Opinión

El sobrevalorado presentador Carlos Franganillo

Carlos Franganillo y Alejandra Herranz

Carlos Franganillo y Alejandra Herranz

No hay tipo más triste y lacónico para contar las noticias que Carlos Franganillo. A los periodistas y cronistas que no les gusta la televisión les gusta piropear al hasta ahora conductor del Telediario 2, sobre todo cuando, por el presupuesto que tiene TVE, ha dado algún golpe de efecto como contar los efectos de la pandemia desde un hospital. Gestos que se puede permitir la cadena pública, como montar todo un plató portátil ante el Congreso. Pero la comunicación falla. Franganillo no atrae, es un tipo desabrido e hierático ante la pantalla. Desde siempre. Con él los Telediarios de la noche no han remontado. Y el ex corresponsal está desde 2018, desde que estaba llamado a ir ocupando el papel de Ana Blanco.

Mediaset acaba de fichar al que se erigía como la reserva espiritual del occidente televisivo, la esperanza de la cadena pública en aumentar su prestigio (que se está consiguiendo, vía talonario, en la parrilla generalista), el periodista que parecía representar todo lo bueno que atesora RTVE. Para ser custodio de las virtudes de Torrespaña realmente ha tardado poco en dar el salto a una cadena privada. Las cifras que se manejan del fichaje no son realmente escandalosas. A Fraganillo le habrán ofrecido un buen dinero, sí, pero sobre todo proyección de futuro, pero deja a su 'casa de toda la vida' con un palmo de narices. Efectivamente, tiene todo el derecho a hacerlo, pero deja un regusto de decepción a todos esos compañeros que lo han defendido como la esencia de rectitud, rigor y progresismo moderado de TVE.

Telecinco quiere dar imagen de cadena seria, dejar atrás sus peores clichés y en materia informativa hacer un relevo lógico de Pedro Piqueras al que parece que se le ha precipitado una jubilación que podía aplazarse. Le sustituye una persona aún más severa y distante. Es la opción que ha tomado Telecinco. A partir de enero comprobaremos que la llegada de Franganillo aporta sólo más tristeza a Mediaset, que presumía de ser el cascabel rentable del mando. 

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