David Galván y Fran Gómez salen a hombros de la plaza de La Isla
Buen juego de la novillada de Collado Ruiz con todos los utreros aplaudidos en los arrastres, y el francés Thomas Duffau de vacío por fallar en la suerte suprema
Novillos. Seis de Collado Ruiz de presencia ideal para una terna novilleril, cada torero enlotó un novillo con más caja que otro. Nobles y de buen juego, predominó la nobleza destacando los tres primeros. Fueron aplaudidos todos. NOVILLEROS: Thomas Duffau, de nazareno y oro, nuevo en esta plaza, pinchazo y otro hondo (Saludos) y cuatro pinchazos (Vuelta tras aviso). Fran Gómez, de Francia y oro, montera en mano, estocada baja (Dos orejas) y estocada (Oreja). Salió a hombros. David Galván, de blanco y plata estocada (Dos orejas) y estocada (Dos orejas y rabo). Salió a hombros. Incidencias. Un cuarto de plaza. Presidió Jacinto Cano atendiendo las peticiones. Ruedo en malas condiciones.
Otra buena novillada, esta vez de Collado Ruiz, se suma a la de Condessa de Sobral del pasado domingo en El Puerto, propiciando el triunfo de David Galván y de Fran Gómez.
A ver si se prodigan las novilladas, que se están viendo muy buenas cosas ¿Volverán las novilladas a nuestra zona? Y con ellas las parejas novilleriles, las competencias, las temporadas con varios festejos.... Lo dudo porque, al igual que el pasado domingo en El Puerto, falló el público y si no hay público no hay empresa que las monte.
Lo que sí que hubo fue aficionados, esos que no llenan el autobús y muchos que se han puesto delante alguna vez y en la tarde de ayer soñaron qué hubiera pasado si en sus tiempos les hubieran echado novillos como los de Collado Ruiz de ayer, o de Condessa de Sobral del pasado domingo.
Ayer había una terna muy interesante: por delante un novillero puntero, hecho, que ha toreado en las ferias y que tiene más tiros que el Polígono Janer, el francés Thomas Duffau. A final el isleño David Galván, de La Isla nada menos, uno de esos príncipes del toreo que salen de vez en cuando y que nos ponen a cavilar con su toreo de embeleso y esa cualidad tan escasa que en el mundo taurino se llama "proyección", con gente importante detrás, que va a entrar en las ferias . Tan es así que hoy torea en La Maestranza.
En medio, el más modesto, de donde no hay toros, toreros ni plaza desde hace casi medio siglo. Sin apoderado ni más novillada que la de ayer y con la modestia de la hormiga que quiere llegar a cisne a base de entrenamiento, trabajo, esfuerzo y entrega.
Pues el francés falló a espadas pero dejó su tarjeta de visita, el isleño Galván sumó el triunfo pronosticado con exquisitas calidades y el de Cádiz no se quedó atrás jugando la carta y desorejando un novillo con una labor bullidora, en novillero y en la que hubo momentos más que estimables.
Y para ello la novillada de Collado Ruiz con nobleza, juego y acometividad, aunque se vino abajo el cuarto, fue complicadito el quinto y rajado el sexto. Una novillada para comérsela, y se puede hacer porque vende la carne Romero en la calle San Rafael.
Fue blanda, aunque el defecto se acrecentó con el mal estado del piso, arenoso y polvoriento en los terrenos de la lidia. Con decir que ni regaron la plaza y que a los novillos no se le veían las pezuñas enterradas en la arena, nos damos cuenta de la polvareda de gache que sufrimos.
Duffau falló a espadas en sus dos toros, no pasó del pinchazo y por eso se fue a pie. A su noble primero lo muleteó con fino porte y oficio bien aprendido. Su segundo tuvo poco fondo pero le sacó partido con variedad y temple en los lances y mando en el pulcro trasteo que cerró con un arrimón tirando los trastos.
Fran Gómez salió arreando en su primero, parando de una larga, replicando muy bien el terso quite de Galván y tirando de repertorio con mucha seguridad y exponiendo. Muy bien el de Cádiz que salió a por todas sin amilanarse escapando de una voltereta que le marcó la cornada. Con su segundo, más incierto y el de más peligro de la corrida, se confió menos, pero le sacó partido y convenció al respetable ante un utrero que nunca se acabó de entregar y que no era de fiar.
Y Galván. No hay que ser un lince para apostar que ahí hay torero: lo demuestra lo despacio que mece el capote, como echa el pecho cargando la suerte, lo despacio que mueve las telas y la manera de administrar las pausas escénicas, que a fin de cuentas también es lidiar. Su lote fue tal vez el peor ya que su primera faena tuvo los altibajos de la embestida de su novillo y a su rajado segundo lo sujetó bien, plantando batalla con recursos y porfiando en tablas, ante su rajado segundo. Ojalá los repitieran.
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