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La Copa de África bien vale un reloj

  • Dos sevillanos están a cargo de dos terrenos de juego del torneo, acondicionados a una velocidad récord

El estadio de Mongomo es una de las cuatro sedes de la Copa de África, torneo que hasta el 8 de febrero disputan en Guinea Ecuatorial las 16 mejores selecciones africanas. Allí se jugaron el viernes los dos partidos del Grupo C: la Ghana de Razak (ex portero del Betis B) venció 1-0 a la Argelia de Kadir y la Senegal de N'Diaye empató 1-1 contra Sudáfrica. En medio, en no más de 45 minutos, Curro y su equipo se afanaron en remendar el rajado terreno de juego recién perforado por los tacos ganeses y argelinos.

"Y la jornada anterior, los cuatros equipos estuvieron entrenando en el mismo césped", enfatiza Curro señalando la dificultad de mantener practicable la hierba a ese ritmo de competición y de la ansiedad de realizarlo a contrarreloj. Curro Mora es un ingeniero técnico agrícola sevillano de 34 años que ha sustituido temporalmente el campo de golf de Pineda por el césped de Mongomo. El encuentro de Curro con la antigua colonia contiene reencuentro: el de la infancia de su padre como parte de aquellos españoles que, hace 40 años, miraban la metrópoli desde ultramar. El tiempo y sus ciclos. "El destino no deja de tener cierta ironía", comenta Curro.

Justo al norte de Mongomo, en una exacta línea vertical ejecutada con cartabón y cortafrío, se encuentra la ciudad de Ebibeyín, otra de las sedes de la Copa de África. Allí está Jorge Palma, compañero de Curro en estudios y en la responsabilidad de mantener el estadio de esta localidad fronteriza. A sus 33 años, Jorge ya ha trabajado en el césped de Curitiba (Brasil), lugar de entrenamiento de la selección española durante el pasado Mundial, y estuvo enrolado en la Copa de África que en 2012 Guinea Ecuatorial organizó junto a Gabón. A diferencia de en estos días, el cronómetro no se tomó entonces como una máquina diabólica. Más bien al contrario: "Tuvimos siete meses para prepararlo todo. Este año, hemos venido un mes antes solamente, por el asunto de Marruecos", indica Jorge aludiendo a la negativa del país vecino a albergar la competición debido al temor de la propagación del virus del ébola, muy en boga entonces, y al ofrecimiento inmediato de Teodoro Obiang, presidente nominal ecuatoguineano. "Por África y por sus jóvenes", exclamó no sin guiñar un ojo a la amplia base de la pirámide poblacional africana, aquí sí, geométricamente perfecta.

Cuando Jorge y Curro despertaron, Obiang ya estaba allí. En el poder desde 1979, la cita monterrosiana se transustancia en el avida dollars de Salvador Dalí: al régimen de Obiang, que recibe de cuando en cuando discretos informes sobre Derechos Humanos, le cabría el surrealismo de relojes fundidos, pero con barriles del petrodólar y balones de reglamento. Curro y Jorge ya han recibido la visita a sus instalaciones de Obiang, que se ha mostrado conforme con los terrenos de juego. Todo, a costa de un trabajo titánico. Un imposible, llegaron a decirles a los ingenieros sevillanos. A la pelea contra el reloj, se unían las condiciones del transporte y el clima ecuatoguineano, que han condicionado el tipo de hierba elegida. Los tepes o rollos de césped, de la empresa sevillana Ibergreen, tardaron varios días de extenuante viaje hasta ser plantados en los estadios africanos. "Es una mezcla de semillas Bermuda, acondicionada para climas cálidos, y Ryegrass Inglés, que aporta color y mejor rodadura del balón", explica Jorge.

Este tipo de tareas de ingeniería requiere de métodos medidos y estandarizados, cuestiones a menudo opuestas a la naturaleza del país. Para que la pelota ruede convenientemente, la nivelación ha de ser perfecta. La altura se ajusta en milímetros. Los sueños de la razón producen el esplendor en la yerba. Ante el despliegue de artefactos, la respuesta del oriundo no se hace esperar: el europeo tiene el reloj y ellos, el tiempo. "Uno se habitúa a la idiosincrasia. Es difícil imponer un horario. Las prisas no tienen cabida. Si te dicen que sobre las 10:00 te llega una cuba de agua para llenar el aljibe, llegará a lo largo del día", relata Curro, que ha debido esperar viendo crecer la hierba literalmente.

Uno de los grandes productores de petróleo en África, Guinea Ecuatorial, desarrolla sus infraestructuras y construye estadios modernos, pero a veces no es fácil encontrar agua corriente. Por eso, del aljibe para el riego del césped los trabajadores también extraen agua para beber o ducharse. "Lo más importante es el consumo humano. Tenemos un depósito especial para el riego, sí, pero ¿podemos negarnos a que alguien quiera lavarse?", relata un Curro ya hecho a las inocentes rebeliones locales contra la norma, contra el método científico, contra esos relojes occidentales, simples geometría y aritmética a la caza de la luz del sol.

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