Pedro Rovira, del esplendor de la Alta Costura española

Pedro Rovira, uno de los grandes olvidados de la moda

Pedro Rovira es uno de los grandes olvidados de la alta costura, aunque su legado habla por él y lo convierte en pieza clave para entender la Edad de Oro de la moda española

Diseños expuestos en el Museo del Traje de Madrid. / AGENCIAS
Diseños expuestos en el Museo del Traje de Madrid. / AGENCIAS

16 de noviembre 2017 - 13:28

Más de 250 piezas en total de Pedro Rovira llegan al Museo del Traje (CIPE) de Madrid. Una colección de dibujos y bocetos, sombreros, zapatos, detalles de complementos repasan la vida y obra del diseñador, conformada a partir de los fondos conservados en la colección Antoni de Montpalau y de donaciones particulares hasta el 18 de febrero de 2018.

Pedro Rovira fue uno de los modistos de la conocida como Edad de Oro de la alta costura española que, junto a otros genios de la aguja y el diseño como Manuel Pertegaz, Pedro Rodríguez o Carmen Mir, consiguió que sus diseños exclusivos triunfaran en el mundo y llegaran a ser un referente internacional del diseño de moda.

Sin embargo su imbricación en la sociedad es menor que los nombres anteriores debido a su temprana (Badalona, 1921- Barcelona, 1978), que hizo que la memoria histórica no haya sido igual de generosa con él, uno de los “grandes olvidados”, sentencia Josep Casamartina i Parassols, historiador del arte y de moda, comisario de la primera retrospectiva sobre el modisto.

Fallecido a los 57 años por un ataque al corazón debido al “exceso de trabajo” su firma homónima cerró un año después, lo que provocó que su trabajo y nombre fueran cayendo casi en el olvido, a pesar de ser uno de los diseñadores de cabecera de la entonces princesa Sofía de España.

Destacó en este especial diseño para Doña Sofía. El diseño original de ese vestido, que el creador realizó, en exclusiva, para la Reina, se puede contemplar en la exposición. Una pieza confeccionada con corpiño de terciopelo negro y tela de cuadros, largo hasta los pies.

A partir del que se hizo un diseño exclusivo para la entonces Princesa Sofía de España. “Él era uno de los grandes de la alta costura, muy vinculado a la industria y con una obsesión muy clara". Defensor de una transición natural del alto diseño al uso más habitual del prêt à porter, pero con determinación, con la mirada puesta en el “futuro”, explica el también director de la Fundació Antoni de Montpalau.

Rovira, que estudió medicina, se trasladó a París en la década de los 40, donde conoció a Cristóbal Balenciaga, del que fue amigo y discípulo, hasta el punto de que el maestro de Guetaria del que heredó parte de la técnica, motivo por el que es fácil descubrir su influencia en los vestidos globo.

“La moda es un arte de mestizaje. Todo se parece”, dice el comisario, quien apunta que Rovira sigue la misma evolución que el resto de diseñadores de la época.

Enamorado de los plisados y los volantes, un recorrido por la exposición demuestra que los bordados y los tejidos exquisitos eran su nexo en sus dos líneas de trabajo. Sus diseños “muy bien construidos, responden a patrones muy cómodos, fáciles de llegar, muy elegantes, pero con un eminente sentido práctico”. “Una confección muy bien hecha donde la artesanía estaba muy presente”, explica el comisario, mientras señala un vestido de novia. Prendas, define Casamartina, muy “versátiles” con tejidos modernistas y patrones muy actuales, que en su día supusieron una apuesta arriesgada que fue bien acogida. "Juega con la simetría de manera natural, de tal forma que nada le impide mantener una línea romántica en paralelo a diseños más geométricos”, asegura.

“Una confección muy bien hecha donde la artesanía estaba muy presente”. Los primeros bocetos de Rovira se remontan a su adolescencia, una etapa en la que quizá nunca pensó que sus creaciones se vendieran en la Quinta Avenida de Nueva York, en Alemania o México.

“No hay una diferencia cuantitativa ni cualitativa” en el diseño de sus prendas de alta costura, a la que nunca renunció, y de prêt à porter, indica Casamartina, quien ha dividido la exposición en tres etapas: Ecos de París, con diseños de los 50; Época de cambios, los 60 y Del Ritz a la calle, con creaciones de los 70. “Etapas que se solapan y en las que no hay cortes bruscos” en el diseño. EFE

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