Talavante & ‘Galeono’ S.L.
FESTIVAL BENÉFICO EN LA MAESTRANZA
Cierre de la temporada en la Maestranza y como ya se ha hecho tradicional en forma de festival a beneficio de alguna hermandad. Esta vez tenía el plus del reconocimiento a la dinastía de los Vázquez, que estaba representada por el matador de toros Manolo Vázquez, nieto del recordado Brujo de San Bernardo. Y con el ya casi habitual cartel de ‘no hay billetes’, todo en una tarde de calor veraniego y un runrún generalizado que iba de boca en boca, el suceso acaecido la tarde anterior en Las Ventas. Estábamos de lleno en el primer día de orfandad y el luto se acusaba.
Pero la vida sigue, el tiempo no se para y ahí que vemos a Manuel Jesús El Cid yéndose hasta los medios con Zoletillo, que a las primeras de cambio se echa a los lomos al saltereño. Visiblemente mermado se fue a brindar a la boca de riego y a ponerse muy firme delante del burel, pero éste apenas transmitía y la faena, muy técnica, tuvo poca repercusión en los tendidos.
A renglón seguido, el vértice de la tarde, lo único auténticamente reseñable en la tarde que se arriaba el telón. Un novillo casi toro castaño que atendía por Galeono y que rompería en una máquina de embestir con la que Talavante se entendió de cabo a rabo. Se entendieron a la perfección torero y toro en una faena llena de temple e improvisaciones tan en la tauromaquia del extremeño. Una locura la simbiosis en una especie de Sociedad Limitada que acabó con la plaza pidiendo el indulto, las dos orejas para Talavante y la vuelta al ruedo póstuma del gran toro de Domingo Hernández.
Lo que estaba por venir no iba a acercarse ni por asomo al diálogo entre Talavante y Galeono. A Juan Ortega le salió un toro hermano del anterior que no se le parecía en nada, que huía de los capotes y que no tenía fijeza por mucho que el torero intentase llamarle la atención. Tampoco ayudó el toro que le correspondió a Pablo Aguado, que era del hierro de Talavante. Pablo supo tocarle las teclas adecuadas para sacar algún que otro muletazo de su sello. Robándole pases fue a terminar todo con un epílogo pleno de torería y sevillanía. Hay que destacar la firmeza que mostró Pablo y que el público reconoció.
A partir de ahí, la tarde entró en barrena ante la imposibilidad de entendimiento entre toros y toreros. Manolo Vázquez, que le brindó la muerte de Marquesón a todos los compañeros de cartel hizo lo que pudo, que no fue mucho. Seguidamente, Javier Zulueta se encontró con un manso de solemnidad que huía de su sombra y con el que bastante hizo con matarlo con eficacia. Y cerró la tarde el novillero de los Alcores Manuel Domínguez con un becerro de El Parralejo que tuvo un puñado de francas embestidas a las que el novillero respondió con denuedo y firmeza.
Es lo que dio de sí el cierre de la temporada sevillana, justo en el día después del suceso que ha hecho tambalear los cimientos de la Fiesta. ¿Podremos salir con bien de este duro trance? Quién sabe.
También te puede interesar