Morante: el genio vuelve a Sevilla

El diestro de La Puebla, que apadrina este domingo la alternativa de Javier Zulueta, convirtió su paso por la pasada Feria de Abril en el prólogo de esta temporada histórica que no ha podido doblegar la cornada de Pontevedra

Morante: tres años de idas y venidas

El compromiso y la entrega de Morante marcan la Feria a fuego

Morante, se desplanta con un toro de Matilla en la pasada Feria de Abril.
Morante, se desplanta con un toro de Matilla en la pasada Feria de Abril. / Antonio Pizarro

Las entradas duraron lo justo en la taquilla. La tercera tarde de la feria de San Miguel, último festejo que figura en el abono sevillano de la temporada 2025, era el cartel estrella, revalorizado por la grandiosa dimensión mostrada por Morante en su paso por la Feria de Abril y aliñado con la pimienta de su indisimulado pique con Roca Rey, testigo de una alternativa que Javier Zulueta -esperanza blanca de la cantera hispalense- tomará de manos del propio diestro de La Puebla con la expectación y la reventa disparada.

El emocionante reencuentro de Morante, un año exacto después de su imprevista despedida del coso sevillano en el fragor de la indeseada batalla personal con los fantasmas de salud mental que le atormentan, ya había marcado el ciclo abrileño. Se estrenó en Resurrección sin encontrar el eco deseado con su valiosa y densa faena a un toro de Cuvillo. El torero llegó a interpelar al público que sí acabaría por entregarse a la altura del compromiso del propio matador en su segunda tarde. Fue el primero de mayo, anunciado con Aguado y Ortega. Morante, que ya había pintado algunos primores con su primero, se iba a salir del pellejo con el segundo ejemplar de Domingo Hernández desde que, inesperadamente, se echó el capote a una mano para romper la tarde en dos con unos lances de otro tiempo. La faena fue una intensa tormenta de entrega, genialidad y valor que culminó volcándose con la espada y desplántandose con majeza de elegido. Las dos orejas fueron gozadas, aclamadas sentidas...

La diferencia estaba marcada pero es que el diestro de La Puebla iba a mantener ese techo en su tercera tarde, el Lunes de Alumbrado, dictando una auténtica lección de torería natural, valor sostenido y personalidad diferenciada. Aún hubo más: José Antonio Morante Camacho redondeó su paso por el coso del Baratillo interpretando otro hermoso concierto el Viernes de Farolillos. El maestro de La Puebla estuvo sembrado, construyendo una hermosa y evocadora faena dictada a los sones de Suspiros de España que se iba a convertir en un maravilloso puente entre dos épocas que nos transportó a la yema de los años veinte, a la flor de la Edad de Plata, a la apoteosis del Regionalismo coronándose como uno de los grandes de la historia, como uno de los toreros de nuestras vidas.

No había duda: el genio se encontraba en su cima artística. Después llegarían los rabos de Jerez, Salamanca y Marbella, las puertas grandes de Madrid y Pamplona y un sinfín de recitales en los que se sumaban en la misma medida su impresionante compromiso delante de las reses con la altura artísica de los trasteos. Pero esa entrega no tardaría en poner su precio...

El percance de Pontevedra iba a interrumpir esa triunfal regularidad demorando los plazos de recuperación. Hubo una primera reaparición el 3 de septiembre en Melilla y un nuevo impasse antes de retomar el hilo, hace diez días escasos, en la feria de Salamanca. Le esperan aún algunas citas pero en su agenda hay marcados en rojo dos compromisos inusuales que le llevarán a actuar en la plaza de Las Ventas en turno de mañana y tarde el próximo 12 de octubre. La matiné será en el festival a beneficio del monumento a Antoñete que él mismo ha impulsado. Por la tarde, vestido de luces, confirmará la alternativa de Sergio Rodríguez y despedirá del toreo a Fernando Robleño. Ahí debe concluir este año de excelencias.

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