Del dios toro

Trapío, cuajo y entrega de un importante 'torrealta'

  • Dos toros de apabullante volumen dentro de una corrida muy abierta de líneas y, por tanto, bastante desigual · Estilo de sangre Jandilla en los dos toros de mejores calidades

NO se esperaba en una corrida de Torrealta la sorpresa de dos toros de tanto volumen como cuarto y quinto. En una corrida de y para Sevilla. Torrealta es una ganadería que respira por varias líneas bien fijadas y todas pueden dar volumen de sobra.

Volumen no es sinónimo de trapío, pero ese cuarto de la tarde, número 46, Remendón, 580 kilos, dio las dos cosas a la vez. Si hubiera que ponerlas en orden o medirlas, todavía más trapío que caja, cuerpo, culata o cara. Un toro de casi seiscientos kilos con mucho trapío es una cosa muy seria. Y si, además de tener peso y trapío, el toro se mueve, arrea y repite, la cosa se pone más seria todavía.

No es fácil encajarse con tanta masa en movimiento. Ni poder con ella. La viveza del toro en la salida y su manera de tomar el capote dejaron a las primeras de cambio que, efectivamente, iba la cosa en serio. La alegría en toros de esos tamaños tiende a dislocarse. ¿Qué pasa luego? Pasa que el toro parece tomar la plaza y hacerse el dueño. O parecerlo.

No hubo tal. Por un lado, porque el toro salió tan aguerrido como noble. Y, luego, porque Javier Conde no fue para nada un torero desarbolado. Ni siquiera sorprendido. Ni batido ni abrumado. En tarde de renuncio sin disimulos pero de no perder los papeles tampoco.

La temporada taurina, como bien se sabe, se divide, como las competiciones de velocidad, por circuitos y por cilindrajes. En el circuito y el cilindraje donde mejor sabe Conde moverse, a sus anchas, e incluso cautivar, no están ni se esperan toros del cuajo y la potencia de ese cuarto torrealta y de conducta tan jandilla.

A la manera clásica de la mejor ley del encaste Jandilla refundado por la sabiduría ganadera de Borja Domecq. No hay este año corrida de Jandilla en el abono de Sevilla y es una lástima. Algún aire lejano de Jandilla tendrá seguramente alguno de los toros de El Ventorrillo anunciados para esta tarde.

Si alguien siente la pena de no ver en la Maestranza una corrida de Jandilla, servirá de consuelo la exhibición de ese cuarto torrealta, notable por muchas cosas. Entre ellas, la entrega. Sabemos bien qué quiere decirse cuando se dice que un toro se entrega. Cuesta, con todo, definir con propiedad la entrega. Del toro que se da sin entregarse decimos que se deja. Son cada vez más los espectadores que se dan con un canto en los dientes cuando una corrida se deja.

En el segundo circuito de la temporada abundan los toros digamos dejosos, que no dejados. Y todos tan contentos cuando eso pasa. Pero la entrega es un atributo de bravura. Dejarse, no tanto. Dejarse se dejó otro toro de buena nota de esta corrida de Torrealta de desiguales volúmenes y probablemente sacada de seis ramas distintas. El primero de todos, amplio y ancho, acapachado y lustroso, castaño lombardo, de rubio flequillo que parecía peinado por un mayoral. Caprichos de los toros. El 42.

Un toro Templado de nombre. ¡Y qué atinado bautizo! Porque, además de dejarse, tuvo temple en las embestidas ese toro. El temple es atributo de bravura, como dejó escrito y explicado don Álvaro Domecq. Entre un toro que sin más se deja y otro que se deja pero embiste con temple hay una diferencia no sutil sino abismal.

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