Jiménez Fortes remonta una complicada y desangelada picassiana

El diestro malagueño Jiménez Fortes, en un muletazo.
Paco Aguado (Efe) Málaga

31 de marzo 2013 - 01:00

El matador de toros malagueño Saúl Jiménez Fortes cortó sendas orejas a los dos últimos toros de la corrida que toreó en solitario en la corrida picassiana celebrada en la Malagueta, y remontó así una tarde que discurría compleja y desangelada por culpa del fuerte viento y de las circunstancias.

Todo se puso en contra de Jiménez Fortes antes incluso de que diera comienzo la corrida picassiana en la que iba a encerrarse en La Malagueta con seis toros pertenecientes a distintas ganaderías.

Antes del paseíllo un fuerte viento azotaba ya amenazante las banderolas de una plaza adornada para la ocasión, pintadas incluso las barreras de un rosa desvaído que pareció presagiar el tono de la tarde.

Hasta que a la salida del quinto amainó su intensidad, el viento hizo que la corrida transcurriera sin alegrías ni ovaciones, sino con una tensión y un riesgo añadido que Fortes afrontó con más voluntad que brillantez.

Ese mismo viento, el mayor enemigo de los toreros, convertía los capotes y las muletas del malagueño en telones descontrolados que impedían darle a la lidia los matices técnicos que exigieron los cuatro primeros toros.

Visiblemente tenso, cuando no rígido, el diestro Jiménez Fortes ponía empeño y quietud en cada faena, sin encontrar reposo ni eco en el tendido. Con quietud y valor, pero con resultados forzosamente deslucidos y deslavazados.

Ni con el rajado primer toro, de la ganadería de Núñez de Cuvillo, ni con el complejo segundo de Jandilla, ni con el encastado tercero de Garcigrande, ni con el sosote y grandón ejemplar de El Pilar pudo ni supo lucirse el diestro local, que además falló repetidamente con los aceros.

Pero no por eso se dio por vencido Fortes, ni perdió la fe en sí mismo. Y por eso, como si el viento y la tarde quisieran darle una tregua, tuvo premio en el quinto turno, cuando la corrida parecía ya perderse inevitablemente por el despeñadero.

Embistió con calidad ese terciado y bien hecho toro de Núñez del Cuvillo y Saúl Jiménez Fortes le hizo una faena más pausada, con tandas si no deslumbrantes ni sobradas de mando sí más ligadas y compactas. Y con suficiente nivel para que el público malagueño pudiera por fin volcar su afecto con el joven espada.

Aunque se le pidió la segunda, el presidente no se dejó llevar por la euforia e hizo justicia con la concesión de una solitaria oreja, premio que también paseó Fortes del sexto, un toro parado de El Torero con el que estuvo largo rato muy cerca de los pitones.

En esa última faena quiso echar el resto el malagueño ya desde que lo recibió con una larga cambiada a portagayola, hasta rematarla también de rodillas en los terrenos de tablas. Allí se acabó refugiando el toro para ponerle final a una tarde demasiado compleja para un torero tan nuevo pero que supo remontarse incluso a sí mismo a golpes de voluntad.

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