Quinta, Bohórquez y Cubero

CONTRACRÓNICA: CUARTA DE ABONO

Se esperaba más del encierro de Fuente Rey, sustituto del reseñado inicialmente de La Quinta el mismo día que cumplían 60 años de la célebre corrida en la que Puerta, Curro y Camino hicieron historia con los toros de Benítez Cubero

Un día de emociones marcado por el apagón

Capitanes intrépidos...

Curro Romero, Paco Camino, el ganadero José Benitez Cubero y Diego Puerta dan la vuelta al ruedo.
Curro Romero, Paco Camino, el ganadero José Benitez Cubero y Diego Puerta dan la vuelta al ruedo. / D. S.

La corrida de Fermín Bohórquez iba a quedar lejos, lejísimos de cualquier expectativa. Los esfuerzos de la terna, más allá de la cariñosa oreja lucrada por el siempre animoso Román, se iban a estrellar con la falta de clase y fondo de un encierro que, eso sí, brindó algunos ejemplares de irreprochable presentación. No hace falta recordar que el encierro de Fuente Rey había sido reseñado para suplir el ancho hueco dejado por los grises de La Quinta, retirados del elenco ganadero por la familia Martínez Conradi por desavenencias con la empresa en torno a la fecha de su lidia y, seguramente, disgustados por la naturaleza de un cartel sin galones en las taquillas, ubicado en las afueras de los días grandes.

El asunto trajo cola y marcó la polémica más encendida en la recta final de la gestación de unos carteles que fueron presentados por Ramón Valencia padre e hijo en una tensa y desabrida rueda de prensa que sólo hacía delatar el disgusto. Fuera como fuese, en Sevilla nos quedamos sin ver una excepcional ganadería que ha protagonizado un fulgurante inicio de temporada. Los buendías que crían los Martínez Conradi en los cerrados de Fuenlahiguera perpetúan los mejores parámetros de la sangre Buendía-Santacoloma, uno de los estandartes más representativos del campo bravo de la Baja Andalucía. Agua pasada no mueve molino pero el asunto sí brinda argumentos para la reflexión. Más allá de las diferencias de la empresa Pagés con los criadores de La Quinta -que a ellos competen- está la negativa de la crema del escalafón para reclamar para sí ese encierro que -entonces sí- podría haber gozado de mejor fecha y ambiente. Ahí si hay que echar en falta un decidido paso al frente que habría dado sal y son a un abono marcado por las grisallas de un negocio cortoplacista.

Mejor lo dejamos ahí... El caso es que la fecha -el primaveral 29 de abril- marcaba un aniversario redondo que nos permite tirar de hemeroteca. El maestro Peris ya lo contó en su momento, evocando aquella célebre corrida -una de las más recordadas de la década prodigiosa del toreo- en la que la boyantía de los toros de Benítez Cubero se alió con una terna de campanillas -Curro, Camino y Diego Puerta en los oropeles de un jueves de Feria- para brindar un grandioso espectáculo que permanece en la memoria viva de los que tuvieron la suerte de presenciarlo. Los que no habíamos nacido tenemos que tocar de oído. La historia taurina es un género rico que fija el eco del propio toreo. Vamos a evocarla...

Ostos figuraba inicialmente en aquel cartel pero un toro de Núñez le había pegado una cornada el domingo de preferia. No estaba siendo la feria de Curro Romero que el mismo miércoles ya había dado un sainete de los suyos con los toros de Álvaro Domecq a los que Manuel Benítez El Cordobés se había entretenido en cortarles tres orejas. Diodoro Canorea, a pesar de todo, no se lo iba a pensar demasiado al ofrecerle la sustitución a su amigo Curro sin saber que, con su paisano Camino y el valentísimo Diego Puerta, estaban a punto de escribir uno de los renglones más gloriosos de aquella década inolvidable.

La fotografía de los tres matadores acompañados de don José Benítez Cubero y su mayoral en una vuelta al ruedo final -sin necesidad de artificiosas vueltas a hombros- es el mejor resumen gráfico de aquella tarde mitificada por el tiempo, los libros y los recuerdos. Nunca se había reunido aquella terna;nunca volvería a repetirse aquel cartel en la plaza de la Maestranza. Si Puerta le cortó las orejas al cuarto, Romero y Camino no le iban a ir a la zaga. El Faraón iba a desplegar su magia con el quinto y el Niño Sabio de Camas iba a marcar su magisterio con el lote menos propicio en una de sus tardes más felices en Sevilla. Ya está escrita en la mejor historia del toreo.

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