Morante y dos más
Balcón de sol

No se había acabado de acomodar el público cuando Morante cogió el capote y, sin probaturas, en el tercio, sin enmendar, le ligó varias verónicas templadas enroscándose al toro rematadas con una excepcional media. La plaza puesta en pie cuando no se había acabado de sentar. Toma el toro con fijeza dos buenas varas. En banderillas aprieta a Curro Javier, el maestro le hace un quite a cuerpo descubierto, recortando y echándose a los riñones del toro. Hasta el quite lo hace despacio. Recuerda a los juegos con el toro a los que tan aficionado era su admirado José. Inicia la faena con unos ayudados por bajo rodilla en tierra, en el tercio, que remata con un pase de trinchera que es todo un cartel de toros. Surge al unísono de la plaza un ooole profundo que nace de los más hondo del corazón. ¡Que barbaridad! El toro tiene ritmo y clase, por la derecha no se abre y tiene tendencia a meterse, por la izquierda se desplaza y se abre más. Coge la derecha, ya en la segunda raya, para, pasándoselo por el pecho y enroscándoselo en la cintura, rematar con un torerísimo cambio de mano ligado con uno de pecho. La plaza ruge como solo ruge en Madrid. ¡Qué cerca se los pasa Morante! Coge a continuación la izquierda, va a torear al natural, lo mejor está por venir, de uno en uno como gusta en Madrid o ligados, como debe ser, los naturales se suceden uno tras otro. Adelante la muleta el maestro para rematar atrás en unos naturales lentos, hondos, rítmicos, templados. ¡Qué preciosidad! ¡Qué rotundidad! Los doblones finales con los que cierra la faena están llenos de elegancia y torería y es que, eso, elegancia y torería es lo que rezuma Morante desde que hace el paseíllo. ¡Aroma de torero! Mató al toro de una gran estocada de perfecta ejecución. ¡Cómo hace la suerte Morante! El toro tarda en doblar, se acula en tablas y necesita de tres descabellos para caer. Es lo de menos. El presidente, ya debería estar inhabilitado, le niega el premio que unánimemente se pedía. No se preocupe, maestro, usted sabe que las orejas que se merecía no son más que despojos, su premio es la gloria inmortal y el del presidente el fuego eterno.
Lo que ocurrió el resto de la tarde no tiene importancia. Es volver del cielo a la tierra. La corrida, salvo el toro de Morante, resultó noblona y sosa defendiéndose en la muleta. Talavante y Rufo estuvieron porfiones, vulgares. Qué contraste de su toreo brusco y acelerado con el toreo rítmico, acompasado, lento, con la cintura rota del maestro de La Puebla. El toreo, que nunca se olvide, es cintura.
Parafraseando al Guerra, se podría decir: después de Morante naide y después de naide, Aguado. Gracias maestro.
También te puede interesar
Lo último