Sevilla FC

Simple y llanamente, competir

  • El Sevilla de Lopetegui parece convencer al fin a una afición que ha aprendido a valorar su empaque

Un momento del calentamiento prepartido el lunes en Villarreal.

Un momento del calentamiento prepartido el lunes en Villarreal. / Domenech Castelló / Efe

El Sevilla de Lopetegui ha vuelto dejando la sensación de que es un equipo rocoso, que tiene claros sus objetivos y que sabe competir. Pese a que acumula ya tres jornadas sin ganar, frente a Levante, Barcelona y Villlareal, parece haber convencido a una parroquia que semanas antes de suspenderse todas las copeticiones no veía las cosas nada claras. Tuvo que llegar el golpe ante el Getafe en el Coliseum Alfonso Pérez (0-3) y la buena imagen en el Wanda Metropolitano frente al Atlético de Simeone (2-2) para barrer ciertas pelusillas que, no obstante, no dejaron de aparecer por Nervión en una cita ante Osasuna (3-2) entre estas dos visitas. Esa mañana en la que se lesionó Fernando y en la que En-Nesyri marcó al final dejando los tres puntos en casa se escucharon pitos.

Ahora, con el amago de intransigencia de la afición tras el desenlace final en La Nucía, el nivel de respeto es alto y eso se lo ha ganado la tropa de Lopetegui a base de poner sobre el campo todo lo que tiene en cada partido. Al sevillista en general le gusta lo que ha visto en estos cuatro partidos tras los dos meses de encierro domiciliario y otro más de entrenamientos gradualmente normalizados.

Sobre todo, ha visto que el Sevilla es un equipo que compite y que ha mantenido un nivel de exigencia muy alto en todos los partidos. Particularmente destaca la afición el comportamiento de sus jugadores fuera de casa, donde en las dos últimas temporadas, con Eduardo Berizzo, Vincenzo Montella, Pablo Machín y Joaquín Caparrós en sus dos etapas distintas, se había mostrado como un grupo pusilánime en sus desplazamientos, con escaso carácter y niveles muy bajos de amor propio, algo imprescindible cuando la calidad no da para avasallar a los rivales.

La puesta en escena en el derbi ante el Betis fue espectacular. Los de Lopetegui convencieron a su gente a base de fútbol y de contundencia. Impresionada por el estado de forma de jugadores como Koundé o Diego Carlos, se sorprendió de la respuesta de Ocampos al estar toda la semana entre algodones y la irrupción inesperada de Munir. El Betis no tuvo prácticamente opción y sólo al final con el carrusel de los cambios se acercó algo al área defendida por Vaclík.

Ante el Levante el equipo de Lopetegui volvió a protagonizar una demostración de empaque y solvencia y los tres puntos hubieran viajado en la valija de vuelta de no ser por ese paso atrás que el equipo fue dando, igual que en el derbi, con los cambios. Si algo ha quedado claro en este regreso del fútbol es que el rendimiento puede caer peligrosamente si entran más jugadores de refresco de la cuenta.

Pero ese amago de dudas que volvió a asomar en la parte más crítica de la afición y de los opinadores más o menos cercanos al club quedó desterrado con la respuesta en la dura cita ante el líder, un Barcelona que pudo perder la Liga en su paso por el Sánchez-Pizjuán tras un serio partido del Sevilla. Y eso es lo que quiere el sevillismo ante los grandes, ser un equipo antipático que incluso les fastidie sus proyectos de gloria. Ante los de Setién, los de blanco plantearon un partido con mucha intensidad, a un ritmo físico muy exigente y –por qué no– también dando un paso atrás para no facilitarle las cosas y tener, como tuvo, espacios para aspirar a los tres puntos. Todo ello lo refrendó el Sevilla en Villarreal, donde la afición ya entendió que era necesario dar el descanso correcto a una serie de jugadores que después aparecieron para dar el paso adelante que estuvo a punto de traducirse en la victoria.

En todo ha tenido mucho que ver la composición de la plantilla por parte de Monchi, pero este Sevilla, más allá de que ha tenido más problemas de la cuenta en los partidos de casa, compite y eso es lo que quiere su afición.

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