El compromiso y la entrega de Morante marcan la Feria a fuego
RESUMEN DEL CICLO
El halo de la labor del diestro de La Puebla, más allá de los premios oficiales, está por encima de cualquier recuento de trofeos
Bendito sea Morante
Cuestión de magisterio
Aplicando el filtro de la memoria y las emociones, la Feria de Abril de 2025 -que transcurrió casi entera en mayo- pasará a la historia por el emocionante reencuentro de Morante de la Puebla, un año exacto después de su imprevista despedida del coso sevillano en el fragor de la indeseada batalla personal con los fantasmas de la salud mental que le atormentan. Lo del genio cigarrero ha sido punto y aparte y, sin que le embista por derecho un solo toro, se le puede considerar el auténtico y más sólido triunfador del ciclo por encima de cualquier componenda o tacticismo numérico.
Morante había estrenado su paso por el abono en la tarde del Domingo de Resurrección sin encontrar el eco deseado en su valiosa y densa faena a un toro de Cuvillo. El torero llegó a interpelar al público que sí se iba a entregar -a la altura del compromiso del propio matador- en su segunda tarde. Fue el primero de mayo, en el único cartel verdaderamente rematado del ciclo. Morante, que ya había pintado algunos primores con su primero se iba a salir del pellejo con el segundo ejemplar de Domingo Hernández desde que, inesperadamente, se echó el capote a una mano para romper la tarde en dos con unos lances de otro tiempo. La faena fue una intensa tormenta de entrega, genialidad y valor que culminó volcándose con la espada y desplántandose con majeza de elegido. Las dos orejas fueron gozadas, aclamadas sentidas...
La diferencia estaba marcada pero es que el diestro de La Puebla iba a mantener ese techo en su tercera tarde, el Lunes de Alumbrado, anunciado con los toros de Matilla en la cabecera de un cartel de escasísima química. El genio iba a seguir marcando distancias con sus compañeros de terna, dando una auténtica lección de torería natural, valor sostenido y personalidad diferenciada que, de paso, iba a poner en evidencia la decadencia de Manzanares y Talavante que, con Sebastián Castella -el trío de la bencina- han echado una feria para olvidar que pone en evidencia las miserias del propio negocio taurino, manteniendo artificialmente las carreras de tres toreros que, sin desmerecer su hoja de servicios, tienen sus carreras más que amortizadas.
Pero José Antonio Morante Camacho iba a redondear su paso por el coso del Baratillo dictando otra hermosa lección el Viernes de Farolillos delante de Daniel Luque -que es día fue maltratado por el palco- y del joven Tomás Rufo, que echó un borrón que debe hacerse mirar. El gran maestro de La Puebla estuvo sembrado, construyendo una hermosa y evocadora faena dictada a los sones de Suspiros de España que se iba a convertir en un maravilloso puente entre dos épocas que nos transportó a la yema de los años veinte, a la flor de la Edad de Plata, a la apoteosis del Regionalismo coronándose como uno de los grandes de la historia, como uno de los toreros de nuestras vidas.
¿Después de mí nadie?
Morante ha vuelto a hacer buena la máxima guerrista: Después de mí, nadie... ¿Y después de nadie? Podríamos empezar por el triunfador que más lo necesitaba. David de Miranda abrió la Puerta del Príncipe gracias a su entrega, el indeclinable impulso de los suyos y, sobre todo, a la excelencia del toro de El Parralejo que saltó en último lugar, guinda de una extensa lista de reses notables en la que sólo se puede consignar un encierro verdaderamente completo: la de Juan Pedro Domecq. Pero la nómina de astados de nota rebasaría el límite de una corrida ideal: apunten esos ejemplares sueltos de Alcurrucén, Jandilla, Victorino Martín, Matilla, Santiago Domecq, Victoriano del Río, Garcigrande o El Parralejo que no siempre tuvieron suerte con los matadores que tuvieron delante.
A partir de ahí hay que reseñar varias faenas de dos orejas y alguna otra que las merecieron. Manuel Escribano, para empezar, renovó su idilio con la ganadería de Victorino Martín cuajando al mejor toro de un encierro declinante y mostrándose verdaderamente importante con el primero de su lote en una tarde -el orden de los factores sí puede alterar el producto- que rozó la Puerta del Príncipe. El diestro de Gerena había apostado por ampliar sus registros apuntándose a la de Santiago Domecq aunque con ésta, tampoco con la de Miura, estuvo acompañado de la suerte ni alcanzó la misma cota.
En esa lista de excelencias hay que incluir la faena de Borja Jiménez al sexto de una corrida de Jandilla que caminaba al despeñadero. La virtud de su labor, precisamente fue salvar un festejo al borde del precipicio renovando su crédito delante de sus paisanos. Dejemos a un lado las orejas para subrayar la buena feria, de torero maduro y asolerado, que ha echado Miguel Ángel Perera. El extremeño no cosechó mayor premio por culpa de la espada con el grandioso Idílico que revalorizó la corrida de Santiago Domecq. Al día siguiente, con los toros de Victoriano del Río volvería a mostrarse en maestro.
Pero la de 2025 también ha sido una buena feria para Pablo Aguado, genial el primero de mayo y armonioso con uno de los buenos toros de Juan Pedro sin rematar con la espada. En esa línea también hay que destacar como merece la estupenda tarde -podía ser el último tren de su vida- de Pepe Moral con la corrida de Miura en la que también lució el buen toreo de Esaú Fernández, convertido en especialista del hierro. Tampoco se puede soslayar la solidez de Daniel Luque al que se le ha resistido el triunfo grande pero ahí queda su entrega total con un complejo toro de Victorino o la orejaza que le birló el palco sin ningún fundamento el día de los garcigrandes. Luque, un año más, no iba a coincidir con Roca Rey que le había dejado el hueco libre en Resurrección. El limeño estuvo a punto de abrir la Puerta del Príncipe después de desorejar a una grandioso ejemplar de Victoriano del Río en el que brindó dos versiones de su tauromaquia para dar una pobre impresión de sí mismo con la de El Parralejo.
¿Qué podemos contar de Juan Ortega? El sevillano brilló con la capa pero, sin toros a favor, ha pasado como una sombra después de haber cuajado la mejor faena, de lejos, de la Feria de Abril de 2025. Si continuamos por el capítulo de las decepciones ya hemos consignado el nulo interés que despierta a estas alturas el trío de la bencina, al que hay que unir la caducidad de El Fandi que dejó escapar el mejor toro de Alcurrucén. No convenció el debutante Navalón; Román cortó una oreja olvidable; El Cid tampoco tuvo su tarde; los rejoneadores dejaron escasísima huella y la despedida de Cayetano no pasó del guiño sentimental a toda su dinastía. Si hay algo más lo hemos olvidado. Pero si seguimos dejándonos llevar por la memoria hay que recordar los mejores pasajes de Lama de Góngora, la entrega de Calerito, los detalles de Curro Díaz, la personalidad de Galván o el magisterio de Diego Urdiales además de la entretenida novillada -mano a mano de Marco Pérez y Zulueta- en el día del apagón.
Fue la feria del fallido horario tardío, las tardes interminables -habrá que poner pie en pared algún día con el asunto- y ese público mutante que ha desplazado, seguramente para siempre, al viejo senado hispalense que daba carácter a una plaza que mantiene su imponente belleza pero ha perdido gran parte de su esencia. Podríamos continuar con el criterio errático y mutante del palco, la desaforada sed de muchos espectadores pero, sobre todo, con la incógnita que se abre ahora sobre el futuro inmediato de la plaza. Finaliza una tenencia y comienza otra que tendrá sobre la mesa la patata caliente de la revisión de un contrato de arrendamiento, el que les vincula a la empresa Pagés desde 1932, que finaliza en siete meses. A estas alturas todo es posible.
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