El marido de la reina Isabel II se jubila

El eterno consorte se jubila

El Duque de Edimburgo paseando bajo la lluvia. / AGENCIAS

El Duque de Edimburgo paseando bajo la lluvia. / AGENCIAS

En mayo saltaron todas las alarmas cuando la reina Isabel II convocó de urgencia a todos sus trabajadores para comunicar una importante noticia. Tras una noche de incertidumbre el palacio de Buckingham anunció que Felipe de Edimburgo se retiraría de la vida pública en los próximos meses. Tanto jaleo para una noticia lógica. Pocos continúan trabajando a los 96 años. El día ha llegado. El marido de la soberana británica presidió ayer su último acto oficial en solitario. Para su despedida ha elegido un evento muy especial para él, el desfile militar de la Royal Marine, cuerpo al que perteneció hasta los años 50. Lo ha hecho en calidad de capitán general de los infantes de Marina reales, un título que recibió tras el fallecimiento de su suegro Jorge VI. La casa real británica ha anunciado que con este desfile "concluirá el programa individual de su Alteza Real, aunque podría escoger acudir a algunos eventos, junto con la reina, de vez en cuando". El consorte británico además forma parte de casi ochocientas asociaciones y sociedades a las que seguirá vinculado tras su jubilación pero a las que no representará.

El duque de Edimburgo ha participado a lo largo de sus años de servicio en más de veinte mil actos en solitario y ha pronunciado casi cinco mil discursos. A partir de ahora, las generaciones más jóvenes de la realeza británica asumirán sus compromisos y descargarán también de trabajo a la reina, de 91 años. Ese es uno de los motivos por los que el príncipe Guillermo y su familia se mudan a Londres. Todos los años de trabajo del marido de la reina que más años lleva en el trono dan para mucho. El duque ha protagonizado momentos para el recuerdo, entre ellos algunos tan variopintos como dar de comer a un elefante en un zoo, cenar con Tom Cruise en la residencia real o pilotar un avión que a punto de chocar con un Boeing en el aire. A lo largo de todos sus años de servicio le ha dado tiempo a meter la pata en más de una ocasión con comentarios impertinentes y en los últimos años sus achaques de salud han estado muy presentes. Sin ir más lejos en junio se perdió la inauguración del Parlamento y la tradicional carrera de Ascot debido a una infección. Pero no es momento de recordar lo malo. Lo que toca que destacar es que nunca ha perdido de vista su papel, el de estar a la sombra de su esposa. Casi siempre lo ha cumplido al menos en lo profesional. En noviembre celebrarán sus bodas de platino, quien sabe si será el próximo acto en el que aparezca. De momento disfrutará de sus merecidos paseos por Balmoral, verá desde el sofá lo que ocurre con el Breixit y cada día se despedirá de su esposa mientras ella continúa con su labor al frente de la corona. Porque ella, incansable, ni lo deja ni tiene intención de hacerlo.

Helena Arriaza

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