El misterio de los caballos salvajes de Chernóbil
Los caballos de Przewalski alcanzaron una densidad de 150 individuos en 2018, frente a los 65 de 2005
Los expertos señalaron la inhabitabilidad de la zona, en cambio la fauna salvaje está en continuo crecimiento
El pasado 26 de abril se cumplieron 34 años de la catástrofe nuclear más importante de la historia, el accidente de Chernóbil. Ucrania y Bielorrusia quedaron separadas por una Zona de Exclusión de 4.700 kilómetros cuadrados, donde un total de 350.000 personas fueron evacuadas de ese área.
Los expertos habían señalado que la zona no sería habitable hasta pasados los 20.000 años, convirtiéndose en un desierto. En cambio, con el tiempo, Chernóbil se ha vuelto un santuario para aquella fauna más afectada por la civilización humana.
El caballo salvaje, una especie que se creía extinta desde 1969 en Europa, debido a la caza y el sobrepastoreo, fue avistada en Chernóbil en 1998. Una manada de 31 individuos, que después de 22 años se ha multiplicado 5 veces, llegando a alcanzar los 150 ejemplares. La especie conocida como “el caballo de Przewalski”, nombrado así por el coronel ruso Nikolài Przewalski, su descubridor, fue considerado durante mucho tiempo el único caballo salvaje del mundo.
Tras una alta mortalidad asociada al traslado y suelta, la elevada tasa de nacimientos hizo que la población llegase a 65 individuos en solo cinco años. La intensa caza furtiva entre 2004 y 2006 diezmó a la población, quedando solamente 50 especies en 2007, recoge Germán Orizaola, Investigador del programa Ramón y Cajal en la Universidad de Oviedo.
Actualmente, explica el investigador, estos caballos se agrupan en 10 y 12 manadas familiares, además de dos grupos de machos y algunos individuos solitarios. En 2018 al menos 22 potros nacieron en la Zona de Exclusión, quienes posteriormente se asentaron en territorio bielorruso.
El caso de los caballos en Przewalski permite la reflexión de varias cuestiones sobre el impacto de la presencia humana. La ausencia de humanos en el territorio ha convertido la zona de Chernóbil en un refugio para la fauna salvaje. "Las especies prosperan gracias a la inexistente actividad humana, ya que la contaminación radiactiva no ha sido un impedimento", señala Orizaola.
En todo caso, en su opinión, se necesita entender mejor los mecanismos que permiten a los animales vivir en zonas afectadas y "resolver las grandes cuestiones que relacionan a los organismos vivos con la radiactividad en la Zona de Exclusión", añade.
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