Sevilla FC

Entre el pánico y la lógica

  • El consejo trata de mantener el control del club señalado por la grada.

  • La idea es confiar en Machín hasta el parón, pero Caparrós se posiciona ya.

Pablo Machín se la juega al frente del Sevilla FC.

Pablo Machín se la juega al frente del Sevilla FC. / José Ángel García

El Sevilla como institución vive los momentos más convulsos de los últimos tiempos en una mezcla de incertidumbre por el futuro que le espera como sociedad en el plano accionarial y el inquietante momento deportivo que en sólo unos meses se ha oscurecido de una manera inesperada para los gestores que ahora mismo se ven abrumados por las críticas del exterior y las presiones que también desde dentro aparecen soslayadas.

El empate el pasado jueves ante el Slavia de Praga (2-2), un resultado que obliga al Sevilla a ganar en tierras checas para seguir en la única competición que le queda al margen de la Liga, ha llegado como los primeros movimientos en el pliegue tectónico de una superficie que empieza a tambalearse.

Pablo Machín, realmente, peligra ya en su cargo después de una racha de resultados más que preocupante que empieza a convertir en indefendibles los argumentos del entrenador, si bien las bajas, la mala planificación y, es cierto, una buena dosis de mala suerte le darían la razón a los que opten por defender su trabajo al frente del equipo.

Lo malo es que el sevillismo se posicionó de una manera clara el pasado jueves al término del encuentro. Al grito de "Pepe Castro, dimisión", señaló al palco y pidió la cabeza del presidente y cuando eso pasa los que mandan suelen sentirse muy incómodos y casi siempre buscan un osito de peluche que acapare los golpes.

La grada del Sánchez-Pizjuán señaló a sus culpables. Es verdad que entiende que Machín lleva un tiempo con el control del equipo perdido, pero le da valor al crédito que ha ganado y su veredicto ha sido claro. El sevillismo culpa al consejo y a todo lo que tiene que ver con las decisiones, donde entra una dirección deportiva que ha confeccionado una plantilla que no es acorde a las aspiraciones del equipo nervionense ni se adapta a lo que pidió el técnico.

En teoría, el club no tiene pensado mover nada antes del parón, pero el fútbol es impredecible...

En los últimos meses la relación entre Machín y Joaquín Caparrós se ha enfriado. Ha habido respeto mutuo en las manifestaciones, pero ni una muestra de cariño. Por poner un ejemplo, el utrerano ni siquiera mencionó al técnico soriano cuando después de la derrota en Huesca supuestamente salió públicamente a mostrar su apoyo al equipo y al “cuerpo técnico”, del que lo único que dijo es que ha demostrado estar capacitado para sacar al equipo de la actual situación, pero siempre en plural.

En estos momentos, el pánico se ha apoderado de la planta noble del Sánchez-Pizjuán, por cuyos pasillos –no olvidemos– sigue paseándose el fantasma de la venta del club a un millonario grupo inversor que todos niegan pero al que todos se arriman.

La crítica, las voces hacia el palco... son ahora mismo un latigazo en el espinazo del presidente, Jose Castro, y los accionistas que dan la cara con su patrimonio, pero sobre todo del utrerano.

Caparrós, medita dar el paso y tratar de enderezar el rumbo deportivo cogiendo las riendas del equipo, pero sabe que no puede dar un paso en falso equivocando el momento.

De entrada (curioso), los nombres que han sonado son para la temporada que viene, lo que refuerza más la provisionalidad de un hipotético volantazo, mientras su figura empieza a mostrarse en momentos que antes no aparecía. Bajó al césped tras el empate ante el Slavia y ha acudido a entrenamientos a acaparar los focos.

En principio, está decidido no mover un varal hasta que llegue el parón. Eso dice la lógica, pero de todo puede ocurrir y si hay otro mal resultado ante la Real Sociedad hay quien dice que todo está marcado.

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