Gran Luque en el día de Morante
domingo de resurrección | corrida inaugural de la temporada en la maestranza
El de Gerena desorejó al tercer toro de la tarde y estuvo a punto de conseguir premio en el sexto El genio de La Puebla desgranó detalles en el primero y se estrelló en el manso cuarto Talavante estuvo en voluntarioso.
Las fotos de la corrida del Domingo de Resurrección
Las imágenes de la Puerta del Príncipe
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de la Real Maestranza. GANADERÍA: Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, bien presentados y ayunos de raza. El primero, inválido, fue suplido por uno del mismo hierro. TOREROS: Morante de La Puebla, de corinto y oro, saludó en el primero y silencio en el cuarto. Alejandro Talavante, de esmeralda y oro, silencio en ambos. Daniel Luque, de verde y oro, oreja y ovación tras aviso. CUADRILLAS: Saludaron en banderillas Raúl Caricol y Jesús Arruga. INCIDENCIAS: Se colocó el cartel de ‘no hay billetes’ en tarde agradable. Antes de iniciarse el paseo sonó la Marcha Real y luego cambió la banda el habitual por el pasodoble dedicado a Paco Camino.
Corrida de expectación y corrida de decepción suelen ir de la mano y cuando uno echa la vista atrás no se le viene a la sesera ninguna corrida triunfal en este día. Y resulta que es el día que más expectación concita. Desde que la presencia de Curro Romero dignificó la fecha hasta ponerla en la cima de la Fiesta, la corrida del Domingo de Resurrección en Sevilla es uno de los pilares de la temporada. Y este año no sólo fue igual, sino que la expectación se desbordó ante el señuelo que representaba el retorno de Morante a su casa. Es el gran gurú de este momento y de casi todos los momentos podría decirse y la expectación se había desbordado, pero la cosa se fue yendo al garete desde que salió Campanito, un precioso castaño que no podía con sus huesos y que vio el pañuelo verde.
Malos presagios, pues, y fue a sustituirlo uno también de Cuvillo, llamado Ponderoso, colorado y bien hecho. Sale muy dispuesto Morante y lo lancea con suavidad y con ese estilo incomparable que atesora. Quita Talavante con bonitas chicuelinas y surge un problema. Es que el toro tiene poca fijeza y hay sobredosis de capotazos, pero el animal tiene buena clase y rugen los tendidos con las formas de Morante en la labor de ahormar la embestida. En esos pases de tanteo hay un trincherazo puro cartel de toros y con la mano izquierda borda el toreo José Antonio. Todo lo saca por el pitón izquierdo de un toro que, aun con clase, transmite poco, la música tarda en arrancar y cuando arranca, el torero manda callar. Será el primer silencio en una tarde rica en silencios que, a la larga, sólo la salvará Daniel Luque. Pero a lo que íbamos, que los naturales de Morante tuvieron menos repercusión de la deseada y que ello ayudó a que el torero se fuese a por la espada. En el cuarto cabe la excusa del poco juego de Tobillito, también de bonitas hechuras, pero sin una gota de casta en sus adentros. Pedro Iturralde le pega muy fuerte y Morante, que sale con la espada de verdad, tira por la calle de en medio para que el público guarde un respetuoso silencio mientras la duda de si José Antonio quiere pero no puede o viceversa. Lo cierto es que la primera comparecencia en su plaza ha dejado un sinfín de dudas entre su legión de partidarios.
Por esos misterios de lo que se dio en llamar los entrebastidores del toreo entró Alejandro Talavante en el cartel más deseado del año. El aval de la Puerta del Príncipe es la explicación oficial, pero lo cierto es que el aficionado nunca terminó de explicarse esta decisión empresarial. Y el extremeño puso todo en la balanza para el triunfo, pero la tarde no estaba para fiestas. Toro tras toro de Cuvillo era un desencanto y Alejandro veía cómo sus indudables deseos de triunfo se iban por el sumidero insaciable que es la falta de bravura. Tristón, su primero, un toro colorado y fino de cabos y aunque se deja en un quite por tafalleras, ya en la muleta se viene abajo en los doblones para rajarse de inmediato y dejar al torero con su gozo en un pozo.
Se llama Billetero el mulato que le corresponde en quinto lugar y sale con clase en las verónicas, pero empieza a cantar la gallina ya en el quite de Luque. Brinda Talavante a la plaza y empieza el trasteo genuflexo en el tercio para una serie de pases por alto y cambiados que no calientan todo lo que estos muletazos suelen calentar. Ya enhiesto cuaja buenos naturales rematados con esas improvisaciones tan marca de la casa, pero algo le falta al guiso para que cale. Alejandro da muchos pases, unos buenos y otros menos buenos que no atraviesan la batería de frialdad en que a esas alturas de la tarde es el tendido. Mata de pinchazo y estocada para que otra vez el silencio caiga a plomo sobre la figura del torero.
Y en la tarde de Morante iba a surgir arrebatador el torero que, posiblemente, sea el que en mejor forma está del escalafón. Y es que Daniel Luque une a su congénito enciclopedismo una ambición a prueba de obstáculos, y con esos argumentos en su mochila iba a convertirse en triunfador único de la tarde. Es un gallo de pelea que no deja pasar ni un momento para el lucimiento, entra en quites y sabe cómo sacarle a cada toro lo que lleve dentro. Y puede decirse que el lote que le tocó no fue ni mejor ni peor que los otros dos, pero está tan nutrido de argumentos el gerenense que la tarde fue para él, sólo y exclusivamente para él.
Correvientos se llamaba el colorado que se lidió en tercer lugar y era como un calco del resto del envío, con clase, pero cortito de fuerzas. Daniel Luque lo recibió con despaciosas verónicas para lucirse por cordobinas tras su paso por el caballo de Jabato. Brindó a la plaza y rápidamente se echó la muleta a la izquierda para cuajar naturales que tardaron en entrar en la gente, pero ya en los redondos se había establecido la debida comunión para que la plaza rugiese con esas luquecinas en las que prescinde de la ayuda para que todo sea al natural. Al natural y con los pitones festoneándole la barriga en un alarde de valor tremendo. Y todo bajo la vieja conseja de que si el toro no transmite, todo corre a cargo del torero. Lo mató de estocada y hubo premio de oreja con considerable petición de la segunda.
Y buscó Daniel con denuedo una Puerta del Príncipe más en su carrera, pero Marcado, un mulato meano, no iba a darle ninguna facilidad. Abriéndole caminos con torería apeló al toreo en redondo, pero el toro iba quedándose hasta convertirse en un marmolillo. Sólo cabe sacar de la chistera una faena y aunque el toro es como de Guisando, Daniel lo mete en el canasto a base de cabeza y valor. La plaza hierve con las luquecinas, lo mata por arriba, pero el toro tarda en echarse, suena un aviso y todo queda en leve petición de oreja. Atrás un Domingo de Resurrección más y cuando se esperaba a Morante surgió Daniel Luque, nada menos que todo un torero.
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