La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
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La cita se había concertado en El Castillo, el sueño campero de Gabriel Rojas, donde Javier Zulueta ha permanecido concentrado entre viaje y viaje por las sendas del toro. Han sido dos intensas y trepidantes temporadas como novillero con picadores, apoderado por la empresa Pagés, que culminarán el próximo domingo con esa lujosa y esperada alternativa en la que recibirá los trastos del oficio de manos de Morante de la Puebla y en presencia de Roca Rey.
Pregunta.–Da la sensación que todo ha ido a la velocidad de un rayo. Hace nada hablábamos en este mismo salón antes del debut en Olivenza...
Respuesta.–Y mira que en mi casa siempre habíamos tenido el pensamiento de tomarnos las cosas con calma. Los maestros me animaban a debutar de becerrista y mi padre siempre era partidario de esperar un año más. Siempre pensaba que esto debía ir lento, que tenía que estar más preparado… Pero desde que debuté en Estepona todo fue muy rápido. Después llegó lo de Villaseca, el debut con picadores… A partir de ahí todo ha ido rapidísimo.
P.–Pero es que ahora estamos hablando a las puertas de una alternativa…
R.–Quedan días… me encuentro bien pero es que ni me lo creo. No sé si no soy consciente de lo importante que es ese día pero es que he salido de un mes de septiembre intenso, en el que he tenido que afrontar compromisos relevantes y seguramente he tenido la mente en eso. La alternativa está ahí pero tenía que seguir puntuando como novillero.
“Desde que debuté todo ha ido muy rápido; ya no entiendo otra manera de vivir”
P.–Desde el debut con picadores llegaron las plazas grandes: el rodaje fue paralelo al crecimiento como torero.
R.–Ramón Valencia siempre tuvo claro que él quería hacer un torero, no un novillero. No quería aprovecharse de una situación momentánea sino mirar a un futuro, pensar en un proyecto de figura. Eso se consigue toreando, rodándote… yendo a esos compromisos importantes que muchas veces pueden parecer una torpeza o una equivocación pero a mí me han curtido mucho como torero y como persona.
P.–Más allá de lo taurino, en estos dos años le ha cambiado la vida…
R.–Sí. Yo estaba estudiando y, de alguna manera, los toros eran algo secundario. Estaba centrado en mi carrera pero ahora lo que me ocupa todo es el toreo; me veo como torero y quiero ser figura. Ahora es al revés: los estudios se han quedado de segundo plato.
P.–¿Con qué se queda Javier Zulueta de este tiempo?
R.–Con todo lo vivido. Estoy materializando un sueño. Lo hemos dicho: desde que debuté todo ha ido muy rápido. Mi primer año sin caballos ya fueron 35 novilladas; el siguiente, ya con caballos, otras 36… Ha sido temporadas muy de figura, como las sueñas, de torear en todas las ferias, de no parar, de afrontar los viajes… Eso es lo mejor que hay para un profesional y yo no quiero que pare. Ya no sé vivir de otra manera. He vivido muy intensamente estos dos o tres años últimos. Tengo muy claro lo que me gusta y lo que quiero hacer.
“Ramón Valencia siempre tuvo claro que él quería hacer un torero, no un novillero”
P.–La furgoneta se puso en marcha y ya no ha parado. Pero hay que seguir a bordo.
R.–Eso es lo que cuesta más. Subir, te subes pero rápidamente te pueden bajar. Mantenerse ahí es lo complicado porque las exigencias son continuas pero eso es lo bonito, eso es lo que uno quiere. Sin esas exigencias las cosas no podrían ir bien.
P.–Tengo que hablar en primera persona. En Huelva me encontré con el torero que quería ver. ¿Es el torero que quiere ser Javier Zulueta?
R.–Me alegra escucharlo. Ya han sido varios los que me lo han dicho; que vieron una evolución muy grande en Huelva. La verdad es que eso es lo que voy buscando. Empecé el año toreando mucho y en junio y julio tuve un parón. Estuve prácticamente un mes sin vestirme de torero pero ese mes, antes de Huelva, me sirvió de mucho. Fue como otra pretemporada en la que estuve dándole vueltas a mi concepto, evolucionando, creciendo como torero, asimilando el principio de temporada y mentalizándome de cara a la alternativa. En Huelva se vio que ese parón había servido de mucho. Ya lo estaba viendo por cómo estaba andando en el campo, entrenando… Eso es lo que más me alegra: cuando un torero entrena y después se ve en la plaza hace que te prepares con más ilusión.
P.–Hay que romper ese sambenito que le quieren colgar: el de su supuesta frialdad.
R.–En el toreo hay muchas frases hechas. A veces te quieren meter o encasillar en un estilo y tienes que luchar con esas ideas preconcebidas. Que si el torero es artista, de corte sevillano… Yo no pretendo quedarme ahí. Quiero ser un torero más largo, más completo y creo que eso se irá viendo poco a poco, rodándome. Un torero no se hace en un día.
“En las Colombinas de Huelva, tras un largo parón, se pudo ver el torero que busco”
P.–La despedida de novillero en Sevilla llegó en un día muy extraño, en los rescoldos del gran apagón...
R.–La verdad es que fue un día bastante raro. A priori era todo tan bonito, con tanta expectación… El apagón lo empañó todo un poco y el ambiente fue extraño. Hubo mucha gente que no pudo venir y a pesar de todo se registró una gran entrada pero sin esa vicisitud habría sido todavía mejor. Las circunstancias también amortiguaron el eco de la prensa pero, aún así, fue un día precioso. Disfruté mucho en Sevilla y su afición entró y conectó conmigo. Quizá no pudo ser un triunfo numérico mayor pero fue una tarde, tanto por Marco como por mí, interesantísima y creo que el público, más allá de divertirse, se quedó con muy buenas sensaciones. Creo que Sevilla me sigue esperando.
P.–Tiene una educación taurina innata por parte de las dos ramas familiares, los Zulueta y los Lebrija.
R.–Se están haciendo más quilómetros que la mar. Al fin y al cabo son aficionados y también están viviendo un sueño. Habrá momentos en los que lo pasarán mal pero no sólo por el toro, que te puede coger, sino lo que hay detrás: las presiones, los disgustos… todo lo que hay en la trastienda. Pero también están viviendo muchas alegrías. Su hijo está cumpliendo el sueño de querer ser torero y en casa se vive con orgullo. Toda nuestra familia ha estado ligada al mundo del toro. La saga continúa.
P.–Estar aquí, en El Castillo, evoca algunos capítulos de la serie Juncal que se rodaron en la finca. También se narraba la forja de un torero.
R.–Aquí entreno, le doy vueltas a la cabeza y estoy concentrado en el toro. Por ahí queda algún que otro cuadro de la época de Juncal. Esto es precioso pero te recuerda constantemente que hay que ser figura del toreo para conseguirlo.
“El traje tiene un bordado especial que me ha diseñado Fernando Aguado”
P.–El padrino de la alternativa es un torero que, en plena actividad, ya es leyenda.
R.–Yo sólo quiero pueda llegar (risas). Más allá de la leyenda que es ahora, de todo lo que ha conseguido este año, para mí ha sido siempre el referente. Desde chico me he declarado morantista, incluso en esos momentos de distancia con la plaza de Sevilla. Siempre he sido morantista, jugaba a ser Morante y hasta me hacía mi coletita cuando Morante se la ponía. Es el que torero que siempre me ha llenado por dentro, el que me sigue llenando como ninguno y va a ser mi padrino de alternativa. Es más que un sueño. Espero no emocionarme demasiado ese día porque si no voy a perder la concentración.
P.–Tiene que imponer verse en el paseíllo en medio del cigarrero y el peruano.
R.–Tanto uno como otro. Cuando toreé en Sevilla el festival con las figuras me di cuenta de que también son personas, que pueden tener el mismo miedo que yo. Pero siempre he dicho que si hay algunos toreros que me pueden impresionar en un patio de cuadrillas son Morante, Roca Rey… y José Tomás. Estoy con dos de ellos en el mismo cartel.
P.–¿Se puede avanzar algo del vestido de la alternativa?
R.–Me lo está terminando Justo Algaba y es un vestido un poco especial, con un bordado muy distinto que me ha diseñado Fernando Aguado. A mí me encanta. Ese traje significa mucho para mí.
P.–¿Merece la pena este viaje?
R.–Sólo quiero que sea el comienzo de un viaje muchísimo más largo. Hay momentos en los que te preguntas que haces allí, delante del toro, con lo bien que se ve desde arriba. Pero no sé por qué, es algo tan grande, que te llena tanto que hace que todo merezca la pena: el miedo, el sufrimiento... Todo. Estoy viviendo un sueño.
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