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Cultura

El Nobel de Dylan y otros clásicos

  • Luis Álvarez, Pedro Álvarez Molina y Chencho Fernández abordan, como prólogo a un ciclo del Cicus, la relación entre la música y la escritura

Llegará antes el dichoso Nobel de Literatura para Bob Dylan que algo parecido a un consenso en el debate sobre los vasos comunicantes entre literatura y rock. Apasionante, estéril o intoxicada de prejuicios, según la voz que se sume al coro, la discusión se volvió ineludible hace mucho tiempo, al menos desde que el rock tomó conciencia de ser una manifestación artística válida en sí misma, aunque se deje sentir todavía en no pocos músicos cierto complejo de inferioridad, una necesidad de ser reconocidos y legitimados por los demás creadores, una insignia de prestigio social e institucional que obtuvo hace mucho tiempo el jazz y no digamos la ópera, aunque para ello sus espectadores hubiesen de pagar el peaje de vibrar un poquito menos en sus conciertos.

Para esbozar todas estas cuestiones se reunieron ayer en la Pérgola el periodista y músico Luis Álvarez; el bibliotecario y "diletante" Pedro Álvarez Molina; y el músico Chencho Fernández, viejo conocido de la escena sevillana, cantante y guitarrista de los añorados Sick Buzos, entre otras aventuras, y últimamente al frente de Los Milagro. Esbozaron, sobre todo, porque el acto fue la tarjeta de presentación de un taller que acogerá el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla en su sede los próximos días 15, 16 y 17, al que asistirán varios profesores universitarios y, como cabezas de cartel, los escritores Kiko Amat y Eloy Fernández Porta. Fue una tarjeta de presentación divertida y relajada, casi punk en el caso de Álvarez Molina, que con su riguroso planteamiento de al pan, pany al vino, vino provocó continuas carcajadas, aunque también apuntó, no obstante, la idea más sensata e irrebatible del coloquio: "La idea [de los vínculos entre literatura y rock] es mucho más que un rockero intentando ser novelista".

Luis Álvarez y Pedro Álvarez Molina escogieron cinco músicos que también han probado suerte, en mayor o menor grado, con más o menos éxito, en la escritura, y al término de sus exposiciones Chencho Fernández interpretó una versión del cancionero de cada uno de ellos, especialmente inspirado en la recreación del Chelsea Hotel #2 de Leonard Cohen, y con mención especial -hubo quien se arrancó a acompañar a las palmas- para el Cadillac solitario de Loquillo y Trogloditas, compuesta por Sabino Méndez, que fue de quien hablaron realmente.

Aparte del canadiense y del español (autor de Corre, rocker, Limusinas y estrellas u Hotel Tierra, sus libros más explícitamente inspirados en su experiencia como músico), también fueron empleados como pruebas inequívocas de la existencia de ese vínculo, como mínimo de esa atracción mutua, el ya citado Dylan -"un regalo de los dioses, el mejor compositor del mundo, y un narrador medio: malo, vamos", según el innegociable juicio de Álvarez Molina-; "la bestia parda de las antípodas", esto es, Nick Cave; y Serge Gainsbourg, que escribió, de nuevo según el pan, pan de Álvarez Molina -que consideró que todos ellos, siendo maestros e incluso genios como músicos, son, pues "al parecer sólo eso no les vale", en definitiva, escritores "fallidos"- la mejor novela de cuantas salieron a la palestra. Se trata de Evguénie Sokolov, publicada por la editorial Antonio Machado en 2008: "Al menos es la más divertida. El problema es que tiene como tema base la flatulencia. La flatulencia y el arte. Puedo seguir hablando, pero también quiero caer bien", concluyó Álvarez Molina, ya abiertamente en modo estrella del rock.

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