Cinco palacios de Sevilla que son auténticas joyas y no todo el mundo conoce

Sevilla es uno de los destinos turísticos favoritos no solo de España sino de todo el continente europeo. La historia que rodea a sus edificios más emblemáticos, su rico patrimonio, la cultura y la gastronomía propia de la zona son algunos de los atractivos que hacen que la ciudad reciba cada año a miles de turistas. Uno de los momentos más demandados para conocer la capital es en primavera gracias a las buenas temperaturas que suele haber, al florecimiento de los naranjos y el olor a azahar que impregna sus calles y a las fiestas que se celebran durante esta época del año (Semana Santa y Feria de Abril) que son todo un emblema de la hispalense.

Más allá de los monumentos populares que cobran protagonismo en la ciudad y que se han convertido en los principales reclamos turísticos de esta, en Sevilla también hay algunas casas palacio que son auténticas joyas y que pasan algo desapercibidas en las principales rutas turísticas por la capital.

Casa de Pilatos

La Casa de Pilatos fue construida en el siglo XVI, siendo el ejemplo más sobresaliente de la arquitectura civil palaciega sevillana. Integra los estilos renacentista, mudéjar y barroco, destacando en su interior tanto algunas de las mejores esculturas clásicas y mármoles.

Este palacio nace en el último cuarto del siglo XV, fruto de la unión de los linajes de Enríquez y Ribera. A lo largo del siglo XVI, como consecuencia de la intensa relación que mantienen sus miembros más relevantes con Italia, experimenta profundas transformaciones y asume el papel de tamiz por el que las nuevas formas y gustos del Renacimiento penetran en la hispalense.

Palacio de la Condesa de Lebrija

Esta casa palacio data del siglo XVI, cuando se construyó como casa señorial sevillana. Fue una mansión vinculada en el siglo XV, pero realmente comienza a cobrar vida cuando en 1901 Regla Manjón Mergelina, Condesa de Lebrija, antecesora de los actuales propietarios, compra y restaura la casa familiar durante trece años.

Gracias a su capital cultural, apasionada de la arqueología, y la riqueza que poseía, la marquesa engalanaría planta baja del edificio de verdaderos tesoros artísticos, adquiriendo la colección de mosaicos romanos, así como de piezas arqueológicas de diferentes épocas y culturas. También dotó sus habitaciones de elementos procedentes de diferentes periodos artísticos: zócalos de azulejos sevillanos, procedentes de un convento en ruinas o artesonado de un palacio de Marchena. Todo esto convierte al Palacio de la Condesa de Lebrija en una joya en el centro de la ciudad que, en ocasiones, pasa desapercibida.

Palacio de los Marqueses de la Algaba

Este palacio es uno de los grandes desconocidos del patrimonio monumental de Sevilla. Residencia de los Guzmanes de la Algaba, estuvo a punto de desaparecer tras un progresivo proceso de degradación, expolio y ruina hasta que a comienzos del siglo XXI fue sometido a una profunda rehabilitación .

Será a mediados del siglo XV cuando Juan de Guzmán y Torres, I señor de La Algaba, intercambia con el conde de Niebla el señorío de Medina Sidonia por otros varios señoríos entre los que se encontraba el de La Algaba. En este momento Sevilla es uno de los centros políticos y económicos del mundo, por lo que no es casualidad que el señor de La Algaba quisiera tener propiedades en la hispalense, concretamente en la zona de la calle Feria, ya que se había convertido en un importante polo comercial.

El palacio podría cumplir así una doble finalidad, la de ser su residencia nobiliaria y al mismo tiempo ser un centro de distribución y almacenamiento de los frutos procedentes de la explotación agraria del cercano señorío e incluso de otras mercancías de origen más lejano con las que comerciaba Juan de Guzmán. Su aspecto original, de carácter medieval, nada tiene que ver con el que tendría con el paso del tiempo, ya que sería sometido a reformas de manera progresiva.

Palacio de las Dueñas

Construido entre los siglos XV y XVI, el Palacio de Las Dueñas toma su nombre del desaparecido monasterio de Santa María de las Dueñas, ubicado en el solar colindante y demolido en 1868. Su origen fue la casa-palacio de los Pineda, señores de Casa Bermeja, que constituían uno de los linajes del patriciado de Sevilla.

Sus miembros ejercieron importantes oficios como la escribanía mayor del cabildo de la ciudad y participaron en episodios bélicos de la Guerra de Granada. Posteriormente, el Palacio fue heredado por don Fernando Enríquez de Ribera, II marqués de Villanueva del Río y padre de Antonia Enríquez de Ribera, casada en 1612 con Fernando Álvarez de Toledo, futuro VI duque de Alba. Desde esta fecha el palacio pertenece a la Casa de Alba.

Convertido en el siglo XIX en casa de vecinos, este lugar sería la residencia del poeta Antonio Machado durante unos años de su infancia, algo que evoca en algunos de sus versos.

Palacio Arzobispal de Sevilla

Localizado junto a la Catedral, la Giralda y los Reales Alcázares, el Palacio Arzobispal es uno de los grandes desconocidos de Sevilla a pesar de sus dimesiones y del lugar en el que se encuentra. Además de la importancia arquitectónica del edificio, su interior cuenta con un gran patrimonio histórico y cultura, puesto que aloja uno de los mejores archivos eclesiásticos. Está considerada como la tercera pinacoteca de la ciudad tras el Museo de Bellas Artes y la Catedral, con obras de Murillo, Zurbarán, Juan de Espinal o Lucas Valdés entre otros. Excepcionalmente en el siglo XIX el palacio fue Comandancia General durante la ocupación francesa y vivienda ocasional de los Duques de Montpensier a su llegada a la ciudad.