La importancia del programa

Mario Prisuelos, al piano, y el chelista granadino Guillermo Pastrana, la noche del viernes en el Real Alcázar.
Mario Prisuelos, al piano, y el chelista granadino Guillermo Pastrana, la noche del viernes en el Real Alcázar.
Andrés Moreno Mengíbar

21 de julio 2013 - 05:00

'Noches en los Jardines del Alcázar'. Programa: Piezas de J. S. Bach, L. van Beethoven, G. Fauré, E. Granados e I. Albéniz. Violonchelo: Guillermo Pastrana. Piano: Mario Prisuelos. Fecha: Viernes 19 de julio. Lugar: Jardines del Real Alcázar. Aforo: Lleno.

Una de las ventajas que a lo largo de sus catorce ediciones ha demostrado tener el ciclo de conciertos veraniegos del Alcázar es la de ofrecer un escenario para que los aficionados sevillanos podamos conocer a jóvenes músicos de gran valía pero que, bien por estar empezando su andadura, bien por la poca flexibilidad programadora de teatros y auditorios, no suelen aparecer en las temporadas oficiales de nuestras instituciones musicales. Al segundo de los casos se acoge el del granadino Guillermo Pastrana, un solista de violonchelo ya bien conocido por otras orquestas andaluzas y españolas pero que hasta el momento ha tenido cerradas las puertas sevillanas. Y es algo de lo que todos salimos perdiendo, porque hablamos del que posiblemente sea el mejor solista español de chelo de su generación.

Comprendiendo en parte los condicionantes que impone la audiencia de estos conciertos, no podemos por menos que manifestar que nos hubiera gustado escuchar a Pastrana con un programa algo menos condescendiente y de mayor altura en el que sus virtudes como solista hubiesen lucido mucho más. En este sentido, sobraron las piezas de Bach, atacadas muy fuera de estilo en cuestiones de fraseo y de dinámicas, sobre todo la poco afortunada versión de la sonata para viola da gamba y clave BWV 1027. El tono mejoró algo con la música de Beethoven, en la que Pastrana y Prisuelos pisaron ya terreno propio y en la que el granadino lució a placer sus capacidades, como unos estupendos picados (variación 3) y unos graves impresionantes (variación 4). El sonido amplio, carnoso, perfectamente redondeado en toda la gama se desplegó en la Elegía de Fauré, fraseada con gran intensidad y emotividad. A destacar también el control del registro sobreagudo, con flautado final en pianissimo, del intermedio de Goyescas.

Prisuelos fue un estupendo acompañante, especialmente en la obra de Beethoven, pero en el Debussy a solo se mostró algo monótono en el fraseo.

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