No piensen en algún tipo de lista con títulos de coaching y fórmulas de renovación personal. No tendría cuajo de hacer algo así. Tampoco en una lista de títulos "ligeritos". Las recomendaciones que siguen están hechas, más bien, como ejercicios de elasticidad mental: ninguna de ellas tienen un sello excesivamente académico, pero todas invitan a aprender cosas que no sabemos.
Como dicen los autores de los Cuadernos de vacaciones de Blackie Books -esa magnífica idea que ya va por su séptima edición-, la humanidad se divide entre aquellos que de pequeños lo flipaban con los cuadernos de Vacaciones Santillana y los que los consideraban un insulto. Servidora, por supuesto, estaba entre los primeros -jamás olvidaré esa certera conclusión de que si me hubieran explicado las fracciones haciendo un bizcocho real, les habría cogido algo más de cariño-. Llámenlo déficit de atención, llámenlo querencia calvinista, llámenlo X, pero no somos pocos los que emboliamos ante la perspectiva de la nada, del no hacer absolutamente nada. Es una enfermedad como cualquier otra y desconozco si existe una cura aunque sí que existen, desde luego, placebos.
El verano es, también, la estación de las asignaturas pendientes, y esa es otra manera de acercarse a estas propuestas: ¿sintió curiosidad por aprender a tocar el piano, por las técnicas de relajación orientales, quiere que le cuenten las sagas mitológicas de forma que lo entienda? ¿Y quiere, sobre todo, ganar todos los quesitos del Trivial o unas cuantas partidas de Ilustres Ignorantes ? ¿Quiere leer algunos de sus clásicos favoritos mientras se emborracha como es debido? Aquí hay indicaciones varias.
El cerebro, que odia aburrirse, aprende mejor cuando no tenemos la sensación formal de "estar aprendiendo": atendemos mejor cuando nuestra mente piensa que estamos ante un pequeño reto, ante un entretenimiento, ante un juego: no cuando cree estar ante una obligación o una rutina. Y, si no tenemos tiempo para hacer algo así en vacaciones, no vamos a tener tiempo nunca. Adentrarse en nuevas asignaturas, rumiadas para todos los públicos, es una opción de practicar un poco de gimnasia mental no agresiva, ejercicios fuera de lo que pueden ser nuestros cauces habituales.
Vacaciones Santillana para todos.
Aquí, el listado
Literatura 'Manual de remedios literarios' E. Berthoud, S. Elderkind
Todo el que practica el vicio de leer sabe perfectamente que un libro puede, de forma literal, salvar una vida (y una película, y una canción, pero estamos hablando de lo que estamos hablando). Exactamente, el cómo la literatura puede suponer una cura se trata de explicar en este título publicado por Siruela. “La próxima vez que necesites ayuda con algún embrollo emocional –aconsejan las autoras, que se definen como biblioterapeutas– recurre a una novela”. Hay a quien las Brontë le sirven para enmendar un corazón roto; hay a quien le sirve Lisbeth Salander repartiendo estopa. El reconocimiento y la explicación palían, en cualquier caso, las congojas varias –por eso las contamos y contamos, entre amigos o en consulta–. Lo que está claro es que las historias pueden ser los grandes remedios de los grandes males, y aquí tenemos un surtido pastillero de muestra.
Plástica 'Las vidas secretas del color' Kassie St. Clair, Urano
Hace un tiempo, se viralizó una de esas curiosidades que nos hacen parpadear incrédulos:la evidencia de que el color azul no “computaba” en la Grecia aquea, la que aparece en los textos homéricos. Es sólo un detalle de la cantidad de historia y simbología que puede haber detrás de algo tan dado por hecho como el orden y la naturaleza de los colores. Kassie St. Clair recorre en sus textos 75 tonalidades diferentes, empezando con el albayalde de los pintores españoles (el carbonato de plomo que también se usaba como cosmético), y de ahí al azul eléctrico, el púrpura imperial (la valiosísima púrpura de Tiro, extraída de moluscos), el peligro del escarlata o el blanco y su asociación con la pureza (las casas encaladas, las Vestales, las novias del occidente moderno). Todo ello, en una preciosa edición de Urano.
Botánica 'Botánica para bebedores' Amy Stewart, Salamandra
Puede parecer obvio para cualquiera que intente atisbar a su acompañante entre la foresta del último modelo de gintonic, pero que plantas y semillas están detrás de todo lo que nos llevamos a la boca con afán espiritoso no siempre fue explícito. Amy Stewart, sin embargo, nunca perdió la perspectiva: un mueble bar es un compendio de horticultura. Decidida a recuperar la dignidad de flores y frutos, decidió escribir Botánica para bebedores a partir de una convención de escritores y redactores especializados en plantas. Hay gente de mirada genial y curiosa, y la Stewart sin duda lo es: ella fue, también, la que rescató de la bruma la existencia de Constance Kopp –y su mano, la que está novelando su historia, que verá aparecer su cuarta entrega en Estados Unidos el próximo septiembre–.
Ciencia 'Papá, ¿dónde se enchufa el sol?' Antonio Martínez Ron
De acuerdo, en principio, se trata de un libro de flexibilidad mental para niños. Los porqués y las retorcidas reflexiones de los descendientes han servido, generación tras generación, para que los adultos no perdamos conciencia de nuestro propia ignorancia. Antonio Martínez Ron, uno de los principales divulgadores científicos del país, firma junto a su hija este libro ilustrado en el que ambos repasan muchas de las preguntas con las que la niña le acribilló, desde los cuatro hasta los nueve años. Entre las cuestiones a tratar, para qué sirven la risa y las cosquillas, por qué echamos humo por la boca cuando hace frío o qué son los huracanes de mariposas. Quien note el cerebro especialmente contracturado, también lo sentirá estirarse a lo largo de estas páginas.
Boxeo 'La dulce ciencia’, Capitán Swing A.J.Liebling
A aficionarse al boxeo se llega por determinación: la lucha de gladiadores predominante es el fútbol. Personalmente, ver cómo dos personas se dan tundas hasta hacerse pulpa es algo que sólo puedo explicar desde la fascinación del horror –aunque el que está considerado ensayo se referencia sobre el tema On Boxing, lo escribió una de mis escritoras favoritas: Carol Joyce Oates–. Como selecta introducción a ese mundo, la editorial Capitán Swing recupera las piezas que el periodista A. J. Liebling escribió para el New Yorker sobre “la dulce ciencia de los moratones”, en una época –la década de los años 50 en Estados Unidos– que se considera la edad de oro del deporte, con personajes como Sugar Ray Robinson, Rocky Marciano o Kid Gavilán.
Coctelería 'Un cóctel propio' L. Becherer y C. Marlatt, Nórdica
Para maridajes exitosos, el del alcohol y las letras. Todos convenimos en que ha dado lugar a grandes logros. Con semejante título, la propuesta de Un cóctel propio une los nombres de muchas insignes escritoras con bebidas inspirados en su obra y personalidad. Junto a la receta, por tanto, hay un perfil desarrollado de la autora y varias recomendaciones de su firma con las que acompañar el trago. Sólo puedo decir que hace falta conocer muy bien el estilo de todas ellas para realizar tiros tan acertados. Todas y cada una brindarían extasiadas ante sus respectivas creaciones. Amontillado, licor de flor de saúco y unas gotas de lavanda hacen un perfecto EmilyDickinson; una suerte de eggnog con canela y jarabe de arce invita a cualquiera, junto a Margaret Atwood y cualquier de sus criaturas, hasta la chimenea más cercana. ¿Qué decir? No hay mejor promoción a la lectura.
Música 'Toca el piano' James Rhodes, Blackie Books
Instrumental fue el gran espaldarazo, tanto para James Rhodes y su público en España como para Blackie Books. El mensaje del pianista –luz de internet hasta que lo defenestremos– viene a ser, en sus libros, en sus artículos, en sus entrevistas, uno y principal: la belleza puede salvarte. La belleza es, de hecho, lo que te salva. Para él, la belleza estaba, está, en esa madeja de escalas y corcheas que para la mayor de nosotros es terra incognita. Toca el piano, quizá el menos conocido de sus títulos, es el texto en el que Rhodes se empeña en demostrarnos que, a poco que le pongamos interés, podemos crecer, podemos aprender a dar y recibir caricias. En este caso, bajo la forma del Preludio nº1 en Do Mayor de Bach, que asegura puede tocarse en seis semanas.
Relajación ' Sentarse y nada más' Eric Rommeluère, Errata Naturae
¿Cómo? ¿Cómo que “sentarse y nada más”? Esa, dicen, es la típica reacción de elemento exógeno, de cualquiera que se acerca por primera vez a las técnicas de meditación. Una práctica de la que no hay nada “que obtener”, tan alejada en principio de los preceptos sobre los que funcionamos día a día. Aun así, el autor relata la que fue su inmersión zen desde la “esperanza de la conversión” y explica alguna de las cuestiones básicas (posturas, respiración, estado emocional...) Rommeluère se manifiesta también, sin embargo, completamente en contra del moderno concepto de mindfulness, que considera un recurso más a la hora de engrasar la vorágine laboral y de producción. Frente a esta aproximación, el autor defiende un “budismo comprometido, alejado del zen light”.
Mitología 'Mitos nórdicos' Neil Gaiman, Destino
Si hay un autor que actualiza de manera soberbia las tradiciones del folclore y la mitología ese es Neil Gaiman. Por eso lo amamos con furia. El mismo Odín estaría orgulloso de contemplarse en American Gods. Destino ha sido la encargada de traducir estos Mitos nórdicos recontados por el gran fabulador: un ejemplo de hasta qué punto, cambiando unos cuantos óxidos del lenguaje, las viejas e incompresibles sagas desvelan su elasticidad y pueden resultar increíblemente sugerentes y digestivas. Gaiman sabe que lo más divertido de los mitos es recontarlos uno mismo, y esa incitación está explícita e implícita en el texto –para los que prefieran los mitos griegos, también en clave juvenil pero algo más naif, Stephen Fry firma (y relata, en inglés, claro) Mythos–.
Idiomas 'La lengua de los dioses' Andrea Marcolongo, Taurus
Muy probablemente ninguno de nosotros se lance a matricularse en algún curso de Griego tras leer este libro, pero no pocos nos quedamos con las ganas de repasar los viejos manuales. ¿Cómo es posible –se pregunta, eso sí, cualquier que lea La lengua de los dioses– que me hayan negado semejante placer? El ensayo de Andrea Marcolongo habla de sus “nueve razones” para amar el griego –una lengua sin un concepto claro de futuro, por ejemplo; o con géneros como el dúal, que define a todo lo par (los amantes, las madres y los hijos)– y te hace entender hasta qué punto pueden llegar a estar intercontectadas lengua y civilización; todo lo que decimos sin saber lo que decimos y, sobre todo, la forma correcta de acercarse a un idioma, sea cual sea.
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