La tormenta perfecta sobre el campo español: costes, inflación, cambio normativo y revolución tecnológica
Anuario de Agricultura & Agroalimentación 2023
El campo se ve sometido a una fuerte presión derivada de un estrechamiento de márgenes o, directamente, entrada en pérdidas
Desde la irrupción de la pandemia de COVID-19 en el horizonte hemos asistido a un tiempo completamente extraño en el devenir de los mercados mundiales. Es verdad que, durante el confinamiento, una de las pocas actividades que no vio mermada su actividad fue todo lo relacionado con la cadena de suministro agroalimentaria; circunstancia que permitió mantener una buena parte de los empleos y los ingresos ─la que no estaba relacionada con el canal HORECA─. Sin embargo, la salida «en tromba» de la parada económica y los problemas que esto produjo en las cadenas de suministro globales ─los conocidos cuellos de botella─ provocaron un incremento sustancial de los costes de transporte internacionales y un primer repunte generalizado de los precios de las materias primas hacia mediados de 2021. La invasión de Ucrania por parte de Rusia en febrero de 2022 significó un nuevo impulso de estos precios, sobre todo de los energéticos, al ser Rusia uno de los principales suministradores de gas natural a los países más industriales de la UE.
Para tener una mejor imagen de lo que ha sucedido con los precios de las materias primas y con la traslación de estos a la cadena de suministros del sector agroalimentario español hemos optado por analizar lo sucedido desde enero de 2021 hasta la actualidad (o hasta el momento más cercano para el que disponemos de información). Hemos utilizado tres fuentes principales. Para las materias primas, hemos optado por utilizar el índice de precios de las materias primas del Banco Mundial, que se basa en una amplia muestra de 71 materias primas. Para los costes y precios de venta de los agricultores hemos recurrido a los datos del MAPA recogidos en sus índices de precios pagados y percibidos por los agricultores y ganaderos españoles. Finalmente, para completar el cuadro, utilizamos la información del índice de precios al consumo del INE. Y, para facilitar las comparaciones, hemos recalculado esos índices en base al mes de enero de 2021, haciendo este igual a 100.
Más tarde y con menor intensidad
En la Tabla 1 y el Gráfico 1 se pueden observar las principales series y algunos datos relevantes. La primera cuestión que salta a la vista es que hay un evidente decalaje entre las subidas iniciales de los precios de las materias primas y el ascenso posterior de los precios de los alimentos, de forma que mientras que las primeras ya se encuentran en fase de descenso, los últimos aún no han alcanzado el máximo ─aunque se intuye que ya debe estar cercano, a juzgar por la pendiente menguante─.
La segunda cuestión llamativa es que los incrementos se van moderando a medida que nos acercamos al consumidor. Los máximos marcados por el índice de materias primas han sido mucho mayores que los de los mercados agrarios y estos, al menos de momento, son superiores a los registrados en el mercado de consumo. Es un hallazgo bastante razonable y esperable, ya que en las cuentas de resultados las subidas exacerbadas de unos costes se pueden compensar con menores subidas o descensos de otros y, en última instancia, en mercados de alto nivel de competencia es posible que los agentes se vean obligados a absorber una parte de los incrementos de costes para no ver reducida su cuota de mercado.
Así, los precios internacionales de la energía o de los fertilizantes ─ambos insumos importantes para la agricultura y la ganadería modernas─ comenzaron su ascenso de manera temprana, alcanzando sus máximos respectivos en junio y abril de 2022. Sobre el precio de referencia de enero de 2021, la energía llegó a subir un 148,25 % más y los fertilizantes un 240,87 %. Los agricultores y ganaderos pagaron sus precios máximos entre agosto y noviembre de 2022, es decir, entre 4 y cinco meses después del pico de las materias primas. En este caso, la energía marcó su valor más elevado en agosto, cuando costaba un 124,91 % más que en el mes de inicio de la comparativa. Los fertilizantes, por su parte, subieron hasta un 137,35 % entre enero de 2021 y octubre de 2022.
Los agricultores inicialmente vieron reducirse sus márgenes entre junio de 2021 y diciembre de 2022, momento en el que el índice de los precios percibidos (ingresos) logró superar al de los precios pagados (costes). Dado que la serie ofrecida por el MAPA de momento solo llega hasta abril de 2023, podría darse el caso de que aún no se hubieran alcanzado los máximos, al menos en los productos ganaderos. Eso implica que, como mínimo, han transcurrido otros 3 o 4 meses para alcanzar el máximo. Suponiendo que febrero sea efectivamente el mes cima para los precios percibidos por agricultores y ganaderos, se habrían incrementado los importes sobre el dato base un 73,08 % para los primeros, mientras que para los segundos estarían en una horquilla de entre el 65,55 % de los productos animales y el 81,88 % de los productos ganaderos.
El último eslabón, el del consumo, en junio de 2022 seguía sufriendo el ascenso de los precios, por lo que también es posible que el proceso de crecimiento no haya llegado aún a su final. En cualquier caso, todo parece indicar que este momento se encuentra cercano. Suponiendo que junio fuera el máximo, habríamos tenido un retardo de otros 4 meses. En este caso, los precios de los alimentos se han encarecido en el entorno del 25,87 % entre enero de 2021 y junio de 2023, con los alimentos sin elaboración aumentando su remuneración hasta un 21,52 %.
Otros componentes de la tormenta
Durante estas dos últimas campañas las explotaciones agroganaderas de nuestro país no solo se han enfrentado al problema de los costes y sus implicaciones para la rentabilidad. Además, se han encontrado con una persistente sequía que solo a finales de la pasada primavera ha aliviado su presión. Los efectos de la falta de agua se han dejado notar en muchas producciones, pero sobre todo en el olivar (la última cosecha ha sido una de las más cortas de los últimos años) y en los cereales. Por si fuera poco, las pocas lluvias que cayeron el año pasado y durante la última primavera, generaron en determinados puntos daños sobre las cosechas ─inundaciones, pedrisco─, como pasó con la fruta de hueso en 2022 y con el ajo y las patatas este año.
Además, este año ha sido el primero de aplicación de la nueva PAC con importantes novedades en cuanto a filosofía y tramitación, con el estreno de los ecorregímenes y con las incertidumbres propias de cada nuevo periodo de la política común europea.
Finalmente, muchas explotaciones se enfrentan en los próximos meses a la obligación de introducir el manejo del cuaderno de campo digital. Por un lado, en numerosas ocasiones significa más coste, pero, sobre todo en un tejido social enormemente envejecido, representa una barrera significativa para muchos de los potenciales obligados, que ni se manejan ni se quieren manejar con las tecnologías digitales.
Consencuencias
Las primeras consecuencias de todo esto las podemos vislumbrar a través de los datos de la Renta Agraria, cuya última estimación ─la de marzo de 2023─ calcula un decremento nominal de la misma del -6,2 %, fruto del aumento de los consumos intermedios de un 28,5 % por encima de los obtenidos por el valor de la producción agraria (+3,6 %) y de la ganadera (+22,5 %). En términos reales ─es decir, eliminando los efectos de la inflación─ el descenso de la renta agraria sería del -9,3 % en 2022.
En resumen, el campo español se está viendo sometido a una fuerte presión derivada de: un estrechamiento de márgenes o, directamente, entrada en pérdidas; las dificultades de tesorería derivadas de la sequía y los daños provocados por las lluvias torrenciales y el pedrisco; la incertidumbre normativa; y la reconversión digital.
Parece evidente que, fruto esta tormenta perfecta, vamos a ver desaparecer muchas explotaciones, ahondándose en la tendencia que desde hace décadas muestran los censos agrarios y las encuestas de estructuras agrarias. Y ¿qué tipología de explotaciones serán las que más sufran esta caída? Si hacemos caso a la RECAN, en los últimos años han sido las explotaciones más grandes y las más pequeñas las que han sido más eficientes en la evolución de la mayoría de las principales variables, sobre todo en lo que se refiere a la renta neta.
Suponiendo que sean estas las que pueden estar en mejores condiciones para absorber los impactos de la tormenta, lo que no parece descabellado, vamos a observar cómo la dimensión media de las explotaciones va a sufrir un fuerte impulso en los próximos años y con ella, posiblemente, se irá produciendo un cierto relevo generacional, aunque a una tasa de remplazo muy inferior al 1x1.
El relativo exceso de liquidez de los mercados financieros y el apetito de los fondos de inversión por el sector agroalimentario y sus primeros eslabones parecen garantía suficiente para pensar que no será complicado encontrar financiación para las operaciones de consolidación y adquisiciones que están por llegar.
No hay comentarios