Análisis de Silent Hill f: vuelven el horror y la intensa niebla pero esta vez con kimono
El Loot de Txeron
La nueva entrega apuesta por el Japón rural para volver a sentir la opresión y la tensión que solo este survival horror es capaz de plasmar
El terror está de vuelta con un clásico que se actualiza con sus mejores galas: Silent Hill 2
El regreso de Silent Hill era una de las grandes incógnitas de esta generación. Tras años de silencio, cancelaciones y rumores, Konami ha decidido abrir la puerta a una nueva etapa para la saga, con diferentes proyectos en paralelo. Tras el remake de SIlent HIll 2 del año pasado que tan buena acogida tuvo, el anuncio de Silent Hill f era probablemente el proyecto más arriesgado: cambiar la clásica ambientación americana para situarnos en un Japón rural de los años 60. Un movimiento que, de entrada, podía parecer un capricho… pero que en la práctica aporta una frescura que la serie necesitaba.
Silent Hill f
Género: Acción Lanzamiento: 25 de septiembre Desarrolladora: Konami Plataformas: PC, PS5 y Xbox Series Textos: Español Voces: Inglés / Japonés Precio: 80€
Desde la misma intro y el tutorial uno siente que está entrando en un Silent Hill de verdad. La atmósfera es opresiva, los espacios están cargados de decadencia y cada esquina parece esconder un secreto podrido. Pero hay algo diferente: las referencias culturales japonesas. El pueblo de Ebisugaoka no es una simple reubicación estética, sino un terreno nuevo lleno de mitología y cosmogonía.
Personalmente, me encontré dividido: por un lado, disfrutaba de la riqueza cultural que ofrecía este marco tan distinto; por otro, había momentos en los que me perdía entre nombres, leyendas y símbolos que no forman parte de mi bagaje occidental. Y, sin embargo, creo que esa es parte de la gracia. Si el escenario hubiera sido otra ciudad estadounidense, estaríamos ante una entrega más de la saga. Aquí, en cambio, hay un motivo para aprender algo nuevo y descubrir horrores que no son los habituales.
Hinako, una protagonista vulnerable
Encarnamos a Hinako Shimizu, una colegiala aparentemente indefensa que, como tantos protagonistas de la saga, se ve arrastrada a una pesadilla sin explicación aparente. Y aquí está una de las claves: la sensación de fragilidad. No controlamos a un soldado ni a un policía, sino a una adolescente que, cuando corre, se cansa rápido; cuando huye, tropieza; y cuando lucha, lo hace con herramientas improvisadas.
Recuerdo la primera vez que empuñé la clásica tubería: me sentí como Arturo desenterrando a Excalibur, invencible por un instante. Esa ilusión dura poco: las armas se rompen, los enemigos resisten y pronto entiendes que la huida es, muchas veces, la mejor estrategia. Esto no es un shooter ni un hack & slash: es un survival horror en estado puro.
La tensión escala con detalles muy bien pensados: los puzles, por ejemplo, no pausan el tiempo. Resolver un acertijo mientras escuchas pasos acercándose detrás de ti multiplica la ansiedad. También la sensación de que los enemigos te siguen por escaleras o incluso saltan obstáculos, rompiendo esa falsa seguridad que en otros juegos nos permite escapar fácilmente. Cada pasillo, cada puerta, se convierte en una apuesta.
Mecánicas que renuevan la saga
Silent Hill f introduce un sistema de atributos que no desentona, al contrario: da variedad sin romper la esencia. Hinako tiene tres parámetros principales: vida -la clásica barra que todos conocemos-, resistencia -que se agota al correr o realizar esfuerzos prolongados, y que puede dejarte vendido en el peor momento- y cordura, la novedad. Cuando está alta, Hinako se concentra mejor y reacciona con más rapidez; cuando cae por ataques o situaciones límite, la protagonista se vuelve torpe y vulnerable.
A ello se suman pequeñas capas de rol: habilidades que podemos comprar con “fe” (un recurso que obtenemos al consagrar objetos en altares), amuletos que otorgan bonificaciones e incluso mejoras estéticas. No hablamos de un RPG profundo ni de un sistema de progresión como en un soulslike, sino de una evolución natural del género: explorar, recolectar, mejorar.
Este enfoque hace que el looteo tenga sentido: no es farmear por farmear, sino buscar objetos para sobrevivir un poco mejor a la pesadilla. Personalmente, me pareció un acierto que mantiene enganchado al jugador sin desviarlo de la atmósfera opresiva.
No, no es un soulslike
Se ha debatido mucho si Silent Hill f se acerca al género soulslike. Mi experiencia es clara: no lo es. Sí, hay un sistema de contraataques que recuerda de lejos a Sekiro, pero en realidad se trata de un aviso visual que te permite interrumpir un golpe enemigo, algo más cercano a usar un ataque fuerte o disparar en el momento justo en entregas anteriores.
La durabilidad de las armas tampoco tiene nada que ver con un soulslike: aquí no hay un sistema profundo de gestión, sino la lógica consecuencia de no tener armas de fuego. Si se te rompe la tubería, tendrás que buscar otra o repararla con piezas. Es un recurso que refuerza la sensación de fragilidad y escasez, tan propia de Silent Hill.
Las mejoras de personaje también se alejan del esquema souls: no subimos de nivel matando enemigos, sino que obtenemos monedas de fe explorando y con objetos concretos. Esto recuerda más a encontrar mejoras de inventario o piezas de arma en los Resident Evil clásicos. Y lo más importante: no existe el “farmear” volviendo a una hoguera y matando en bucle.
En definitiva, Silent Hill f no se disfraza de lo que no es: se mantiene fiel al survival horror clásico, aunque se permita inspirarse de otros géneros de manera puntual.
Uno de los puntos más sobresalientes es su dirección artística. La diseñadora kera ha creado monstruos grotescos, deformes y al mismo tiempo fascinantes. Hay claras reminiscencias a Silent Hill 2, pero también un estilo nuevo que bebe del folclore japonés.
La música refuerza esta dualidad. Akira Yamaoka vuelve a los mandos del “Mundo de la Niebla”, con esas piezas perturbadoras que casi se sienten físicas, mientras que Kensuke Inage aporta un contraste único para el “Otro Mundo”, fusionando instrumentos tradicionales japoneses con estilos contemporáneos. El resultado es hipnótico: nunca sabes si una melodía te acompaña o te persigue.
¿Merece la pena?
Después de muchas horas, puedo decirlo sin dudar: sí, merece la pena. Silent Hill f es un regreso a la altura, que mezcla la esencia de la saga con ideas nuevas. Nos devuelve la angustia de correr indefensos, la tensión de gestionar recursos escasos, la incertidumbre de un enemigo que no puedes derrotar siempre.
Lo más importante es que consigue que te falte el aliento, que sientas esa mezcla de terror y fascinación que definió a la saga. ¿Es perfecto? No. Los jugadores menos familiarizados con la cultura japonesa quizás se pierdan algunos matices. Pero eso no resta a la experiencia; al contrario, la enriquece.
En un mercado saturado de shooters y de imitaciones souls, Silent Hill f se atreve a ser lo que siempre debió ser: un survival horror en estado puro, con un toque fresco y culturalmente distinto. Si buscas un juego que te haga mirar por encima del hombro, que te incomode y que te devuelva la sensación de indefensión que pocos títulos logran, este es el camino de vuelta a adentrarse la niebla. Sí, es Silent Hill en estado puro… con kimono y niebla.
Hemos podido realizar esta reseña gracias a una clave para PC (Steam) que nos ha remitido Konami España.
También te puede interesar
Lo último