Champions League: Borussia Mönchengladbach - Sevilla · La crónica

Feo final y cosas que reconsiderar (4-2)

  • El Sevilla dice adiós al torneo de las estrellas bombardeado desde fuera del área. Como en Tiflis, la pareja que formaron Krychowiak y Krohn-Dehli permitió un intercambio de golpes que acabó masacrando a los de Emery.

Una ilusión tan grande no merecía este final, desde luego que no, pero las cosas vienen como vienen. El Sevilla sabía que competir en Champions no era como andar por casa y lo ha comprobado sobre el campo de batalla. El equipo de Emery dice adiós a la competición de las estrellas, aunque quizá -y eso debe pensar ahora mismo el sevillismo- hay muchas formas de hacerlo. Fue un final feo, triste para un grupo que ha defendido por Europa en estos años la bandera del corazón, la casta y el coraje como reza su himno, adornada con gotas y cada vez más pinceladas de calidad. El Borussia es un equipo fuerte, como lo han sido el Manchester City y la Juventus, pero encontró quizá muchas facilidades por parte de un rival que permitió un bombardeo desde fuera del área que dio origen a los cuatro goles, cuatro nada más y nada menos, que recogió de entre las redes un Sergio Rico que, sencillamente, no pudo hacer más, porque mira que paró.

La victoria de la Juventus sobre el City, por si la noche no se podía estropear más, terminaba de rotular las letras de Game Over en la pantalla de los blancos, que sólo pueden agarrarse ya a la posibilidad de ser terceros y saltar a la Europa League si vencen a los italianos en la última jornada y el lanzado equipo alemán que ayer pasó por encima del Sevilla cae en el Etihad Stadium. Y eso, gracias al goal average.

Era un escenario difícil. El Borussia está como una moto desde que cambió de entrenador y se vio desde el primer minuto de juego. Para calmar las ínfulas del feroz enemigo alemán y su entregada afición, Emery buscó, más que músculo, control. Sacó a Krohn-Dehli y lo pegó a Krychowiak para defender con balón, pero pronto pudo comprobar el técnico de Fuenterrabía que no iba a ser fácil. El Borussia se dispuso muy abierto buscando el objetivo de no dar pie a situaciones de superioridad numérica en las bandas, allí donde al Sevilla le gusta volcar el juego para el constante desdoblamiento de los laterales. Es el sello de los equipos de Emery y antídotos como éstos los encontrará allá donde vaya, y más si, como en este caso en este mismo escenario, todavía retumban las pisadas de Vitolo en sus galopadas la noche que firmó dos goles y dejó a los alemanes fuera de la Europa League. Lo que le costó encontrar ante esa situación al Sevilla fueron los pasillos interiores que la disposición del rival hacía más visibles. Banega no encontraba ni el balón ni la línea de pase y el equipo alemán se subía a las barbas cada vez más. Sergio Rico mantenía aquello en pie porque, además, la pareja del centro no defendía ni con balón ni sin balón y los elemanes se animaban a disparar desde fuera del área viendo que tenían metros, tiempo, huecos... todo lo que desea un buen lanzador. Es curioso, pero parte de su calentamiento antes del partido era el rudimentario disparo, uno a uno, desde el borde del área tras el toque en pared de uno de los técnicos. Y ahí ya se veía el nivel de cañoneros como Xhaka y Stindl, los más acertados dando temperatura al empeine.

Y eso que el Sevilla se pudo adelantar tras el arreón inicial de los locales. Pero Konoplyanka, tras una recuperación ante Dahoud, no acertó a resolver con la izquierda a un metro de Sommer. Era lo más que podía hacer un Sevilla que tenía en el ucraniano al más entonado, aunque Gameiro, aislado, lo intentaba. Fallaba el último pase, Banega no encontraba su sitio y las bandas seguían taponadas.

Pero moría por el centro. Esa pareja, con el danés junto a Krychowiak, no se repetía desde la Supercopa en Tiflis y la consecuencia final fue parecida, un intercambio de golpes que, una vez más, no favoreció a un equipo que ha perdido alarmantemente, con los cambios en la plantilla, varios puntos de intensidad. Y los Xhaka, Stindl, Johnson que también se animaba... seguían a lo suyo. El disparo a larga distancia seguía torpedeando el sistema defensivo nervionense, que cada vez reculaba más. Sergio Rico iba viendo cómo los alemanes se preparaban el tiro y no podía más que cerrar los ojos. El primer gol llegó con un cañonazo del suizo en el que Stindl se les coló a Tremoulinas y Kolodziejczak. El segundo, ya tras el descanso, fue otra versión de lo mismo, esta vez de Johnson con el equipo basculado en la banda contraria y recibiendo sin oposición. El tercero, con otra variante, una internada por el centro con los visitantes mirándose unos a otros y en una plácida pared de Raffael. Y el cuarto, otro obús de uno de los futbolistas de la noche, Stindl, mientras Tremoulinas aún está pensándose en salirle o no.

Por suerte, este equipo tiene ramalazos de rabia y, de la cuerda que tiraba Konoplyanka, encontró algo. Fue generando ocasiones a empujoncitos y se fue metiendo. Vitolo logró un primer tanto, antes del cuarto alemán, que puede tener su importancia porque sirve para ganar el goal average particular en caso de que la última jornada dicte un empate a puntos para decidir la plaza de Europa League. Banega, de penalti cometido sobre Krychowiak, maquilló algo más lo que no deja de ser una mancha, una mancha que seguro que va a tener unas consecuencias en lo deportivo, en lo económico... y que va a obligar a reconsiderar muchas cosas a partir de ahora, aunque aún queda alguna bala (es verdad que dependiendo de terceros) para que el desastre no sea completo.

Una verdadera pena porque había muchas ilusiones, pero sobre todo porque, más allá de que el bombo tampoco fue muy cariñoso con el Sevilla, un campeón europeo no merecía esta forma de abandonar el barco.

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