Turismo de Andalucía

El turismo y las crisis económicas

Joaquín Aurioles Martín

Profesor de Economía Aplicada. Universidad de Málaga

En la historia del turismo internacional sólo se reconocían dos crisis, una en 1982 y otra en 2002. En ambos casos, años difíciles desde el punto de vista económico, aunque no tanto como para que se redujera el deseo de viajar. Sí que fueron, en cambio, años especialmente complejos desde el punto de vista de la seguridad, con las guerras de las Malvinas y del Líbano, en el caso del primero, y los atentados de las Torres Gemelas y los conflictos bélicos posteriores en el segundo, además de la alarma sanitaria en torno a la gripe aviar. Ahora estamos en la tercera, con un descenso en el número de viajes turísticos que no es tanto consecuencia del clima de inseguridad, como de la crisis económica. Los 900 millones de turistas internacionales estimados por la OMT para 2009 supone retornar a los niveles de actividad de 2007 y un descenso del 5 por ciento con respecto a 2008, que se traduce en una caída de entre el 6 y el 8 por ciento en los ingresos. Con estos datos, la actual crisis del turismo se perfila, no sólo como la primera que desde los años 70 tiene a la situación económica como desencadenante fundamental, sino también como la más intensa de todas y con consecuencias especialmente adversas para los destinos turísticos del primer mundo. Se trata, por otro lado, de la primera ocasión en que el ciclo del turismo andaluz se sincroniza con el internacional, lo que lleva a considerar que las consecuencias de las crisis turísticas no son ajenas al origen de las mismas y que, a la vista de la experiencia, el turismo andaluz se manifiesta, como destino, especialmente vulnerable cuando el origen de los problemas se encuentra en la economía.

A lo largo de su todavía relativamente corta historia como actividad productiva, la demanda turística se ha mostrado particularmente sensible a dos tipos de amenazas. Por un lado, las crisis de seguridad, cuyo origen puede estar en la sanidad, en las amenazas terroristas o en los conflictos bélicos, y cuyas consecuencias se perciben, sobre todo, en forma de una fuerte contracción de la demanda, habitualmente muy localizada en el entorno más próximo a la zona afectada, y en el desvío del tráfico turístico hacia destinos consolidados y seguros. Andalucía y España responden a este perfil, reconociéndose que se han beneficiado del clima de inseguridad provocado por la sucesión de conflictos bélicos en el Mediterráneo durante las décadas de los años 80 y 90. Por otro lado, las crisis económicas, en las que la caída de la demanda no es tanto el reflejo del menor deseo de viajar, sino de la capacidad económica para hacerlo. El caso es que Andalucía acusó las crisis de 1982 y 2002, en ambos casos de seguridad, pero no tanto como en otros sitios, hasta el punto de que aquí el número de turistas no dejó de crecer en ningún momento. Lo que no se pudo impedir fueron el notable endurecimiento de las condiciones para competir y los ajustes cíclicos, como el definitivo desplazamiento de los vuelos “charter” por las compañías de bajo coste o la implantación del comercio electrónico.

El único momento crítico que el turismo andaluz  había conocido hasta 2008 se produjo en 1993, cuyo desencadenante fue la crisis económica de la época que, sin embargo, no llegó a provocar una caída en el número de viajes turísticos a nivel internacional. En realidad, la demanda de turismo hacia Andalucía había experimentado una importante contracción a finales de los 80, como consecuencia del agotamiento de un ciclo y de la instalación de la crisis en Europa, que fue temporalmente amortiguada por la Expo-92. También hubo una profunda renovación en el sector y ajustes en márgenes y precios, pero sobre todo se pudo obtener una primera evidencia de que la demanda de turismo hacia Andalucía parecía mostrarse mucho más sensible a la coyuntura económica que a las amenazas sobre la seguridad de los viajeros.

La crisis financiera internacional ha provocado que 2009 se haya cerrado con 3 millones menos de turistas que en 2008. Se trata de una contracción del 12 por ciento protagonizada por el turismo extranjero y, más concretamente, por el turismo británico y alemán, que son los de mayor importancia cuantitativa. Como cabe esperar en una coyuntura crítica, los principales apoyos para intentar salvar la temporada se han encontrado en el mercado regional y nacional, donde Andalucía se consolida como destino preferido por los españoles, hasta el punto de conseguir cerrar el año en condiciones bastante más favorables que las iniciales. Las perspectivas siguen siendo adversas como consecuencia, sobre todo, de la situación de debilidad de las empresas, que se han visto obligadas a ajustar precios e ingresos, a pesar del esfuerzo por mantener la oferta de servicios, lo que ha obligado a estrechar márgenes y a un considerable deterioro de la rentabilidad. Por otra parte, se mantienen las restricciones del crédito y la incertidumbre sobre el comportamiento del consumo de los hogares en los países del centro y norte de Europa, lo que lleva a dibujar un escenario moderadamente pesimista para 2010 y 2011, durante los cuales tendría que completarse el ajuste en el sector, incluidas las posibles situaciones de exceso de oferta. Este pronóstico podría, no obstante, corregirse en positivo si se confirman las señales observadas durante los últimos meses de 2009, sobre amortiguación de las tensiones en el sector y, sobre todo, si se consolida la recuperación económica internacional, se normaliza el mercado del crédito, se mantienen reducidos los tipos de interés y se recupera la libra frente al euro.

Como ocurrió durante la crisis del 93, la demanda turística y la demanda de exportaciones fueron los primeros mecanismos en impulsar la recuperación de la economía andaluza, aunque entonces pudo contarse con el nada despreciable apoyo de las tres devaluaciones practicadas a la peseta entre 1992 y 1993. En esta ocasión, se espera que la velocidad de recuperación sea más modesta en las economías desarrolladas que en las emergentes y que incluso la española se incorpore al proceso con algo de retraso. Hay que admitir la posibilidad de que Andalucía, más dependiente que el resto del turismo nacional, se vea perjudicada por la previsible contención en el gasto durante los próximos dos años, pero seguimos disfrutando de una sólida posición competitiva en los mercados más estables y que el turismo volverá a ser uno de los pilares en los que se apoyará la recuperación económica en Andalucía.

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