Un viaje hacia la libertad
Programa de mujeres de Proyecto Hombre
Desde Proyecto Hombre trabajan por la rehabilitación de mujeres, siendo el rol de género una dificultad a la hora de dar solución a una realidad invisibilizada
No hay ámbito de la sociedad que no esté libre de diferencias con respecto al género. Con un consumo más invisibilizado, la mayoría de las mujeres con adicciones tienen dificultades para acceder a los programas de rehabilitación y tratamiento. Esta realidad la observan cada día desde Proyecto Hombre Sevilla, que cuenta con diversos programas habilitados para el tratamiento de adicciones a los que accede un considerable menor número de mujeres que de hombres. Cuestiones como las cargas familiares o el acusado sentimiento de culpa son algunas de las causas que hacen que las mujeres con adicciones tarden más tiempo en acceder a programas de rehabilitación o que jamás lleguen a ellos.
Una realidad bastante invisible
Proyecto Hombre Sevilla lleva desde 1991 trabajando con estas personas, atajando el problema de raíz porque, en la mayoría de los casos, la adicción es sólo la punta del iceberg. "En el caso de las mujeres, que viven un consumo muy invisibilizado porque en muchas ocasiones son adictas a sustancias aceptadas por la sociedad, es difícil llegar al origen del problema. Muchas no cuentan con apoyo familiar, la mayoría tiene o ha tenido pareja consumidora y dar el paso para venir les cuesta mucho trabajo; se sienten culpables y no se ponen a ellas primero", asegura Mª Ángeles Fernández, directora general de Proyecto Hombre Sevilla.
Vivienda tutelada como apoyo familiar
Una vez que dan el paso, desde Proyecto Hombre se activan varios dispositivos. En primer lugar, las mujeres acceden al programa tradicional. A través de el, acompañadas de familiares, acuden al centro durante el día para dejar de consumir como primer paso. Una vez abandonan el centro la familia, que debe ser fuerte y convertirse en el principal apoyo, continúa con las directrices marcadas desde el centro. "En muchas ocasiones, estas mujeres no tienen una familia que las respalde por lo que no pueden continuar en casa con lo que aquí comienzan. Por eso disponemos de una vivienda tutelada en el centro", afirma la directora general.
Gestionada por Afaces, la vivienda tutelada se encuentra en la sede de Triana de Proyecto Hombre. Habilitada para ocho mujeres, actualmente cuenta con cinco residentes. Allí aprenden nuevas rutinas y dinámicas, a ser autosuficientes y a crear recursos para no recaer. "Esta es una parte muy complicada, pero lo que resulta todavía más complejo es que lleguen a conocerse a ellas mismas y ver qué las ha llevado a ese consumo; algo tiene que cambiar en ellas para dejar de consumir", señala Mª Carmen Morcillo, secretaria de Afaces.
"Es difícil porque se tienen que enfrentar a muchas cosas que nunca antes han experimentado, tienen que descubrir su papel en el mundo, reconocer las decisiones equivocadas que las llevaron a ese punto y tomar decisiones nuevas para vivir de otra manera", añade Mª Ángeles Fernández. Pero eso no lo hacen solas.
Un grupo con el que crecer y ganar seguridad
Además de un equipo de terapeutas, ellas se convierten en una auténtica piña en la que se ayudan unas a otras para encontrar en comunidad su nuevo camino. Durante la primera fase, ya sea con familia o en la vivienda tutelada, realizan talleres y actividades para trabajar el crecimiento personal, la autoestima, a reconocer sentimientos y canalizarlos o a desenvolverse en un contexto en el que no están acostumbradas. "El abordaje de la drogadicción está masculinizado, nosotros intentamos adaptarlo a ellas y sus realidades", añade la secretaria de Afaces.
Una vez pasan esta primera fase las mujeres acceden a la comunidad terapéutica, esta vez en el centro de Alcalá de Guadaíra. Allí trabajan en profundidad otros aspectos para ahondar en un problema que va más allá de la droga. En esta fase el grupo es fundamental. "El grupo actúa de espejo, ellas hablan y se preguntan, sin juzgar y sin ofrecer un consejo en concreto. Ellas mismas se dan las herramientas para encontrar sus propias respuestas", comenta Mª Ángeles Fernández. Porque sólo hay que verlas juntas.
Tímidas en una primera toma de contacto, dos segundos más tarde padecen de incontinencia verbal. Hablan de sus experiencias, de lo que las llevó hasta ese punto. Una pareja que consumía, una recaída por la muerte de una madre o el simple consumo de fin de semana que termina por convertirse en un hábito. Se las ve fuertes. Aunque les ha costado llegar hasta este punto.
La importancia de volver a creer en ellas
"Cuando llegué aquí no me tenía en pie, no lloraba ni hablaba, no quería estar aquí. Pero poco a poco me fui abriendo, haciéndome fuerte y segura, recuperando mi autoestima", asegura una de las mujeres. Autoestima, eso de lo que hablan los libros de coaching pero que va mucho más allá de sentirse realizadas como persona. Para ellas el sentirse realizadas era tan simple como empezar a sentirse personas o "libres", como argumenta otra compañera.
Con una vida completamente desestructurada, en esta fase empiezan a darle forma a su nueva a vida, a lo que quieren ser y lo que quieren proyectar al mundo. Pero para ello tienen que saber quiénes son y qué pueden ofrecer. Volver a creer en ellas es la clave. "Te inculcan desde pequeña que tienes que ser responsable y cuidar de los tuyos, reconocer que tienes una adicción es haber fallado como mujer", explica una de ellas. Eso termina por convertirse en un sentimiento de culpa constante que, en muchas ocasiones, les impide dar un paso hacia adelante.
Un viaje interior para vivir en libertad
Se han hecho pequeñitas y el mundo tampoco las ayuda a crecer. "Socialmente está peor visto; una mujer no va a decir que es adicta porque siente que ha fallado", argumenta otra compañera. Al menos así se lo han hecho ver. Algunas de ellas han vivido que sus parejas, también consumidores, hayan amenazado con quitarle a sus hijos por su adicción. Otras han escuchado a su entorno más cercano llamarlas malas madres por haber caído en la adicción.
A la culpa le añaden la vergüenza, la falta de seguridad y confianza en ellas mismas y la incapacidad de reconocer sentimientos o realidades. Algo que cambia nada más llegar a Proyecto Hombre. "Te van sacando todo lo que tienes dentro, sentimientos que no sabías que tenías y que te van llevando a otros. Terminas por conocerte a ti misma, quitándote ese sentimiento de culpabilidad, llegando a perdonarte a ti misma para que puedas vivir con transparencia y sintiéndote libre", afirma una de las mujeres.
El sentimiento en ellas es generalizado. Haber tocado fondo ha sido un punto de inflexión en sus vidas que las ha llevado por un viaje interior que ninguna se habría planteado hacer.
Solas, porque "te tienes que ayudar a ti misma, sin tirar de nadie porque al final terminan tirando de ti", han descubierto que son mujeres fuertes y valientes y que sólo ellas son las dueñas de su destino. "Además hemos aprendido a madurar", añaden.
Verdadero empoderamiento femenino
Durante todo el proceso no sólo hacen piña, también se crean vínculos muy fuertes entre ellas y los terapeutas y voluntarios. De ahí que algunas sientan mucha pena cuando terminan el programa, que después de la fase de comunidad terapéutica pasa a la fase de reinserción. "Acabo el proceso dentro de poco y mis compañeras me dicen que si me puedo quedar un mes más", afirma una de las mujeres, quien ya es todo un referente para el resto de compañeras.
Con las riendas de sus vidas bien sujetas, estas mujeres son el verdadero ejemplo de empoderamiento femenino. Aunque su realidad esté invisibilizada y se enfoque desde un prisma masculino, ellas ahora tienen claro que son las únicas dueñas de su destino y que sus decisiones serán las que las lleven por el dulce camino de la vida en libertad.
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