Feria de nuestra señora de la salud

Como las aguas de mayo

  • José Luis Moreno consigue dos orejas en la corrida de Victorino Martín, que dio un juego interesante en líneas generales, aunque destacaron sobre el resto del encierro dos toros, primero y último

Estaba el invierno de sequía. Marzo, con el inicio de la primavera, vino igual. Seco. Sin lluvias, los pastos de las dehesas estaban mustios y las siembras se cuarteaban. Pero como cuando marzo mayea mayo marzea el agua del mes de María ha mejorado la situación, como la corrida de Victorino Martín lidiada ayer se convirtió en un bálsamo para los aficionados, en una tormenta de interés y de detalles que no dejaron indiferente a nadie. Vino como el agua de mayo, como la que cayó ayer y amenazó un festejo que por fortuna se celebró. Lo del ganadero de Galapagar ha sido un mayo particular, una isla de toros en puntas frente a la sequía del invierno, con casta y con calidad, pues de los seis hubo al menos tres con calidad y bonanza. Claro que a lo de Victorino hay que echarle técnica, porque lo aparentemente bueno se puede convertir en tejón; es decir, en alimaña. Y eso que la corrida, que habría servido en varas, no acabó de verse en la primera suerte por deseo -o incapacidad- de los que andaban en el ruedo .

Mas ante todo había un torero enorme. Se llama José Luis Moreno y es tan recio y auténtico como las encinas de su tierra de Los Pedroches. Moreno reverdeció -no se sabe si gracias al agua de mayo- sus grandes tardes frente a la divisa de Victorino, aquellas que le dieron fama porque es un gran torero, un torero para aficionados. Estuvo bien con el bueno de su lote, el segundo de la tarde, y se la jugó sin cuento, con firmeza y calidad, frente al quinto, un protestón de cuidado que pudo prenderlo en varias ocasiones. Pero su muleta tiene mando. Como decíamos, al primero de su lote, lo cuajó a la verónica con la pierna adelantada, como mandan los cánones. El picador estuvo fatal. Pero Félix Jesús Rodríguez lo bregó bien en el segundo tercio. El animal, que no fue el mejor de la tarde tenía un punto de calidad aunque le faltaba un golpe de entrega, un tranco, que dicen los taurinos. Sin embargo, Moreno entendió que mediante series cortas de tres y del pecho podía sacar partido al de Victorino. Y así fue. El primer muletazo era de prueba, el segundo enorme y el tercero bueno. Los de pecho, algunos, de cartel del toros. Gracias a esta filosofía de faena hubo momentos y muletazos por ambos pitones lentos y de extremada calidad. Hay que ser muy buen torero para hacerle eso a uno de Victorino. Ver aquello era como una delicada lluvia ante la sequía de la mediocridad imperante en la fiesta actual.

Al toro había que darle tiempo en determinados compases de la faena y el diestro de Dos Torres administró bien su labor. Luego al natural, consistiendo más que por el pitón derecho, también se fajó al máximo. El final de faena, con muletazos de remate por bajo, resultó estético. Luego pinchó. Se temía lo peor, aunque consiguió una estocada corta que bastó y le sirvió para cortar una oreja.

Con el segundo de su lote la cosa cambió. Éste fue uno de los garbanzos negros de la corrida. Moreno consiguió arrancarle la oreja a base de jugarse la piernas con cabeza y con valor sin cuento. Fue faena para aficionados. No para amantes del bullicio y del toreo de polvareda. Porque al toro había que sobarlo, que consentirle para meterlo en el canasto. Parecía imposible que Moreno consiguiera hilar alguna serie. Pero lo hizo. De ahí su mérito, de ahí que la faena sea de apreciar, pues el toro miraba, se quedaba corto, quería hacer presa, pero la firmeza y la técnica del torero se lo impidió. Tanto que el matador acertó en muletazos sueltos de potencia y estética. Largos en la medida de lo que permitía el animal. Tal fue el esfuerzo que tras una tanda, muchos aficionados se pusieron en pie como agradecimiento a un matador que nunca defrauda.

En distinto tono, en el polo opuesto, estuvo Antonio Ferrera, al que le tocó en suerte uno de los dos mejores de la tarde, el sexto. Más allá de las banderillas -de seis pares sólo dos fueron de verdad-, el extremeño nunca estuvo colocado, anduvo ventajista, buscando siempre la querencia de los toros para ligar en el tercio. Pero empecemos por su primero. Tuvo nobleza, y servía por el pitón derecho, pero Ferrera se empeñó en estar bullidor y los muletazos resultaron fuera de cacho, buscando el aplauso fácil, sacándose al toro hacia afuera. Claro que su labor tuvo más delito con el sexto, que sí era claro y aunque presentó dificultades al principio, luego evidenció que era un toro de taco, de lío gordo. Pero Ferrera se dedicó a torearlo también en el tercio, en terrenos del diez y del uno, sin ángel ni entrega. Se puede decir que el toro se le fue, sin duda.

Y queda Liria, que se llevó otro de los toros de la tarde, el primero. Este pupilo de Victorino, por momentos y en la muleta, parecía un torrestrella. Como era el primero apareció la frialdad propia del inicio en la gente, pero el diestro consiguió levantar los ánimos a base de un toreo de calidad, con algunos naturales largos y de mérito, con la muleta arrastrando. El toro tenía calidad y por el pitón derecho también hubo momentos excelentes. Aunque en los naturales uno fue largo, eterno. Bien Liria, entregado, con gusto. No obstante, el toro fue de tanta calidad que quedó gana de más y torero pecó no salirse con el más a los medios y rematar una labor que podría haber sido más redonda. Con la espada, media estocada que le valió una oreja. El cuarto, segundo de su lote, tuvo más complicaciones porque animal se paró y medía. Fue un lunar en una corrida que sentó a los aficionados como el agua de mayo a los campos.

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