla perdiera de nuevo en el momento en el que el Atlético fuera capaz de concretar uno de los numerosos acercamientos hasta Nyland, incluso en una noche espesa de los hombres de Simeone. Pero los visitantes se conformaban con no sufrir más heridas de la cuenta y con la opción de que sonara la flauta en alguna llegada. Pudo suceder en el minuto 74, pero Rakitic desperdició una llegada de tres contra dos.

Fue el preludio para el golpe definitivo, para la acción en la que Memphis Depay sacaba provecho de la laxitud defensiva de Marcao ante Correa. Era el minuto 79, pero daba igual, tarde o temprano iba a llegar. Lo sorprendente, tal vez, fue que Sergio Ramos pudiera empatar al no saber concretar en el segundo palo un córner desviado por Ocampos en el primero de los postes (85’). Incluso que se produjera ese penalti anulado por Hernández Hernández cuando pareció claro. Incluso en las repeticiones.

Los jugadores del Sevilla protestan a Gil Manzano en una acción del partido. Los jugadores del Sevilla protestan a Gil Manzano en una acción del partido.

Los jugadores del Sevilla protestan a Gil Manzano en una acción del partido. / Juanjo Martín | Efe

Fueron las dos opciones en el epílogo de un Sevilla que, una vez más, se iba a comportar como un equipo absolutamente menor en el Cívitas Metropolitano. Era algo así como conformarse con no sufrir más daños de los estrictamente necesarios; como si todos sus integrantes, tal vez incluso los dirigentes, vieran como algo quimérico la posibilidad de meterse en las semifinales de la Copa del Rey. Bastaba con hacer un papel decoroso, con saber defender, al menos, a un Atlético que también se encontró muy cómodo dentro de esa película.

Quique Flores, que incluso hablaba en las vísperas de que era mejor la suspensión del choque tras el accidente con la muerte de los aficionados sevillistas, hizo un planteamiento tremendamente defensivo. No se trata de criticarlo en ese sentido, pues visto el rendimiento atrás en otras citas tal vez fuera lo más aconsejable. Eso sí, se reducían muchísimo las posibilidades cazar algún contragolpe para ganar la eliminatoria.

Pero quien la lleva la entiende y ésa fue la apuesta del técnico sevillista. Colocó, de nuevo, a cinco zagueros, pero con la precisión inmediata de que esta vez sí era cinco futbolistas con la misión de proteger a Nyland y no de atacar a Oblak. Los dos carrileros, por tanto, limitaron mucho sus excursiones hacia el campo contrario y sólo Pedrosa se atrevía en alguna ocasión. Jesús Navas, en cambio, optó por esperar atrás la mayoría de las ocasiones y cuando no lo hizo se topó con algunas entradas duras de Samu Lino que sólo merecían la falta correspondiente, jamás una tarjeta amarilla que sí mostraba con mucha facilidad Gil Manzano en el sentido contrario.

Tampoco esto último era una sorpresa a la vista de los resultados que cosecha el Sevilla cada vez que tiene al extremeño como juez encargado de tomar las decisiones punitivas de un choque de fútbol. Igualmente, no le podía llamar la atención a nadie que en caso de duda siempre fuera a favor de los locales y eso se puso en evidencia en la ocasión más clara del Atlético. Nahuel Molina entró en el área, buscó la pierna estirada de Marcao, plantada claramente sobre el césped desde antes, y se dejó caer. Todo lo contrario que en la acción final entre Barrios y Lamela.

Penaltis que sí y penaltis que no

Para Gil Manzano no hubo ni la menor duda, todo lo contrario que para el resto de la humanidad que estuviera presenciando por las diferentes vías el litigio, pero sí las tuvo su ayudante en una sí y en otra no. El Sevilla, sin embargo, se salvó ahí por un oportuno, para los blancos, claro, resbalón del lanzador. Griezmann perdió el pie de apoyo y el balón se le fue a las nubes. Todo continuaba igual (26’).

Y tanto que fue así, el Atlético, sin desprotegerse en exceso tampoco, siguió atacando una y otra vez mientras el Sevilla se limitaba con celebrar cada despeje, cada balón a las nubes para que pasara el peligro. El ejemplo más claro fue un voleón de Marcao propio de los partidos en albero en la Segunda Regional. El brasileño (32’) se picó incluso la pelota para pegarle muy arriba en uno de esos ejemplos a los que lo llaman despejes orientados y que en esos campos de tierra era un “¡aire!” de absoluto manual, como se festejaban colectivamente.

Mal que bien, el Sevilla sí consiguió llegar indemne al intermedio, incluso pudo adelantarse en un derribo clarísimo de Nahuel Molina a Sow dentro del área (46’). Ahí no lo quiso ver Gil Manzano y tampoco su ayudante, el del Real Madrid-Almería que sí aconsejaba de todo. Seguía como la de cuándo llegaría el gol que terminaría definitivamente con la ilusión copera de los suyos. Pudo suceder en sendos goles anulados a los atléticos, pero tanto Griezmann como Memphis Depay estaban más adelantados que los defensas y eso, en el fútbol, es fuera de juego. Se prolongaba de esta manera el sufrimiento de los sevillistas hasta que llegó el minuto 79, con la defensa de Marcao a Correa con la mirada y el pase que remataba Memphis Depay con un ligero desvío a la red.

Es curioso, en el tramo final, sí sacó algo de rabia el Sevilla para buscar el empate. Lo rozó Sergio Ramos en un córner y lo pudo conseguir el cuadro nervionense en el tiempo de prolongación. Pero ni siquiera eso lo dejaron. Se juntó, pues, un pésimo equipo de fútbol al que golpean todos como un saco de boxeo. Suele suceder en el deporte que ambas cosas vayan unidas, sí.

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