TV-Comunicación

El efecto Marisa

  • La pifia de las campanadas en TVE 1990 cambió la actitud sobre las retransmisiones de Nochevieja Canal Sur está obligada a la reflexión

Las campanadas de TVE del 1 de enero de 1990, hace ahora 25 lejanos años, no sólo fueron la anécdota ya unida para siempre a la locutora de continuidad Marisa Naranjo, sino que por escarmiento en la cadena pública, y lección en cabeza ajena para las autonómicas y la competencia privada, desde entonces las uvas se tomaron con la seriedad y medios técnicos y humanos que requiere un rito que reúne ante la pantalla a la práctica totalidad de la población española (más allá de los casi 16 millones que es el techo que machaconamente auditan los audímetros, ya sea una Nochevieja como la prórroga de la final jugada por España en un Mundial).

Marisa Naranjo, metida en un despacho de la Academia Cima, el lugar más preferente con vistas al reloj de la Puerta del Sol, se quedó sorda y apuraba la vista ante el pequeño monitor que le pusieron por delante. Hasta 1990 las campanadas eran narradas, con abulia y todos los tópicos del mundo, por los locutores de continuidad o voces arrambladas por los pasillos de Prado del Rey. Las cadenas existentes por los analógicos años 80 estaban más preocupadas por las lentejuelas musicales que por el directo ante el reloj de cada sitio. El bochorno de TVE, cuando el oído de Naranjo dejó sin uvas a media España, obligó a poner un animador en el mismo balcón, con el reloj y sus sonsonetes bien a la vista. Los Martes y Trece, ateridos y agobiados, se estrenaron en el reto (Ramón García, que andaba por la cadena de su tierra, no conocía por entonces el uso de la capa española, pero unos meses después iba a relevar a Jordi Estadella en No te rías que es peor, un nombre premonitorio). Las privadas, recién nacidas en 1990, tomaron nota para años sucesivos.

Por entonces, en un país movido por máquina de escribir y aparatos de góndola, el espectador-contribuyente tenía como máximo recurso el pataleo por vía telefónica ("las centralitas están colapsadas", como se manifestaban en los programas en directo) y, días después, en las cartas al director. Los periódicos fueron los altavoces de un desaguisado de corte 'anecdótico' que, efectivamente, traslucía la chapucería y despilfarro en un monopolio público que después era capaz de ahorrarse el chocolate del loro en un momento estratégico. En Canal Sur se quejan estos días de ensañamiento… pues deberían mirar las hemerotecas de entonces de los articulistas derechones y del fuego amigo. Por entonces el director general de RTVE era el socialista Luis Solana, que tras su dulce y largo periplo como presidente de Telefónica se tomaba el ente audiovisual como una molestia en forma de escalón para una poltrona (privada) apetitosa. Dos meses después del naranjazo dejó Torrespaña un tanto airado y en su lugar llegó el primer gran responsable del desastre financiero de RTVE: Jordi García Candau, que además malgastar y mal gestionar la televisión se encargó de acometer todas las represalias internas posibles. Por cierto, los espectadores de Canal Sur en 1990 sí se pudieron tomar las uvas sin sobresaltos, al son de arpegios guitarristas de soleá, con el reloj la cordobesa plaza de las Tendillas, 'Puerta del Sol' andaluza durante bastantes años.

Desde el fallo de Marisa la psicosis a partir de entonces de cualquier presentador o actor que se enfrenta a un fin de año es contar con didáctica lo del carillón, los cuartos y las campanadas, ya sean del roscón madrileño como de cualquier reloj municipal y, en ese momento, distinguir los sonidos y orientar a los espectadores con toda la simpatía posible hacia un uso correcto de la tradición uvera, esquivando petardazos y rayos láser.

Ana Ruiz y Enrique Sánchez estaban realmente estresados con la narración como premonitoriamente exclamaron segundos antes de la abrupta interrupción publicitaria. No estaban dispuestos a equivocarse ni a equivocar, como tampoco el equipo de realización desplazado a la plaza de la Catedral de Almería, con Juan Pedro Valentín-Gamazo al frente, el responsable de tantos maratones carnavaleros en el Teatro Falla. Todos los implicados en la capital almirense eran conscientes de que la medianoche del 1 de enero no es una anécdota ni un encargo sin importancia para una cadena de televisión. No se pueden hacer tonterías y lo importante es que se vean y se oigan los 20 segundos de transición de año, pifia que también cometió en este año una escondida cadena local barcelonesa de la que nadie ha hablado. Un error en las campanadas es más que evidente: es el momento de más interacción con la (atenta) audiencia en todo el año y cada cadena se juega un trozo de credibilidad y prestigio. En el control de continuidad de la RTVA, es evidente, alguien no hizo bien su trabajo y son comprensibles las críticas de indignación por las molestias domésticas y la imagen que se ha dado ante los propios contribuyentes, que de manera indirecta pagan casi 17 euros por ciudadano (19 euros si añadimos el fondo social librado) para un servicio que en buena parte de las horas deja que desear. La Junta abona 138 millones al año, con 25 millones para compensar el déficit en 2014 (163 millones en total) Lo peor ya lo sabíamos: lo sucedido ha sido la excusa para el hazmerreír en el resto de España, algo que sucede a menudo con otros contenidos de Canal Sur en los programas de zapping. Todas las cadenas de televisión y radio han dedicado extensas noticias y hasta tertulias sobre lo sucedido en Sevilla, que no en Almería, como reflejan tantos memes virales. Los contertulios peperos que salen por la RTVA (el rancio pluralismo según San Juan de Aznalfarache abarca o complacencia, o extremismos), eso sí, han mostrado en esta ocasión manitas de trapo. Canal Sur ha sido trending topic en twitter en los dos primeros días del año, con una catarata chistosa porque finalmente nuestra gente tiene buen sentido del humor. Y también hay que valorar la dimisión-cese del director de Contiunidad, José Luis Pereñíguez, próximo a jubilarse y superviviente a todos los directores generales en la pieza de la RTVA donde siempre cristalizan con éxito todos los paros y huelgas generales de su historia: de ahí que los sindicatos se hayan mostrado especialmente combativos a las críticas en estos días. Apuesten además que de haber sido una autonómica controlada por el PP habría ardido Troya.

Marisa Naranjo cambió a su manera la televisión en España. Las campanadas se convirtieron en algo más serio de lo que imaginaban aquellos directivos del monopolio. La pifia de nuestra autonómica va a obligar en verdad a reflexionar el papel de una corporación audiovisual como servicio público que se ha quedado en entredicho, aunque la tesis de la Junta dicte que se está "haciendo leña del árbol caído". La oposición al PSOE, devota siempre a echar culpas a los demás menos a mirarse sus vigas, ha aprovechado lo sucedido para despreciar todo el sistema. Y por contra, algunos trabajadores y afectos al gobierno casi ordenan en las redes la prohibición de criticar un suceso que suscita una comprensible vergüenza en millones de andaluces, por mucho humor que destilen los youtubes familiares, que han originado por ahí más de un comentario de menosprecio hacia el conjunto de Andalucía. A los ciudadanos nos debería quedar el recurso de criticar un servicio que sólo atiende en estos momentos un 9% de la audiencia andaluza, ni el 5% de toda la población.

Los políticos, los que gobiernan y los que se oponen; los directivos, pagados por encima de lo que cobra la presidenta (todavía no hemos escuchado al director general en funciones, Joaquín Durán); los sindicatos y en general toda la plantilla deberían asumir un espíritu de autocrítica sobre el presente y futuro de la RTVA ya que se han preocupado en estos días para acallar, o desdeñar, las críticas por la 'anécdota'. En estas semanas se está redactando el plan estratégico que deberá orientar sobre el destino de la casa, un servicio público audiovisual que no puede permitirse errores tan abultados, con mejor programación (el presupuesto no puede ser una coartada frente a lo que hacen las cadenas nacionales) y mejor distribución, motivación y aprovechamiento de los recursos humanos, con 1.400 trabajadores.

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios