En ese gran teatro de los sueños

Los onubenses Emilio Silvera, Jesús de Fariña y Francisco Barroso acompañan en el éxito a una excelente novillada de Manuel Ángel Millares, lidiada ayer tarde en el festival taurino de Lucena del Puerto

Sentimiento personal en ese hacer capotero de Fariña, abrochando con media.
Sentimiento personal en ese hacer capotero de Fariña, abrochando con media.
Paco Guerrero / Huelva

20 de marzo 2010 - 01:00

Ganadería: Seis novillos con hierro y divisa del ganadero onubense Manuel Ángel Millares y de Espantalobos, otro hierro de la casa. Bien presentados, con recorrido en la muleta y buen juego donde además de la nobleza destacó un excelente tercero junto a la clase de los lidiados en segundo y cuarto lugar. Encastado el quinto y manso y rajado el sexto. TOREROS: Pepe Luis Vázquez. Silencio; Emilio Silvera. Dos orejas y rabo; Jesús de Fariña. Dos orejas y rabo; Francisco Barroso. Dos orejas y rabo; José Doblado. Palmas; Manolo Martín. Palmas. Incidencias. Plaza de toros de Lucena del Puerto. Floja entrada de público, rozando apenas un cuarto de plaza. Tarde con nubes y viento que molestó durante la lidia.

La esencia de un toreo personal. Toreo que gusta, que entusiasma. Fariña lo reparte en dosis cortas, pero cuando lo espeta con sinceridad, huele a perfume bueno. No importa la cantidad. Siempre se compraron las dosis de sueños grandes en pequeños frascos de ilusión. Y el toreo ilusiona, mejor o peor, cuando se sueña tan dentro, tan íntimo, a los ojos de un profano puede sonar a vanidad, pero no lo es. Es sin embargo la grandeza de sentirse torero y ejecutarlo en la imperfección de una tarde con viento y polvarea de una portátil que no por eso deja de ser el gran teatro de los sueños toreros.

Fariña anduvo así. Imperfecto, rotundo a veces, pero principalmente imaginando sueños.

Sueños de naturales y derechazos al mejor novillo de Millares al que remató soberbio de torería de una gran estocada. Para quien nada sepa que es soñar, los toros seguirán siendo barbarie. Nada más lejos ayer de la suave música del toreo de Jesús.

A la tarde le había antepuesto el mayor despropósito al anuncio de un festejo un día laborable, todo ello por imponderables empresariales que hacían ya imposible otra cita. Poca gente en el tendido. En medio de todo ello el homenaje a Litri, el veterano león de una dinastía que volvía a Lucena a disfrutar un año mas de toros en una plaza que le quiere.

Desde el centro de un polvoriento escenario, Litri recogió el homenaje publico que el alcalde lucenero y el ganadero Manuel Ángel Millares materializaron en forma de obsequio y el publico rubricó con una ovación cálida que sonó a respeto por un torero grande.

Grande, importante, profesional y con un tesón que vuelve a replantear metas, anduvo Silvera con un buen novillo al que solo le faltaron fuerzas. Pero este Silvera no atesora ya desgana frente al toro. Este Silvera resuelve, atesora madurez y entusiasma como a pocos les cabe la posibilidad de hacerlo. En su templanza torera, enganchó, trazó con hilo de seda los muletazos a un novillo que no volvió a besar mas la escandalosa urbe de arena que sirvió como escenario propicio para volver a entusiasmarse con un torero. Su labor, perfecta, sincronizada con el temple de dos verónicas mágicas, rubricada con el espadazo mas 'jondo' que le haya visto a Emilio en una plaza de toros supo a gloria después de la desazón de un poco animoso Pepe Luis Vázquez en el que abrió plaza.

Gran novillo también el chorreado en verdugo con el que Paco Barroso abrochó los certeros compases de una lidia metida en cercanías aunque sin agobiar la dulzura brava del utrero que un día tuvo como destino un festival dejado al olvido en Moguer y al que la desidia del destino envió a ayer a Lucena para que Barroso le cuajara una faena muy en el corte y la personalidad que distinguen al fenomenal torero onubense. Enganchando una y otra vez las series que admitió por sendos pitones con un son exquisito. Tuvo planta de torito bravío el 'verdugo', que sólo entregó su son cuando el torero le sometió con firmeza hasta comerle el terreno.

Encastado y muy interesante el quinto. Nada fácil y que se vino arriba a falta de un mayor puyazo. Le complicó la tarde a Pepe Doblado porque costó hacerle entrar en razones y acabó cabezón en el tercio final. Pelea dura la del torero que acabó con el dolor de un severo revolcón. Vendrán otras tardes para el desquite.

El novillero Manolo Martín poco pudo mostrar frente a un novillo con poder pero manso, que aculó su honor junto a las tablas. La tarde para entonces ya estaba echada.

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