CONCLUYE la cuaresma y con ella estas líneas que ocupan el espacio que generosamente nos cede Diario de Sevilla. Echo la vista atrás y veo unas semanas agitadas. Tal vez muchos nos hemos vuelto a enredar en las ramas. Quizá de nuevo los árboles no dejaron ver el bosque, aunque no sé si es posible a estas alturas distinguir qué sea cada cosa. Cuando deberíamos estar pensando en lo que viene y en cómo disfrutarlo, cuando toca saborear la espera y recrearnos en el recuerdo de lo vivido, seguimos pendientes de problemas organizativos, entre intereses particulares, zambullidas en piscinas semivacías y anuncios extemporáneos que, cuando menos, arrojan leña al fuego en el momento más inoportuno.

Y vuelta a empezar. Sales el domingo de pasión, sin voluntad casi de intentar la visita a un besamano. La ciudad, toda azahar, se ofrece a los turistas: bandas de música transitan las calles populares del centro sin otro fin aparente que animar el cotarro comercial; colas largas, inmensas, en las sedes de los templos -¿qué nos queda para el Domingo de Ramos?-; mucho movimiento, mucha bulla, tiendas abiertas, cajas de la Semana Santa. Todo ello nos transmite una difusa e incómoda sensación de parque temático. Espero que no acaben ofreciéndonos un abono semanal con precios especiales para los residentes en Sevilla. Lo dice el presidente del Consejo y lo recoge Diego J. Geniz en estas páginas: "No se puede castigar al capirotero, al que logra que esto se mantenga en pie". El problema es que para muchos "esto" sólo sea un negocio, necesario para mantener viva la ciudad. "Grande es la Artemisa de los efesios", gritaban los fabricantes de imágenes contra San Pablo cuando predicaba en la famosa ciudad de Asia Menor. Lo que vamos a vivir en unos días debe ser, es, algo más: una manifestación de fe, de esperanza y del amor de Dios por los hombres. Aunque claro, ya lo dice San Lucas: "¿Cuando venga el Hijo del Hombre encontrará fe sobre la tierra?".

Pero no seamos negativos. Ya huele a Semana Santa. Que ustedes la disfruten y que sepan descubrir lo que de auténtico aún queda en esta fiesta.