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De libros

En busca del edén perdido

  • Alfredo Taján propone una intriga política ambientada en los años de esplendor de la Costa del Sol

Pez espada. Alfredo Taján. Ediciones del Viento. La Coruña, 2011. 292 páginas. 19 euros.

Antes de verse devaluada como destino predilecto de los turistas distinguidos, la Costa del Sol compareció durante años en aproximaciones narrativas que sirvieron para difundir su leyenda pero no han dejado un rastro literario demasiado memorable, aunque no puede decirse que faltara la sustancia novelesca. Nos referimos, por descontado, a la época dorada de Marbella o Torremolinos, cuya masificación y declive comenzó mucho antes de la última oleada de escándalos inmobiliarios. Suelen citarse, por aludir sólo a los nacionales, La isla (1961) de Juan Goytisolo, Eldorado (1984, pero escrita dos décadas antes) de Fernando Sánchez Dragó o, sobre todo, Torremolinos Gran Hotel (1971) de Ángel Palomino, un mediano best-seller que fue Premio Nacional de Literatura y se ha convertido -como el posterior Madrid Costa Fleming- en libro de culto para los aficionados a la sociología de la España del desarrollismo.

A ese territorio sentimental, por así llamarlo, vuelve la mirada la última novela de Alfredo Taján, una brillante incursión en la exuberante mitología de aquellos años despendolados en los que, en efecto, la variopinta comunidad reunida en torno a un puñado de playas malagueñas constituyó algo parecido a una isla de libertad y no sólo para extranjeros. Ya el título nos sitúa en el hotel que representó como ningún otro la pujanza internacional de Torremolinos, símbolo pionero de la arquitectura del relax y escenario celebérrimo de algunas de las anécdotas más jugosas de la década. Son los primeros sesenta y el incipiente desarrollo de la Costa aún mantiene un tono rompedor, elegante y cosmopolita, muy alejado del vulgar exhibicionismo que caracterizaría a los veraneantes venideros. De la antigua barriada de pescadores acaba de surgir un mundo que lleva dentro el germen de la decadencia.

El narrador y protagonista de Pez Espada, Gustavo Marín, es un jubilado obsesionado por sus experiencias de medio siglo atrás, cuando Torremolinos era "un diamante sin vetas arrojado al basural del franquismo". Sus recuerdos están íntimamente ligados a Rosa Merloni, una prima once años mayor con la que mantuvo en su juventud una apasionada relación que contó con el consentimiento tácito del marido, Carlo, refinado diplomático del que estaba separada de hecho. La evocación del pasado glorioso -pero lleno de sombras- se contrapone con las impresiones actuales del anciano septuagenario. En los veranos de 1961 y 1962, Rosa y Gustavo viven entregados al sexo, el alcohol y los placeres mundanos, rodeados de una pandilla crapulosa en la que destacan el poeta homosexual Rodrigo Faz de Belda y la desenfrenada Colita Bravo, seductores adictos a los paraísos artificiales. Juntos exprimen los días y sobre todo las noches, vividores despreocupados pero no ajenos a las tensiones políticas de un momento marcado por la respuesta del régimen al famoso Contubernio de Múnich, como fue bautizado para siempre por los órganos de la prensa del Movimiento.

El relato contiene guiños como la aparición de José Luis Cabrera y Lutz Petry, dos beneméritos arqueólogos del Torremolinos chic, pero por sus páginas desfilan decenas de personajes singulares que en efecto anduvieron por la zona, como los duques de Windsor o el conde de Barcelona, el gran Cocteau o la simpar Ana de Pombo. Fugitivos de la justicia como el filonazi Degrelle o ministros como el falangista Girón de Velasco, junto a visionarios y heterodoxos como Pepe Carleton. Ahora bien, al contrario que los libros arriba citados, Pez Espada no puede reducirse a una colección de anécdotas pintorescas. Taján propone una intriga que se desarrolla en forma de pesquisa retrospectiva, suscitada por la visión de una vieja fotografía -donde aparece un misterioso "tercer hombre"- que actúa como desencadenante de la memoria del protagonista. La recreación del alocado hedonismo de la juventud aparece así en un contexto histórico bien definido, el de aquella España aborregada -no sólo la oficial- que perseguía y condenaba cualquier forma de disidencia.

Es una combinación original y reveladora, entre otras cosas porque la mirada del autor no se muestra complaciente ni meramente nostálgica. Los conspiradores de la oposición al régimen no salen mejor parados que los implacables ejecutores de su política. El brillo permanente de la fiesta no oculta la vulnerabilidad de los oficiantes. Los personajes todos se caracterizan por su ambigüedad y por un comportamiento poco previsible, que favorece la sospecha y los equívocos, dado que nadie muestra del todo sus cartas y cualquiera puede ser un traidor o un agente doble. Taján ha escrito una excelente novela, a medias celebratoria y a medias elegiaca, con momentos cómicos y otros líricos y otros de bien conducida peripecia. Su relato tiene una saludable voluntad satírica, pero también una clara intención política y un fondo de inevitable melancolía. A este respecto el narrador, que dice no gustar de Proust, describe la torre imponente del Pez Espada como un edén perdido.

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