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Aprendiendo a ser capitán

  • Paz y Bien promueve el programa Timonel para la inclusión social de personas con discapacidad intelectual

1. Los jóvenes del proyecto Timonel junto a voluntarios de la asociación. Paz y Bien. 2. Varios de los jóvenes el día que Emvisesa les concedió las viviendas en régimen de alquiler solidario. 3. Una de los talleres para aprender a cocinar.

1. Los jóvenes del proyecto Timonel junto a voluntarios de la asociación. Paz y Bien. 2. Varios de los jóvenes el día que Emvisesa les concedió las viviendas en régimen de alquiler solidario. 3. Una de los talleres para aprender a cocinar.

Cuando Maslow se decidió a constituir una jerarquía de las necesidades humanas estableció que, una vez alcanzadas las básicas, la máxima aspiración de los individuos es la autorrealización. Lograr por uno mismo los objetivos vitales y sentirse orgulloso por ello es la meta a la que todo el mundo aspira, sin importar la clase social , el sexo o las capacidades y habilidades cognitivas. Algo que la mayoría logra alcanzar pero que para algunos supone una auténtica carrera de obstáculos, como es el caso de las personas con discapacidad intelectual. Bajo el nombre de Timonel, la Asociación Paz y Bien propone un programa para que estas personas logren su inclusión en la sociedad y sean autónomos y logren autorrealizarse.

Como si la vida fuera un barco de cuyo timón sólo es responsable uno mismo (de ahí el nombre del programa), Timonel está enfocado a que jóvenes de entre 18 y 25 años con discapacidad intelectual de nivel uno dirijan su propio futuro. "El programa está destinado a jóvenes que han estado tutelados mientras eran menores y que, una vez cumplida la mayoría de edad quedan desamparados. No tienen una estructura familiar estable a la que volver y, además, presentan un grado de discapacidad", apunta Marco Parrado, uno de los responsables del proyecto. Esto convierte a estos jóvenes en un colectivo muy vulnerable y doblemente desfavorecido, por lo que desde Paz y Bien han querido trabajar, con ayuda de las administraciones y otras entidades, para que ellos también consigan llegar a la cúspide de la pirámide de Maslow.

El proyecto, que comenzó el pasado enero, tiene una duración anual y cuenta con la participación de ocho jóvenes, tiene como objetivo que estos aprendan autonomía del hogar y adquieran habilidades laborales. Para lograrlo, la iniciativa plantea que los jóvenes dispongan de un piso tutelado en el que vivir. Al principio del programa, los ocho usuarios vivieron durante un periodo de tiempo en un piso del que disponía la asociación. "Era importante fomentar la convivencia y que se sintieran parte del proyecto, por eso mientras gestionábamos con Emvisesa la cesión de dos viviendas en régimen de alquiler solidario decidimos que debían vivir juntos", comenta Parrado. Una vez dispusieron de las dos viviendas (una para cada cuatro usuarios), adecuaron y decoraron las estancias entre todos. Una forma de ganar autonomía y confianza en ellos mismos.

Instalados en sus nuevos hogares, los jóvenes trabajan con psicólogos y educadores y trabajadores sociales. Con ellos aprenden a llevar una casa y reciben formación para, posteriormente, hacer prácticas en empresas. En casa se organizan como compañeros de piso, son responsables de hacer la compra, preparar la comida y mantenerlo todo limpio. "Al principio se mostraban algo inseguros pero ya han ganado mucha confianza y hasta son amigos de los vecinos", cuenta Parrado. A ello ha ayudado que justo antes de aterrizar en sus nuevas viviendas hicieran una merienda de bienvenida con los vecinos. "Cuando un grupo de jóvenes llega a un edificio los vecinos suelen mirarlos algo recelosos y más si presentan alguna discapacidad", señala este responsable. Su toma de contacto con los vecinos resultó ser muy positiva, tanto que una vecina repostera realizó un taller de dulces del que jóvenes y vecinos salieron muy contentos.

Pero no todo se basa en la convivencia y la autonomía domestica. Para llegar a autorrealizarse es necesario acceder al mercado laboral y ganarse con el trabajo el propio sustento. Por eso, desde Timonel trabajan con empresas como Carrefour, el Hotel Al-Andalus o la Fundación Valentín de Madariaga para que los jóvenes hagan prácticas. "Algunos consiguen un contrato una vez finalizadas las práctica, lo que supone una alegría enorme para ellos. Además, algunas prácticas cuentan con un reporte económico que ellos mismos almacenan y gestionan en base a su vida futura una vez que acabe el programa", señala Parrado.

Pensado como un programa de acompañamiento, en el que Paz y Bien les sirve de lazarillo, Timonel concluye pasado un año y es entonces cuando los jóvenes deciden el rumbo que tomarán sus barcos. Para Marcos Parrado sería muy positivo que esta iniciativa tuviera continuidad y que los usuarios, una vez finalizado el programa, pudieran seguir apoyándose en él. Aunque Paz y Bien dispone de otros programas con los que estos jóvenes pueden complementar su nueva ruta por el gran océano que se abre ante sus ojos y que son capaces de surcar con el título de aventajados capitanes.

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